Capítulo uno. Dos Soles.

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Abrí los ojos, confundido y con un dolor en la parte trasera de mi cabeza en un lugar desconocido, ¿dónde estoy? Fue lo primero que me pregunté, aunque de inmediato supe que éste no era mi lugar de proveniencia, debido a que, jamás había visto dos soles al levantar la mirada al cielo. Decidí levantarme del suelo para darme cuenta de que estaba completamente desnudo. Cosa que dejó de importarme cuando el hedor putrefacto que el ambiente emitía inundó mi nariz, un olor que sólo era comparable a una morgue sin refrigeración; el sentimiento de soledad y el color gris emanaban tristeza pura que inundaba el entorno, también eran características de éste hórrido lugar, aún a pesar como ya dije, haber dos soles brillando poderosamente en el cielo. Caminé durante algún rato siempre cuidando mis pies de no tropezarme o clavarme algún residuo enterrado en el suelo. Alcé la mirada una vez más ya que una sombra enorme me cubría el cuerpo entero, mi sorpresa fue enorme al ver que un gigantesco pájaro (O al menos, lo que creí que era un ave) alzaba el vuelo en lo alto de una montaña igualmente gigantesca. Seguí con la mirada puesta en dicha ave, cuando me percaté que el cielo se tornaba cada vez más naranja grisáceo ya que la noche se aproximaba.

Improvisé un refugio con lo que encontré pues temía lo que esta realidad ocultaba entre la oscura y fría noche; pasé un largo rato pensando en qué es lo que estaba pasando, en por qué en mi cabeza resuena el nombre de Ádenis y en mi mayor inquietud, ¿qué carajo estoy haciendo aquí?, después de pensar y repensar por un buen rato sin darle respuesta a ninguno de mis cuestionamientos, decidí dormir, repitiéndome la frase: "Quizá mañana todo esto esté mucho más claro".

Para mi mala suerte, en medio de la noche, desperté con mi refugio encima de mí, no sabía si era causado por mi mala mano de obra o es que algo o alguien ya conocía de mi estancia en esta realidad, ni tardo ni perezoso, me levanté del suelo aún con sueño y reconstruí mi refugio como pude; de repente oí que algo se movía muy despacio entre los matorrales color oro que rodeaban el lugar en el que me encontraba. Tomé uno de los palos en forma de lanza que se habían roto en la construcción de mi refugio y lo empuñé como mi único método de defensa ante lo que sea que se ocultaba tras aquel montón de hierba, caminé muy despacio acercándome a la potencial amenaza haciéndome mil escenarios en la mente, la mitad donde salía victorioso y la otra mitad donde lo que sea que me estaba acechando devoraba mis entrañas, aún con el miedo emanando de los poros de mi piel en forma de gotas de espeso sudor decidí abalanzarme sobre la amenaza y clavarle mi arma en alguna parte de su entonces desconocido cuerpo; grande fue mi sorpresa al darme cuenta que era una especie de canino que muy seguramente de pie no rebasaba mi cintura; opté por cazar al animal y luego encendí una pequeña fogata, destacé, desollé al animal con una roca que afilé improvisadamente y lo cociné pues, el hambre pudo más que el sentimiento de pena y asco que me causaba haber asesinado a una criatura que mi cerebro apenas podía reconocer y asociar una especie.

Ya con el estómago lleno y la mente funcionando, me convencí de seguir andando por el claro, tomé el cuero del animal al que me comí y me lo até a la cintura para evitar pasar por más frío en mis partes más nobles. Mientras caminaba miré a lo lejos, casi por donde el alba se alzaba y admiré los soles nacientes directamente todo el tiempo que mis ojos me permitían verlos. Una imagen sumamente inspiradora para mí, ver estos dos astros titánicos me evocaron un sentimiento de curiosidad por el mundo en el que me encontraba; tenía que saber por qué estoy aquí y no me voy a rendir hasta averiguarlo.

Con la convicción, la frente y la mirada en lo más alto, emprendí mi peregrinar hacia el este. Después de haber caminado por unas cuantas horas, me detuve un momento pues el cansancio hacía parecer que mis pies se quemaban, me senté en un tronco y me relajé contemplando lo bello que es un mundo sin contaminación, sin edificios estorbando a la vista y sin autos congestionando el oído a cada momento, poco después esa felicidad se transformó en miedo pues recordé que como bien atiné a pensar al despertar en éste lugar, soy la única persona viva aquí, ¿qué sucedió con toda la gente y por qué no hay siquiera ruinas ni vestigios de una civilización?

