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Era un día de escuela normal, aunque desde que se había levantado no podía encontrar comodidad alguna.

Desde que despertó un intenso sentimiento de presión en su pecho lo ahogaba, sentía que era algo difícil respirar y el mareo era constante en su pequeño cuerpo por un olor constante que sentía a rosas aunque el no usara perfume.

Nat con solo 17 años estaba en medio de su clase de Ciencias cuando sintió ganas de vomitar. Sin importarle si tenía el permiso o que pensaran los demás simplemente se levanto de su asiento y corrió hasta el baño más cercano a devolver lo que el suponía era su desayuno hasta que vio un montón de pétalos de muchos tipos de rosas, entre rojas y amarillas salir de su boca.

Su movimiento no paso desapercibido, su mejor amigo lo había notado desde esta mañana y no paro de preguntarle si tenía algo mal, por lo que no se le hizo extraño que James llegará unos minutos más tarde a ver que había sucedido.

Todo bajo la intensa mirada de un chico alto de cabello negro que apretaba sus puños evitando levantarse.

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El joven Nat era un chico al que fácilmente podrían llamar el nerd del curso, era extremadamente aplicado, puntual, honesto y pequeño en comparación a sus compañeros que ya pasaban del 1.70.

Estaba en su último año de escuela y estaba perdidamente enamorado de su amigo de la infancia Max.

Habían crecido juntos, pues eran vecinos, sus casas estaban justo al lado de la otra, sus padres eran grandes amigos y prácticamente eran demasiado cercanos para ser cierto, desde las fiestas infantiles hasta los primeros días de escuela siempre fueron compartidos para ambos, realmente el cariño que se tenían era genuino, al menos para Nat lo era, o incluso era más que eso para el menor de los dos.

No sabe en que momento termino por enamorarse de Max pero venían siendo años ya, no sabe si fueron sus gestos de cariño con el, su cabello negro, su altura, su cuerpo o la manera en la que lo podía entender tan bien fuera el problema que fuese.

Nadie lo trataba como Max, nadie era como Max y esas señales simplemente terminaron por enredar a su pequeño corazón, lastimosamente no fue como el lo soñó alguna vez.

Cuando se confesó cuando tenía 14 y tomo toda la valentía para contarle a Max lo que sentía fue rechazado sin cuidado alguno.

En algún punto pensó que era su edad, su género, su forma de ser, tal vez era todo de el que Max no encontraba atractivo pero jamás sabría cual era la razón, pues el mayor a partir de entonces se distanció de el. Aún así, su enamoramiento nunca se fue.

Igual Max realmente no se fue de su vida, aún se veían por culpa de sus padres, pero jamás hablaban. Max fue a visitarlo y lo acompaño llenándolo de abrazos cuando su abuelo murió, incluso lo consoló cuando lloró por ser rechazado de su universidad soñada, se quedo en su habitación hasta la mañana siguiente para asegurar que estuviera bien pero tampoco eran la amistad que eran antes.

A este punto, cuando ambos ya estaban a nada de graduarse y comenzar la universidad sabía de Max lo mismo que sabía todo el mundo, que era el mejor jugador de baloncesto del equipo, que sus notas no eran las mejores pero podría defenderse, seguramente tenía una novia y que tenía media escuela enamorada, el incluido.

Por eso le sorprendió cuando encontró a Max sentado en la acera del parque fumando esperando por algo.

Nat seguía mareado, las ganas de vomitar venían de cuando en cuando, pero al ser el nerd que era no pensaba en perderse las clases hasta que su madre lo llevará al doctor.

Nat siguió la regla no escrita que ambos tenían, jamás hablaban a menos que sus padres estuvieran ahí, por ello camino en dirección a su casa y no se detuvo a preguntarle a Max que hacía, a quien esperaba y mucho menos desde cuando había comenzado a fumar. Simplemente continuo sus lentos pasos hasta que alguien tomo su brazo.

Hanahaki - MaxNatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora