ocho

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Esta vez, Hassan utilizó correctamente el tiempo que tenía para arreglarse. Se bañó, escogió su outfit, se aplicó sus cremas y cuidados corporales, faciales y para el cabello.

Se sentía bonito. Se sentía bien.

Para la ropa, trató de optar por un conjunto que combinara con su nuevo suéter: una camisa negra y unos pantalones de mezclilla claros, y unos tenis que hacián juego con el tono verde de la chamarra.

Consideró seriamente el ponerse un permufe para endulzar su olor. Nunca había tenido problemas con su aroma, pero durante toda su vida varios Alfas se mostraron desagradados por su aroma tan intenso, no era tan dulce como los que se espectaba de la gente de su casta y, si bien nunca fue la gran cosa para él, era algo que le recalcaron mucho a lo largo de su adolescencia e incluso en la adultez.

Después de un largo rato meditándolo, observando ese perfume que daba el hotel de cortesía, terminó de convencerse y se roció a sí mismo con aquella loción, en cuanto secó pudo darse cuenta de su escencia dulzona, un poco empalagosa para su gusto, pero esperaba que fuera más agradable que su aroma natural.

Eras las 6:57. Vaya. Esta vez le había sobrado una hora.

Respiró de forma honda, tratando de controlar el nerviosismo que estaba sintiendo hasta cierto punto.

Se recostó en su sofá, listo para perder el tiempo en redes sociales mientras esperaba a que llegara la hora de la cita.

[. . .]

Eran las 7:05, y Gonzalo estaba estacionado a una cuadra del hotel de Hassan. De nuevo, había llegado casi con dos horas de antelación. Quizás podría verse un tanto exagerado, pero ningún Omega le había provocado los sentimientos que Hassan despertaba en él, por eso no podía permitirse el decepcionar al mexicano. Mucho menos en una etapa tan crucial como lo es el cortejo.

Podrá ser un ansioso y nervioso de primera, pero Gonzalo no era tonto en lo absoluto. Sabía que el detalle de las rosas había sido una parte primordial para detonar la salida de ayer, y provocaba reacciones muy positivas en el Omega, por eso mismo traía en el asiento del copiloto otro bello ramo de rosas, esta vez eran rojas, envueltas delicadamente en un papel negro, para resaltar su tono, y en la parte donde se unían todos los tallos estaba atado con un moño formado por un lazo de tela dorada satinada.

Sonrió mirando al regalo que tenía preparado, no podía esperar a mirar esa hermosa sonrisa de nuevo.

[. . .]

El reloj marcó la ansiada hora, y Gonzalo avanzó su vehículo hasta quedar frente al hotel donde se hospedaba el mexicano. Se quedó esperando en la recepción mientras le mandaba un mensaje haciéndole saber que ya estaba ahí.

En menos de un minuto el Omega llegó a la recepción, luciendo impecable y mostrando una hermosa sonrisa.

Ni bien el Omega lo vio, pudo notar el ramo de rosas que traía consigo, en respuesta, la sonrisa de Hassan se extendió aún más, y el Omega se inclinó para atraparlo en un fuerte y firme abrazo.

-Ay Biza, no debiste...- Murmuró enternecido a la par del oído argentino. Aprovechó la cercanía que tenía con el compositor para darle un beso rápido en la mejilla, en señal de gratitud.

-Solo lo mejor para el mejor- Atinó a decir el argentino con una sonrisa embobada pero sincera, mirando con devoción el hermoso rostro del intérprete mexicano, y como sus ojos brillaban de alegría.

Rosas;; Bizarrap x Peso plumaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora