Rosas de otoño

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- ¡Ya me voy tía Ponny, nos vemos en la noche!!!

- Niña, desayuna al menos.

- Me quedé dormida y voy con el tiempo justo, solo me llevo el pan y una manzana.

- Te vas a enfermar niña y tu madrina María y yo nos pondremos muy inquietas.

- No digas esas cosas, mejor dame tu bendición; que la voy a necesitar si Mary Jean o la pedante de Flammy, me ven llegar tarde.

- Eso te pasa por no dormir a tiempo, no te estés desvelando tanto, se que quieres seguir mejorando en tu carrera, pero el cuerpo también necesita que lo cuides. Bueno mi niña mucha cháchara y nada que te vas, que Dios te guíe y cuide

- Gracias tía y trataré de dormir un poco más lo prometo, nos vemos en la noche.

Digo esto mientras voy cerrando la puerta, en serio voy algo tarde y no quiero problemas, ya que esta semana ha sido muy caótica, con la poca cantidad de enfermeras y doctores en los hospitales a causa de la guerra, el trabajo se sobrecarga, aunado a mis estudios para aspirar a un puesto de enfermera instrumentista para asistir durante las operaciones más complicadas, estoy muy atareada; pero tratar de ayudar a las personas a aliviar sus dolores y sufrimientos, y devolverles la salud ha sido siempre mi consigna, quiero hacer por otros, lo que nadie hizo por mi mamá, aquella jovencita ingenua que se enamoró del hijo de sus patrones y que echaron a la calle cuando se enteraron que llevaba un niño en su vientre; trabajó muy duro estando embarazada y eso le pasó factura para cuando me toco venir a este mundo, un parto complicado, sin poder ir a un hospital, casi sin dinero, si no fuese porque se encontró a dos buenas mujeres, cuál sería mi historia, lástima que para mi madre no un final donde me viese crecer; mientras trato de espantar recuerdos tristes, apuro el paso ya que estoy muy cerca y al parecer por algún golpe de suerte llegaré con el máximo de tolerancia al ingreso, bueno tarde, pero no tan tarde; estoy tan distraída que sólo sentí un golpe seco contra algo duro, pero térmicamente tibio, por lo que supe casi al instante que no era una pared, además de ese exquisito olor que sentí antes de caer sobre mis pobres glúteos.

- ¿Se encuentra bien señorita?

- Si, sólo espero no haber ensuciado mi uniforme.

¿Lo primero que escuché es una risa tan varonil y luego una voz tan seductora, que dan ganas de cerrar los ojos y dejarse llevar, a dónde? No se, pero supongo que así se sentían los marineros al oír cantar a las sirenas.

Al levantar mis ojos veo un hombre o es un ángel rubio, de azulados ojos, alto y un cuerpo... con que cara lo habré estado viendo, que desperté de mi trance, sólo cuando me volvió a hablar.

- ¿Señorita, creó que sus prioridades no están en orden, está segura que se encuentra bien?

- Sentir su mano en la mía mientras me ayuda a levantarme, hizo que una corriente corriese por mi cuerpo, ¡wow!, fue tan intenso, aunque supongo que sólo yo lo sentí.

- ¡Si!, digo si; estoy perfectamente bien, gracias por ayudarme.

- Que bueno.

- Disculpe por atropellarlo de esta manera, iba algo distraída.

- No hay problema, es un gusto ser "atropellado" por tan bella señorita.

Juro que mi cerebro hizo un corte y no pude dar respuesta, encima el rubor en mi rostro creo que llego hasta mis orejas.

- William, William, disculpa la demora, tuve un pequeño percance, pero ya estoy aquí, entramos?

- Creo que mejor me retiro, disculpe nuevamente.

- ¿Al menos dígame su nombre?

- William, apurémonos; que vamos tarde a nuestra cita, ¿sí?

Me moví más rápido de lo esperado, ni le dije mi nombre, solo vi que la recién llegada, lo alaba por el brazo, mientras me lanzaba una mirada algo enojada, tomé mi rumbo, ya ni volteé a verlos, el "pequeño percance" me costó llegar después de lo planeado.

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