CAPÍTULO 5- LA CORONACIÓN

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 Hoy es el día en el que oficialmente me convierto en Reina de Inglaterra.

Charlotte me ayuda a estar lista para el gran día. Primero, me ayuda poniéndome el vestido diseñado especialmente para hoy: beige con brocados y bordados en oro. También tiene encajes en las mangas y una pequeña rosa en mitad del corpiño. Mientras Charlotte me arregla el pelo, sigo repitiendo las palabras que debo decir en mi juramento. No puedo permitirme fallar, ni siquiera un pequeño error. Mi reputación como monarca está en juego y no puedo permitirme causar una mala primera impresión. Emoción, miedo, ansiedad. Eso es lo que siento en este preciso momento, una mezcla de sentimientos que se hace difícil de explicar.

—Su carruaje está listo, Su Alteza —me anuncia un sirviente. Mi madre y Lizzie me esperan en su carruaje.

Raramente se usaba el Carruaje de Oro, solo para ocasiones especiales como ceremonias de matrimonio o coronaciones.

Cuando llego a la Abadía de Westminster, comienza la ceremonia y todo sigue como lo planeado. Pronuncio mi juramento y soy ungida con Aceite Sagrado. Después de eso, me envuelven con la capa y por último, el Arzobispo de Canterbury coloca la corona en mi cabeza. Cuando al fin se posa sobre ella, empiezo a recibir homenaje de mis súbditos, aunque no me guste usar esa palabra.

La ceremonia acaba con una procesión final y luego vuelvo al Carruaje de Oro mientras oigo a la gente en las calles gritar "¡Viva la Reina!". 

Suspiro. "Todo ha ido como lo esperaba" pienso mientras nos dirigimos al palacio para la celebración. Todo el mundo se acerca ofreciendo una reverencia y felicitándome mientras que yo solo sonrió y agradezco.

"Me prometió que vendría..." pienso para mí misma mientras miro alrededor intentando encontrarle. Sé que solo la aristocracia y algunos amigos cercanos han sido invitados pero el Sr. Stillington fue invitado especialmente por mí y debería estar aquí, además de ser el artista de mi nueva escultura que pronto debo exponer. Sigo socializando con los demás hasta que lo veo entrar en la sala.

—¿Me disculpa un momento, por favor? —preguntando educadamente al Duque de Gloucester y me abro paso dirigiéndome hacia Harry.

—¿Así que te has dignado a aparecer...? —pregunto con una sonrisa.

—Nunca rompo una promesa, Su Majestad —responde con una sonrisa y se inclina haciendo una reverencia.

—No empecemos...

—No esperará que la tutee en medio de esta multitud, ¿verdad? Imagine que clase de imagen daría. —murmura él.

—¿La de unos buenos amigos?

—Si no fuera por la diferencia social... —Harry se encoge de hombros.

—¿Es que no puede la monarca tener amistades que no pertenezcan a la aristocracia? De hecho, si le soy sincera, lo prefiero así.

Al cabo de la charla con él, contándome además el proceso de la escultura, me dirijo al centro de la sala.

—Damas y caballeros, como bien sabéis, es tradición en mi familia el tener una escultura nuestra. Y por mucho que me hubiera gustado que fuera en honor a mi padre, sé que en el fondo él no lo habría aceptado, así que no tuve más remedio que solicitar una de mí misma para este día tan especial. Por favor, déjenme revelarles este busto que marcará una nueva era.

Todos los invitados se acercan expectantes. Agarro una pequeña cuerda dorada y tiro de ella revelando la escultura. La sala se llena de sonidos y gestos de asombro por parte de los invitados. Miro con atención la escultura y puedo notar los pequeños detalles. Dirijo mi mirada hacia Harry, quien estaba un poco más alejado de la multitud y le dirijo una sonrisa haciendo que él me sonría de vuelta. Le hago una seña para que se acerque.

El Reino del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora