Pobre Alicia. Desde la muerte de tu madre hasta la transformación de tu mejor amigo, la reina de corazones ha manchado de carmesí todo lo que has querido. Que tierna tu ignorancia, querida Alicia, que pensaste que seguir persiguiendo al conejo blanc...
Recordaba que aquella noche de hace cuatro años sintió más frío del usual, pues no importó que llevara encima el abrigo de su padre ni que la calefacción dentro del auto de policía estuviera encendida; nada calmaba la sensación de que el calor se le escapara del cuerpo con cada exhalación que daba. Además, no mejoraba en nada el terrible dolor en su cuello vendado y su desconexión a lo que pasaba a su alrededor.
Aún aturdida por lo que había sucedido, miraba a través de la ventana polarizada como los policías acordonaban aquella casa que ahora solo desprendía el ligero dulzor que percibía de la sangre humana y los remanentes de un aroma extremadamente dulce que preferiría nunca haber conocido. Nuevamente, se llevó el algodón que tenía hacia sus fosas nasales, tratando de que el olor a alcohol se sobrepusiera sobre esos aromas que solo ella podía percibir.
Entonces, un ligero golpeteo en la ventana la llevó a voltear hacia al otro superviviente de aquella tragedia.
Pronto, la respiración de la azabache se aceleró de solo visualizar la sangre que aún manchaba el cuello del pequeño Kiryuu y el perfume dulce que ahora desprendía de él. Quedó paralizada totalmente y al recapacitar en su reacción, la culpa cayó sobre ella como un balde de agua fría.
—No es necesario que abras, Himeko. Con saber que me escuchas, es suficiente —había hablado con ese cariño con el que siempre la trató, estrujando más su corazón—. Dadas las circunstancias, se decidió que me iré a vivir con el señor Cross... Antes de marcharme, quería despedirme de ti. No quiero que te culpes por esto y recuerda que cada vez que mires la luna, yo estaré haciendo lo mismo.
Hubo unos largos segundos de silencio entre los dos, solo rellenado por las voces de fondo de los adultos discutiendo sobre lo sucedido y contactando a la Asociación de Cazadores para que tomara cartas en el asunto. En eso, una entrecortada voz se escuchó del otro lado de la ventana polarizada, sorprendiendo al joven albino.
—Prométeme que te comunicarás conmigo. Ya sea que me llames o me escribas, quiero seguir sabiendo de ti, Zero —una suave sonrisa se dibujó en el rostro del nombrado, queriendo como nunca abrazar a su pequeña azabache y secar las lágrimas que estaría derramando en soledad.
—Por supuesto.... —una voz se escuchó a lo lejos, reconociendo ambos que se trataba del señor Cross que llamaba al albino para partir— Adiós, Himeko.
—Cuídate mucho, Zero...
Aquel nuevo vampiro se alejó del auto de policía sin mirar atrás y la futura cazadora no se atrevió a verlo partir.
Recordaba que aquella noche hizo más frío de lo usual y ni la calefacción ni el abrigo de su padre pudieron devolverle el calor que perdió.
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Parecía que nadie se enteraría de lo que había pasado. Dado que el director se había encerrado en su oficina en el edificio principal con varios documentos por revisar, Yuuki pudo aprovechar la confianza que se le tenía para intentar saciar la sed de sangre del Kiryuu con la suya propia. Había tenido mucho cuidado que nadie del turno nocturno notara su ausencia como delegada, especialmente, por aquellos dos cazadores que rondaban en la academia.