En lo profundo de la noche, una tormenta caótica se desata con una furia desenfrenada. Las nubes negras se aglomeran en el cielo, retorciéndose como serpientes gigantes en una danza tempestuosa. El viento aúlla con una fuerza sobrecogedora, sacudiendo los árboles y arrastrando consigo hojas y ramas.
Relámpagos deslumbrantes rasgan la oscuridad, iluminando el paisaje con destellos eléctricos que parecen desafiar la misma noche. El trueno retumba en un estruendo ensordecedor, vibrando en el aire y agitando los corazones de aquellos presentes en esa diminuta "Aldea" tomada por manada. La lluvia cae en ráfagas torrenciales, como cuchillas afiladas que golpean el suelo con violencia.
En medio de esta vorágine desencadenada, en una pequeña cabaña iluminada por parpadeantes velas, Poseidón pierde lentamente la batalla contra las insoportables contracciones. El viento se cuela por las rendijas, susurra en su oído como un presagio salvaje. La luz intermitente de los relámpagos ilumina su rostro, reflejando el dolor puro en sus preciosos ojos azules.
Los truenos retumban en perfecta sincronía con los gritos de dolor del Omega, mientras la tormenta parece bailar alrededor de su cabaña. El agua que se filtra por las goteras se mezcla con el sudor de su frente, creando una sinfonía caótica de vida y naturaleza en su interior.
Quizás debe esperar un poco más a la llegada de Ilitia, la matrona que traera a su cachorro al mundo aunque no creé soportar más el dolor que siente en sus entrañas al momento, arquea su espalda, recargando su cabeza en la almohada de su cama mientras grita una vez más, gritos de puro dolor que probablemente el resto de la manada puede oir pero no pueden socorrer gracias a la tormenta que se desata.
Entierra sus uñas en las sabanas de su cama con tal fuerza que las desgarra, estando en la soledad de aquella cabaña.
Oh cierto; Esta solo.
Parece que la suerte no es algo que lo persiga, el resto de Omegas han dado a luz rodeados y atendidos por otros Omegas aunque claro; La situación no es que favorezca a Poseidón, pero apuesta que aunque fuera un día soleado solo sería acompañado por Anfitrite e Ilitia.
Repentinamente un dolor en su vientre bajo recorre todo su cuerpo, olvidando todo lo relacionado con las preocupaciones más allá de su parto, muerde sus labios con la fuerza para desgarrarlos y decide en un momento de claridad en su mente turbiada por el continuó sufrimiento que implica traer otra vida al mundo.
Dara a luz ahí mismo, solo con el apoyo de las velas y la tormenta callando sus gritos.
Pronto el escenario se vuelve aún más caótico, privado de la normalidad; La sangre escurre y mancha las sabanas mientras Poseidón toma la suficiente fuerza para pujar una última vez, sintiéndose desfallecer ante el dolor de las contracciones.