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La primera vez que lo ví, había chocado con él porque no lo había visto y gracias a eso había derramado su jugo en todo su uniforme, sus cosas se habían caído por todo el suelo y apretaba los puños como sí se estuviera conteniendo

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La primera vez que lo ví, había chocado con él porque no lo había visto y gracias a eso había derramado su jugo en todo su uniforme, sus cosas se habían caído por todo el suelo y apretaba los puños como sí se estuviera conteniendo.

ㅡ Fíjate por donde caminas.

Enarqué una ceja al oírlo. El chico parecía menor que yo en edad, porque en estatura le sacaba al menos una cabeza. Su cabello era castaño, casi negro y su piel bronceada y con pecas. Mi Alfa reconoció al chico como un omega, uno al parecer bastante molesto.ㅡ Yo no era el que estaba mirando al suelo ㅡ había respondido yo, mirándolo curiosamente desde arriba.

Entonces él alzó el rostro. Y oh, jodido infierno, la carita más hermosa que había visto nunca. Con sus ojos café cristalizados, unos cachetes pecosos apretujables sonrojados, y poseía unos labios que deberían ser ilegales. Sin embargo, su olor era casi imperceptible, a penas mi naríz podía distinguir su leve aroma a fresa junto con algo que no pude descifrar en ese instante.

Su mirada hacia mí no duró mas de un minuto cuando él estaba agachando la cabeza de nuevo, sus pequeñas manos que formaban puñitos ahora se encontraban temblando.

Se colocó de cuclillas dificultosamente, y una onda de calor salió disparada hacia el sur por verlo casi de rodillas frente a mí, para mi gran decepción, comenzó a recoger sus cosas.

Su olor se intensificó más y mi Alfa me obligó a estar más cerca de él. «Es nuestro jodido omega, idiota, sí no lo reclamas ahora alguien más lo hará»

Tú nombre

Él me miró confuso.

ㅡ ¿Cuál es tu nombre?

ㅡ Sergio Pérez ㅡ incluso su voz podía hacerme doblegar fácilmente sí se lo propone. Él incluso podría hacerme matar a alguien sí se lo llegase de plantear, sólo usando sus encantos que sabía que se estaban guardando.

Dijo su nombre y luego salió huyendo, claramente lo iba a seguir, pero observé que había un frasco que no había recogido.

Supresores.

No lo volví a ver en el instituto hasta casi tres días después, y como sí mi mente hubiese regresado de la laguna mental en la que se encontraba, lo comprendí, Sergio había entrado en celo justo el día en el que lo conocí y yo me había quedado con sus malditos supresores. Mi Alfa me recriminó todo el día, puesto que cualquiera podía pasarse de listo con él, sin embargo, estábamos en Red Bull, el instituto privado con más seguridad que una cárcel, pero de igual, los Alfas que estudiaban ahí hubieran encontrado los medios para colarse en sus pantalones.

Fue un alivio para mí verlo conversando con dos omegas animadamente, y decidí incluirme en su ambiente sólo para inspeccionarlo de cerca y confirmar sí era o no, mí omega. Entonces me enteré que todo el mundo lo creía beta, por su personalidad tosca y por no poseer aroma, y me pregunté por qué no quería que supieran que era un omega. Sí yo fuese omega no dudaría en usar mis encantos para conseguir lo que quiero, aunque bueno, era Alfa y me iba bien con eso.

AlphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora