—¿Y bien? —preguntó el director con tono autoritario; no se notaba para nada simpático. Es increíble creer que hace unos momentos estaba bailando la canción "Single Ladies" de Beyoncé con otros profesores en la pista de baile.
Mi corazón latía desbocado; pocas cosas me alteraban o asustaban. La oficina del director era una de ellas, y ese teléfono negro que reposaba en su escritorio junto a la gran lista de números de teléfono de los padres hacía sudar frío mi trasero y manos. Sentía un nudo en el estómago y las manos me temblaban ligeramente.
Debí haber pensado antes de hacer lo que hice, pero ¿qué hice exactamente? ¿Es tan grave como lo estoy imaginando o simplemente estoy siendo dramático? ¿Qué pensará mamá cuando se entere? No quiero enfrentarme de nuevo a una de sus caras de decepción.
Debería empezar desde el inicio para situarlos en contexto y que así puedan disfrutar de este pequeño chisme que me fascina contar, ya que es la historia de cómo lo conocí.
Todo comenzó con su llegada. Creo que tenía unos 9 o 10 años cuando una nueva familia se instaló en la casa de al lado, la misma que pertenecía a la Sra. Hutcherson. Mi familia era muy cercana a ella. Recuerdo el aroma a lavanda que siempre impregnaba su casa y cómo su voz suave y cálida me tranquilizaba cuando estaba preocupado. Debo admitir que su partida me afectó como la de un familiar más. Sentí un vacío en el pecho cada vez que pasaba por su casa vacía, como si una parte de mí se hubiera ido con ella. Ella era de origen español y tenía un bufete de abogados. La llegada de los Hutcherson a Inglaterra se debió a esta razón; ya no había nadie a cargo, y los señores Hutcherson no podían gestionar el lugar a larga distancia como lo habían hecho tiempo atrás.
La Sra. Hutcherson era una parte muy importante de mi vida. Con su cabello canoso siempre recogido en un moño y sus gafas que descansaban en la punta de su nariz, parecía una enciclopedia viviente. Cuando era pequeño, solía recurrir a ella para todo, desde consejos sobre la vida hasta ayuda con mis deberes escolares. Admito que aún lo hago, con la diferencia de que no tengo el mismo privilegio de ir a la casa de al lado para preguntarle si debo ponerme una camisa de cuadros rojos o azules. Siempre sentí algo de envidia y celos cuando me hablaba de sus nietos. Suena mal cuando lo digo, pero mi yo pequeño solo quería ser el único nieto, quizás porque mis hermanos mayores no tenían ese trato encantador y especial, ese vínculo que ella tenía conmigo.
Lamentablemente, ella ya no estaba. Decirlo en voz alta me dolía demasiado, como si cada palabra fuera una espina clavándose en mi corazón. Solo podía pensar en una cosa: ¿Quién me ayudaría con todo ahora? Me sentía perdido y solo. Pero un día, ese día, los conocí.
Estaba jugando en el patio de mi casa, el sol calentaba mi piel y el sonido de los pájaros llenaba el aire. Como siempre, estaba solo. Mis hermanos mayores estaban tan sumidos en sus cosas que ni siquiera notaban mi existencia, y papá y mamá estaban bastante ocupados con su trabajo. Ya me había acostumbrado, así que no me afectaba demasiado.
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A mi lado
Teen FictionHayden, un chico de 17 años, alto, de cabello rubio y deportista, tenía toda su vida planeada. Estaba profundamente enamorado de su vecina Ivy, una chica algunos años mayor que él, con una belleza innegable. Aunque no habían tenido mucha interacción...