Candy sintió que el cuerpo de Rory se relajaba en el colchón y los sollozos pasaron a ser gemidos. Sonrió contra su coño.
Lo había logrado.
―Eso es ángel, gózalo
Se fue levantando por el cuerpo de Rory, besando cada pedazo de piel blanca con la que se topaba.
―¿Te gusta ángel?
Rory pareció pensarlo un poco, Candy no se lo tomó a mal, era obvio que le estaba gustando pero también que no deseaba que fuera así.
―No te preocupes amor, ahora que eres mía podrás gozarlo sin problemas.
Rory trató de hablar pero la mordaza se lo impedía, así que Candy le quitó el impedimento.
―Quiero tocarte ―murmuró Rory avergonzada.
Candy la giró para tenerla frente a frente, quería verle los ojos para saber que esto era real, que ella realmente deseaba tocarla.
―¿Qué dijiste, ángel?
Rory se ruborizó y mirando el techo, repitió:
―Quiero tocarte ―susurró aún más bajo que anteriormente.
―¿De verdad?
―Por favor, no me hagas repetirlo porque no entiendo qué demonios me está pasando...
Candy tomó nuevamente las tijeras y rompió el amarre de sus piernas y muñecas.
―Eres libre de tocarme ángel, di que eres mía.
―Candy...
―Dilo ángel, di que eres mía.
Rory levantó sus brazos por encima de su cabeza y dijo:
―¡Jamás seré tuya!
Entonces Candy sintió un fuerte dolor en la cabeza, dónde Rory le acababa de estrellar la lámpara que tenía en su buró.
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Eres mía muñeca
Short StoryNadie sabe lo que tiene hasta que alguien lucha por robarlo.