Capítulo 4

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Parte 1

Después de haber caminado alrededor de cinco horas desde que saliera el sol, el grupo de cuatro jóvenes, finalmente había conseguido llegar al valle en el que tenían planeado hacer su descanso.

—Ahhhh... ¡por fin! —Aiko se echó a correr hacia el río.

—Creo que este es un buen lugar para poder comer —comentó Hana.

De esa manera, a partir de ese momento, comenzó su pausa del viaje, aunque básicamente las provisiones que llevaban consigo consistían en productos elaborados a base de harinas, como panes, galletas o algunos pasteles, fue suficiente para satisfacer su hambre.

Luego de su comida, permanecían descansando por casi un par de horas.

—La corriente del río está bastante tranquila —refirió Aiko, mientras lo observaba, aún sentada sobre la hierba.

El punto que habían elegido para sentarse a comer, era la orilla del río, y desde luego, tenían una hermosa vista del lugar.

—Quién iba a decir que al fondo de estas montañas hay un lugar tan agradable —comentaba Hana, observando los alrededores.

Milo se encontraba recostado en la hierba, con la cabeza apoyada en sus manos, y con los ojos cerrados, mientras las jóvenes seguían conversando.

—Cuando veo el río, tan cristalino, me dan ganas de entrar un rato —refirió Aiko.

—Es verdad —agregó Ireth, acompañando con una sonrisa lo dicho por la pequeña.

—¿Ya olvidaron por qué estamos aquí? —en ese momento, Milo las interrumpió, mientras se mantenía recostado, y aún con los ojos cerrados. —Si ya descansaron, deberíamos continuar.

—Bruhh... que aguafiestas —murmuró Aiko, haciendo un gesto de decepción.

—Milo tiene razón —intervino Hana—, creo que ya deberíamos seguir con nuestro viaje, si demoramos más tiempo del previsto podríamos quedarnos sin comida y sería un gran problema.

—¿Ehh? ¿Tú también? Bueno, ya que.

Aiko buscaba con la mano, algo alrededor suyo.

—¿Mmm? Ehh... Hana ¿podrías pasarme mi bolsa por favor?

—¿Bolsa? No la tengo.

—Entonces... ¿Ireth? —volvió a preguntar la pequeña de cabellos negros.

La joven elfo negó con la cabeza.

—¿Eh? Entonces dónde...

Mientras buscaba ahora, viendo en varias direcciones, finalmente pudo encontrar la bolsa a la que se refería, pero había un detalle.

—¿¿Mm?? ¡Ahí está! —señaló con el dedo, hacia un lado, justo donde se encontraba un ave sosteniéndola con las garras.

En ese momento, el ave alzó vuelo llevándose consigo la pequeña bolsa.

—¡No espera! —Aiko trató desesperadamente de atrapar al animal, pero no pudo.

Con aleteos rápidos, el ave iba cruzando el río hacia la otra orilla.

—N-No puede ser, ¡debemos ir tras ella! —exclamó la pequeña.

—Olvídate de eso, ya es hora de irnos —respondió Milo, comenzando a caminar.

—¡No! ¡En esa bolsa llevo todos los sellos! —volvió a enfatizar Aiko.

Esta vez, su desesperada afirmación puso en alerta a los jóvenes, incluido Milo. Los sellos mágicos eran herramientas de apoyo de alto valor de uso, así como de dinero. Son de los pocos objetos que nadie podía darse el lujo de perder.

Astra Vol. 06Donde viven las historias. Descúbrelo ahora