Decidí continuar para, por lo menos, hallar un lugar menos peligroso para pasar la noche; lo menos que quisiera es que de nuevo me atacase algo en medio de la noche, por ahora, mi misión es construir un lugar donde dormir mientras busco algo de comida para sobrevivir unos cuantos días y que el hambre no sea un problema más agregado a mi lista. Mientras que recolectaba frutos que jamás había visto pero olían espectacular, oí agua fluyendo, lo que me emocionó ya que además de posible fauna marina, por fin podría beber después de casi tres días sin hacerlo. Corrí hasta ver de dónde provenía el dulce sonido del líquido vital golpeando las piedras que danzan con el fluir del río frente a mí; era precioso y cristalino, lo suficiente como para darme la confianza de lanzarme de lleno en él, no sin antes abandonar en la orilla el "taparrabos" que antes había arrebatado de un animal, la sensación era indescriptible, me sentía maravillado simplemente con estar flotando en el agua, tanto que creí que mis miedos y angustias se desvanecían cual suciedad en el agua. Pasé un rato más ahí hasta que comencé a arrugarme y decidí salir, colocarme mi taparrabos y continuar con mi recolección de frutos para mi cena pues no alcancé a ver pez alguno.

Caminé feliz hacia mi improvisado hogar pensando en lo bonito que es este lugar, lo genial que me la paso aquí y eso me asustaba, hace días que mi boca no emite palabra alguna, no tengo contacto físico con alguien como yo. ¿Y si solamente terminé aquí por azar, ¿y si solamente soy el capricho de un ser superior experimentando el poder de la creación?, ambas preguntas carcomen cada neurona sana de mi cerebro poco a poco acabando con mi cordura; ésta noche parece absurdamente tranquila si la miro desde el enfoque correcto, como si algo me meciese y arrullara lentamente hasta hacer casi imperceptible aquella sombra que se acerca a mí cada vez más indiscretamente, como si fuera el responsable de mi somnolencia repentina, ahora ya no importa, quiero dormir, tengo mucho sue...

Desperté en una especie de cabaña hecha de lo que parecía ser cuero pero uno muy diferente al que yo portaba, estaba otra vez desnudo y atado de pies y manos sobre una larga mesa de piedra, aunque un poco oscuro, el lugar parecía ser una especie de un muy rústico laboratorio, algún tipo de sala de investigación rudimentaria con un fin obviamente desconocido para mí, intenté desatarme solamente moviendo mis muñecas de un lado a otro hasta que escuché un grito masculino en un idioma que desconocí, era una voz chillona con un cierto toque de rabia, así intuí que se trataba de una llamada de atención hacia mi comportamiento inquieto, entró a la cabaña y grande fue mi sorpresa al verle la cara, carecía de nariz, tenía largas y puntiagudas orejas, medía un más de metro y medio y tenía perforaciones en muchas partes de la cara; dirigió su mirada hacia mis ojos y pude percatarme que la pupila de sus ojos era alargada y vertical, se acercó a mí y me gritó directamente a la cara, luego cortó las sogas que me sometían y me lanzó ropa que supuse él había fabricado. Honestamente aún no me daba cuenta de lo que estaba ocurriendo, Mi mente dio un vuelco de 180 grados pues sopesé la situación, yo no era el único aquí y, aunque me raptaron, al fin tengo compañía. Me puse la ropa y me acerqué para agradecerle con mímica la cual, por supuesto, él no entendió, pero me pidió que le siguiera.

Caminamos un buen rato y como ya tenía zapatos podía permitirme ir disfrutando más del bonito paisaje que estaba a mi alrededor, pasó un buen rato hasta que vi rastros de civilización: humo, piedras, madera y tallada, caminos hechos paleando nieve, y por supuesto, chozas con gente adentro. Una vez bien adentro de la aldea, todos salieron de sus chozas para mirarme, o más bien juzgarme; alguien que no es de su especie, mucho más alto que los nativos y que venía en calidad de turista (al menos eso quiero creer). Mi captor me llevó con el que supuse que era su líder, es sorprendente que tengan un sistema jerárquico con notables clases aún en lo que parecía una época temprana de su tribu, ambos nos arrodillamos al entrar en la choza de éste líder y él se levantó para tocar mi hombro y pedirme con la mano que me pusiera de pie, haló de mis orejas, mi nariz y mis cachetes sin perforaciones para luego ordenarme a mí y a mi captor que nos retirásemos, cosa que hicimos de inmediato para refugiarnos en la cabaña del mismo, ahí dentro habían cráneos de criaturas más grandes que mi pecho y con tres cavidades oculares, otros con cuernos larguísimos y con colmillos del tamaño de mis manos y lo que más llamó mi atención, una especie de arma con un mango hecho de lo que parecían ser vertebras que eran el doble de largas que las mías, era obvio que su dueño debería ser alguien con más o menos mi estatura y de una descomunal fuerza como para utilizarla en un combate real. Mi captor escribió su nombre en el suelo con un polvo amarillo irritante al olfato, su nombre era V'har y yo le escribí la palabra que había estado rondando por mi mente, Ádenis. Ya presentados, me sentía un poco más cercano a él, después de todo, ahora vivimos en el mismo lugar y con la misma gente, por fin iba a poder dormir tranquilo y, sobre todo, escuchar gente a mi alrededor; un rato después vi a V'har cocinar una especie de ave pequeña, quise ayudarle, pero él me rechazó y me resigné a esperar mi ración de comida.

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