Parte 16

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Solo me dejaron volver al trabajo a las dos semanas en cama. Sonreí cuando me dieron el alta médica pero por dentro estaba de mal humor. El atraso iba a ser mortal. No me veía ninguna manera que me recuperara hasta que llegara la protagonista.

-No más de tres horas -me amenazó el médico -. Los campesinos me dirán si cumple mi orden. No me quiera hacer enfadar, señorita Rossi.

Asentí, apenada. No veía ninguna manera de desobedecerlo.

Me aferré al cuello de Afith, porque estaba acostumbrada a su velocidad con el caballo. Pero todavía le daba pena a pesar de haberlo vendido a la ama de llaves. Me llevó con un trote ligero por el camino hacia los cultivos del pueblo. Me solté y disfruté del paisaje invernal. Pero fue Afith el que se aferró a mí y sus largos brazos me rodearon la cintura. Alcé el rostro con curiosidad hacia su barbilla afeitada.

Llevaba varios días cuidando de su aspecto y todos estaban sorprendidos. Algunos incluso teorizaban de que había perdido una apuesta.

Afith se inclinó hacia mi rostro con sus ojos amarillos peligrosos.

-¿Cómo debería castigarte? ¿Sabes lo que tuve que pasar por tu traición? Todos saben los legendarios regaños de esa mujer tan horrible.

Pestañeé con inocencia, la única arma que conocía. Pareció funcionar porque Afith dejó caer el rostro y se limpió su mejilla en mi hombro haciendo sonidos roncos con la garganta. Me recordó cuando los gatos pedían cariño a sus amos.

Sin embargo, se recuperó rápido y empezó a gruñirme quejándose otra vez de haberlo vendido a la ama de llaves. Le acaricié el cabello puntiagudo húmedo por los copos de nieve y se calló otra vez. Entrecerró los ojos pero se dejó acariciar unos minutos en completo silencio.

-¿Me está tratando como si fuera un perro?

-Como un gato -confesé -¿Funciona?

Afith no contestó al momento. Luego retiró mi mano.

Yo me volteé y miré hacia los árboles cubiertos de nieve y de hielo porque no me gustó su mirada.

-Soy un hombre -dijo con voz grave -no una mascota, recuérdalo.

Asentí, intimidada de sus ojos salvajes. Pero cuando llegamos al muro y me bajó del caballo ya tenía su sonrisa burlona y empezó a molestar a los guardianes.

Si salvar a unos niños indefensos me dio popularidad entre los lugareños, salvar a su señor a riesgo de mi propia vida fue lo máximo que podía aguantar esos buenos corazones.

Mucha gente vino a llorarme conmovidos por lo que hice.

-Si hubiéramos perdido a nuestros señor Ravensong, todos hubiéramos perecido. Se lo agradecemos desde el fondo de nuestra alma.

No estaban exagerando. Como era el único Ravensong, si moría, los señores vecinos se repartirían esas tierras y todos serían esclavizados. Y el aumento de las maldiciones sería considerable sin su lucha en exterminarlas. Todos perderían sus hogares en poco tiempo.

Acepté las buenas palabras pero me excusé para poder trabajar cuanto antes.

Cuando pasaron las tres horas exactas, ni un segundo más, todos sincronizados me señalaron el caballo para que me fuera. Mentí como una bellaca y dije que el reloj estaba adelantado y Afith me cargó como un saco de papas para llevarme en el caballo.

-¿Qué voy a hacer todo el día en esa mansión? Ahí no soy necesaria.

-Bucate la vida - dijo Afith, tan cruel como era -pero aquí no vas a estar.

El pecado de la villana [FINALIZADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora