lautaro martinez 💋

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"El toro" irrumpió en su departamento con una mezcla de frustración y enojo palpable, como si las emociones del partido lo acompañaran en su camino. El primer tiempo había comenzado de manera prometedora; su rendimiento había sido impecable, pero todo cambió abruptamente cuando fue expulsado por una pelotudez que no se explicaba.

—La re concha puta —murmuró, lanzando sus pertenencias al sillón con un gesto de bronca.

Ailén, su novia, apareció en el umbral de la sala, observando cómo el caos se desataba a su alrededor. Con un aire de calma, se acercó y se sentó a su lado en el sofá. Apoyó la cabeza en su hombro y carraspeó suavemente, intentando captar su atención sin presionarlo demasiado después de un día tan intenso.

—¿Qué pasó, amor? —preguntó, su voz suave contrastando con la tormenta de emociones que lo rodeaba.

—Tengo algo que decirte, y es una sorpresa que seguro te va a aliviar un poco el humor —respondió ella, con un tono optimista.

Él la miró con desconfianza, consciente de que su paciencia estaba llegando a límites críticos.

—No me la hagas larga, porfa. Tuve un día de mierda y la paciencia que tengo es poca —se quejó, su expresión mostrando la tensión acumulada.

—Si ya sé, mire tu partido.

Se alejó un poco de él, buscando el espacio adecuado para bajarse la calza que llevaba puesta. Con un giro sutil, le mostró al jugador el nuevo tatuaje que se había hecho esa misma tarde con un amigo. Estaba bastante orgullosa de su reciente adquisición y se imaginaba que a Lautaro le gustaría.

La mirada del futbolista se desplazó entre ella y el tatuaje repetidamente. A medida que sus ojos recorrían la imagen grabada en la piel de su novia, la vena en su frente comenzó a marcarse, un claro signo de la tensión que se acumulaba en su interior. Si antes su expresión era seria, ahora se había vuelto aún más sombría. Lautaro no podía evitar que su mente divagara en pensamientos oscuros, consciente de quién había estado presente durante esa sesión de tinta.

Lautaro apretó los puños, intentando contener el enojo que se iba acumulando con cada palabra de su novia. Ailén, por su parte, cruzó los brazos con una actitud desafiante, su escote pronunciado acentuado por la postura defensiva. Había esperado que la reacción del jugador fuera otra, que él se alegrara o al menos mostrara algo de entusiasmo por el tatuaje. Pero en lugar de eso, la situación había escalado hacia un conflicto.

—Quiero pensar que no te lo hiciste con el pajero ese, ¿no? —soltó el jugador con una mezcla de rabia y celos mal disimulados.

Ailén lo miró con incredulidad, la frustración clara en su rostro.

one shots - scalonetaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora