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"Detesto las despedidas". Le había dicho Barcode a Pond antes de abordar la camioneta que lo llevaría al aeropuerto. Con recelo, evitó el abrazo de despedida del CEO y se limitó a agitar la mano por la ventanilla. Durante el recorrido, la angustia no lo dejaba respirar y el pensamiento de que solo era cuestión de horas para pisar su país de origen, agobio su mente. Era el momento de partir a Bangkok.

Decir adiós para él, era algo complicado.

Aquella palabra le había traído dolor a su corazón poco después de haber cumplido los dieciséis, por eso, cada vez que sus labios tenían que pronunciar esas cinco letras, un nudo en su garganta se formaba y el miedo lo invadía. Jenn, su terapeuta, lo asoció con la traumática muerte de sus padres.

Una noche de viento fuerte y gotas de lluvia agresivas, la sangre de sus progenitores tiñó de rojo el resbaladizo asfalto de la carretera. Lo último que el chico hizo antes de eso, fue besar la mejilla de su madre, abrazar a su padre y despedirlos a ambos con aquella palabra que ahora le era casi imposible de pronunciar. El aroma a claveles blancos, las palabras de consuelo y los gritos desgarradores de su hermana durante el funeral, se mantenían vivos en su memoria.

La primera vez que Barcode tuvo que decir adiós, dolió como el maldito infierno.

Desde aquel entonces adoptó la mala costumbre de no despedirse, hacerlo solo le recordaba aquella tragedia que aún apuñalaba su pecho y por eso lo evitaba. Eso explicaba por qué cuando abandonó Tailandia, con solo una mochila en sus manos, no le hizo falta decir adiós y prefirió irse en silencio.

No tuvo oportunidad de abrazar a sus mejores amigos por última vez, de compartir una cena con ellos o incluso emborracharse. No quería explicar por qué quería marcharse lejos y aunque el desastre de emociones lo empujaban a ser irracional, no quería desaprovechar su oportunidad para comenzar de cero. Lo único que Barcode se permitió hacer fue llevarse todo rastro de él y pedirle ayuda a su hermana para que no hubiera cabos sueltos. Incluso cuando amaba y apreciaba aquellas personas, nunca sintió la necesidad de despedirse.

Sin embargo, ahora que unos brazos rodeaban su pequeña cintura delicadamente y una suave voz le susurraba al oído palabras que su corazón necesitaba escuchar, estaba obligado hacerlo.

Despedirse de Ta, su dulce novio, era algo que no podía evitar.

Barcode solo tuvo una semana para meter tres años de su vida en una maleta y arrastrarlos a Bangkok. Tong se encargó de organizar el viaje y su estadía. Mientras que su novio estuvo a cargo de ayudarlo con el equipaje y mimarlo durante los últimos días. Cuido de él y también lo dejó refugiarse en sus brazos durante las noches.

Para la pareja de once meses, esta era la primera vez que tenían que separarse por más de una semana. La situación a Barcode le causaba inquietud y provocaba que las lágrimas se acumularán en sus ojos. Estaba siendo empujado a separarse de las cosas más buenas que tenía en París, de la persona que había ayudado a recoger los pedazos de su corazón.

–Bebé, ya es hora –le anunció el chico que sostenía su cuerpo, con una calma tranquilizadora. En respuesta, Barcode apretó aún más su agarre mientras negaba con la cabeza. No, no quería. Ta sonrió divertido, llevaba más de media intentando convencerlo de subir en el avión. Lo había acompañado al aeropuerto para asegurarse de que el menor no se escapará, aunque la idea no le molestaba. Él tampoco quería que se marchará–. Si sigues siendo tan jodidamente dulce, no te dejaré ir, cariño.

–¿Ese es tu intento de convencerme para abordar? –se burló el pelinegro, mientras recargaba la cabeza en su pecho. La cercanía adormecía su cuerpo y el sonido de sus latidos callaban la voz negativa en su mente– extrañaré esto –susurro mientras cerraba los ojos. El familiar aroma a lavanda llenó sus fosas nasales y permitió disfrutarlo. Su cuerpo pasó de estar tenso a relajarse. No pensó nada más que en sus sentimientos por su novio.

Lo quería, pero no lo amaba y aun cuando no podía corresponderle, Ta le había entregado su corazón sin esperar tener el suyo de vuelta. Todas las veces que se derrumbó, él estuvo ahí. Limpió sus lágrimas, besó sus heridas y tomó sus manos temblorosas. Se ganó su confianza y después de un año, logró que este le abriera su corazón. Barcode sabía que podía llegar a amarlo, pero, necesitaba más tiempo y el separarse ahora le causaba miedo. No quería perderlo y mucho menos quería lastimarlo.

–¿Y si vienes conmigo? –le propuso el más joven mientras levantaba ligeramente la cabeza para conectar su mirada con la de Ta. Su rostro lucía bien, disimulaba perfectamente las ojeras y el cansancio de los últimos días. El sentimiento de culpa lo invadió mientras que a Ta se le apachurró el corazón cuando notó el brillo lloroso en los ojos de su adorable novio. Había perdido la cuenta de las veces que habían tenido esa conversación, así que nuevamente comenzó a explicar por qué no podía ir con él.

–Me gustaría cariño, siempre te sigo a cualquier parte que vayas, pero esta vez no puedo. Sabes que estoy trabajando para una revista que... –se detuvo cuando vio a los labios de Barcode formar un dulce puchero. Se sorprendió. Era la primera vez que veía al chico de ojos bonitos comportándose tan tiernamente y durante los últimos días se había pegado a él negando a separarse. Le acarició el cabello y continuó –siendo que te comportas tan lindo, te diré un secreto... Pond me dijo que podía acompañarte si terminaba todo mi trabajo en un mes y medio.

–¡¿Qué?! ¡¿En serio?! –el rostro y la voz de Barcode se iluminaron de felicidad.

–Trabajaré duro para estar contigo.

El corazón del chico saltó de felicidad. La idea de que lo acompañara le hacía ilusión. Por su parte, Ta siempre estaba dispuesto apoyar a su chico y verlo tan vulnerable por aquella situación lo mataba silenciosamente. No le agradaba la idea, la detestaba y la preocupación lo había impulsado a negociar, parte de sus días de vacaciones.

–¡Tórtolos, perderemos el vuelo! –escucharon gritar a Tong, quien se había retirado para darle espacio a la pareja.

–Vamos cariño, a Tong le está temblando un ojo del estrés –se burló del mánager, quien ya tenía la cara llena de exasperación. Ambos rieron, pues este había gritado cosas similares desde hace media hora atrás.

Finalmente se separaron.

–Entonces, te veo en un mes... –dijo Barcode, con la voz temblorosa. La preocupación de que las cosas entre ellos cambiaran al regresar de aquel viaje, lo invadió nuevamente. La idea de que su pasado pudiera arrasar con todo aquello que había construido, lo atormentaba. Incluso cuando las palabras de Ta le prometían que todo estaría bien, la ansiedad le susurraba lo contrario.

–... y medio, bebé –agregó este mientras depositaba un pequeño beso en su frente–. Adiós, cariño. Cuídate mucho, llámame y no olvides tomar el medicamento. Si pasa algo, iré inmediatamente.

–Adiós, también cuídate y gracias –le dijo con sinceridad–. Te estaré esperando –prometió Barcode mientras se alzaba de puntillas para besarlo.

La dulce mezcla de sus labios y el sabor de las lágrimas saladas que alguno de los dos derramó, selló la despedida entre sus corazones.

–Iré a tiempo –le prometió Ta mientras lo veía partir, deseando que esté lo esperará como él había dicho. Después de que lo perdió de vista, se permitió derramar las lágrimas que se había guardado durante días.

En el fondo tenía un mal presentimiento.

–¿Confirmaste lo que te pedí? –le preguntó Barcode a Tong mientras se acomodaban en sus asientos.

–Ellos estarán ahí –le contestó con preocupación.

–¿Y él?.

–Es de los principales colaboradores.

–Comienzo a detestar los reencuentros –dijo mientras perdía su vista por la ventana del avión.

Barcode finalmente se dirigía a un destino más incierto que el de hace tres años y aunque Ta prometió llegar a tiempo...

No lo hizo.

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ZAZ hay TaBarcode.

SJSJSJW besitos, actualizando lento pero aquí andamos 😭

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⏰ Última actualización: Aug 16, 2023 ⏰

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