Capitulo 10

1 0 0
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

...

..

.

El beso frío del aire nocturno en la cara, el brillo de las calles mojadas bajo las farolas, el resplandor de la luna en las cortinas negras al otro lado de la ventana mientras ella volaba hacia allí, con las manos ya en las dagas...

Pegó la barbilla al pecho, preparada para el impacto. Cruzó las cortinas, arrancándolas de su sujeción, y rodó al llegar al suelo para amortiguar el golpe.

Justo en el centro de una sala de reuniones abarrotada de gente. En el lapso de un suspiro, se hizo una composición del lugar: en una sala más bien pequeña, Jayne, Farran y otros hombres se reunían en torno a una mesa, y una docena de guardias, con los ojos clavados en ella, formaban una muralla humana que la separaba de su presa.

Las cortinas eran tan gruesas que le habían impedido ver la luz al otro lado. Desde fuera, el interior parecía oscuro y desierto. Un truco.

Le daba igual. Acabaría con todos. Antes de ponerse en pie siquiera, lanzó las dos dagas que llevaba en las botas. Los gritos de agonía de los guardias arrancaron una sonrisa malévola a los labios de Sakura.

Las dos espadas ya silbaban en las manos de la asesina cuando el guardia más cercano se abalanzó contra ella.

El hombre murió al instante, con una espada alojada entre las costillas, directamente en el corazón. Cada uno de los objetos —y cada una de las personas— que se interponía entre ella y Farran era un obstáculo o un arma, un escudo o una trampa.

Sakura giró sobre sí misma para recibir al siguiente guardia y su sonrisa se volvió fiera al atisbar a Jayne y a Farran al otro lado de la habitación, sentados a la mesa de cara a ella. Farran le sonreía y tenía los ojos brillantes, pero Jayne, de pie, la miraba boquiabierto.

Sakura hundió una de sus espadas en el pecho de un guardia para poder coger la tercera daga.

Jayne seguía con la boca abierta cuando se la hundió en el cuello.

𝓛𝓪 𝓔𝓼𝓹𝓪𝓭𝓪 - 𝐒𝐚𝐤𝐮𝐫𝐚 𝐇𝐚𝐫 𝐮𝐧𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora