Canciones.

Antecedentes.

Como había dicho antes, esta historia no empieza en un día (como si tratara de la vida después de un gran incendio o del apocalipsis).

Estaba hablando de lo que ''él'' significó en su vida. Nada bueno, en un principio. Ella no era lo suficiente madura para llevar una relación, y después de satisfacer cada cosa que él quiso, intentar cambiar y sufrir (en lugar de intentar ser feliz. Había encontrado algo que sofocaba la aplastante y dolorosa realidad en la que vivía, y quería mantenerlo), la dejaron. Hablemos de rupturas. Son dolorosas, en todos los casos, y normalmente cada vez se sufre menos. No fue su caso. Ella sentía estar cayendo en un abismo, y sentía la oscuridad como algo material. Le rozaba la piel con sus tentáculos, dejando una sensación de cosquilleo agradable, y después la asfixiaba. Cuando sentía que había dejado de respirar, ya no era dueña de sí misma, sino un mero espectador de su lenta destrucción. Finalmente, dio con el final del abismo, y es ahí cuando empieza lo que quería contaros.

¿Qué se siente al estar en el fondo del abismo? Es sencillo; nada. Puede que estuviera viva, pero no tenía porque sentirse viva, de hecho, no sentía nada. Todo lo que la había dañado durante tanto tiempo era parte de su vida, de su rutina. Entonces, perdía importancia. Ni tan si quiera el dolor físico le devolvía su antigua forma de sentir. Para ella, ya nada era igual, ya nada significaba nada. Se puede pensar que eso es bueno, pero no vivir es lo mismo que estar muerta. Ella ya no era capaz de cambiar, o de evolucionar; estaba muerta, de algún modo.

Pero los días de invierno acabaron, y la luz ya podía entrar en el abismo; tenue, quizá, pero era algo por lo que empezar. Poco a poco fue volviendo a su ser, aunque, sin embargo, nunca volvió a ser la misma.