10. GIA

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En cuanto me enteré de que íbamos a pasar el verano en Altea bajé al trastero a buscar todas mis maletas, obviamente estaban llenas de polvo, la última vez que las utilicé fue para ir allí, o sea que imaginaos si tenían polvo. Hemos hecho más viajecitos, pero muy cortitos, con bolsas de mano y mochilas fue más que suficiente, no era necesario llevarnos los maletones que podía caber yo misma dentro. Salí fuera y la sacudí con todas mis fuerzas una y otra vez, mientras tosía y estornudaba porque el polvo me causaba un poco de alergia. Tenía que hacerme la maleta y eso me iba a demorar mucho tiempo, conociéndome, mejor que empezara ya. La ropa era algo que adoraba, en mí día a día siempre intentaba ir con looks que me gustaran o mejor dicho que me encantaran. Yo no buscaba el look considerado 'correcto', sino el look perfecto para mí. La ropa era mi modo de sentirme bien, necesitaba la ropa para expresarme y sentirme a gusto. Me podía tirar horas y horas probándome ropa, y creo que las Apps de Inditex era lo que más actividad registraba mi móvil. Estuve horas y horas eligiendo looks con los que fuera a estar cómoda y divina durante los dos meses de verano. A pesar de que mis padres tuvieran dinero, yo adoraba comprar en rebajas, jamás utilizaba ropa de marca (salvo regalos de mis padres), yo siempre prefería ropa normal e incluso me paseaba por mercadillos, tenían ropa preciosa.

Aún recordaba los puestecitos de la plaza de Altea, e incluso las tiendas que había por sus calles, me encantaban los vestidos veraniegos que vendían, y cuando era pequeña soñaba que de mayor compraría muchos. Ese momento había llegado, pensaba ir y comprar unos cuantos, nada me hacía más ilusión, o bueno, quizá había algo que sí.


Mi padre dio su último aviso, salíamos en diez minutos rumbo a mi paraíso, ¿o mi pesadilla?...

-- ¡Gia nos vamos! – las palabras de mi padre se escucharon bien fuertes, y con su vozarrón grave tan particular. Justo cuando estábamos metiéndonos en el coche mi cabeza recordó que se me olvidaba algo. Salí corriendo a buscarlo y mi padre se puso de lo más nervioso, no quería que llegáramos de noche, pero eran dos minutos, solo dos minutos.

-- ¡Voy papá, es solo un minuto, por favor! – gritaba, mientras corría subiendo las escaleras de mi casa.

Necesitaba coger lo que había olvidado, no estaba segura de ello, pero por el camino decidiría qué hacer finalmente.

Agarré el folio en blanco, doblado por la mitad, y me lo guardé en el bolsillo trasero del pantalón. Cuando ya lo tenía bajé corriendo, apenas habían pasado tres minutos.

Me había recogido mi pelo largo castaño clarito en un moño despeinado. Esa mañana decidí ponerme un peto corto beige con florecitas, bien cuqui, y unas sandalias también beige, que me sujetaban bien el pie. Aún recordaba lo que era andar por Altea y pensaba ir a dar un paseo nada mas llegar. Por supuesto, llevaba mi bolsito 'Jacquemus', regalazo de mis padres por las notas que había sacado ese curso. En ropa no me veréis marcas, pero en bolsos, alguno que otro sí.

En resumen, iba monísima para llegar a mi sitio favorito.


Pusimos rumbo a Altea, Alicante, nos esperaba cuatro horas y media de viaje. Estuve todo el camino pensando, tenía la cabeza apoyada en la ventana y mil pensamientos a la vez. Me vino a la cabeza el recuerdo del último momento en el que estuve allí. Cerré los ojos y podía sentir el olor de aquella ciudad, todos los recuerdos bonitos que había echado de menos cada día durante estos cuatro largos años que no habíamos ido, pero lo que más pude sentir era la sonrisa de ese niño que tanto extrañaba. Tenía la sonrisa de Oliver en mi cabeza, su felicidad constante, sus palabras bonitas y el último beso que nos dimos, bueno que le dí. Sonreí disimuladamente al recordar aquello, pero en silencio para que mis padres no se dieran cuenta de que mi cabeza estaba a mil por hora con recuerdos que jamás pude borrar.

Agárrate fuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora