Canciones.

1. Una banda sonora para vivir.

Ella siempre huía haciendo como que los problemas no existían, aunque cuando la mayor parte de la propia existencia de una persona supone problemas se vuelve realmente difícil.
Pensó en ello, hasta que decidió que ni si quiera soportaba vivir dentro de su propio cuerpo, y ahí fue cuando surgió la idea, y los cambios.
"Que mejor que dejar de ser yo, en vez de odiar en lo que me he convertido".

Y fue ese día, el del gran cambio, cuando comenzó a vivir:
No había hablado a su madre de la situación en la que se encontraba, pero si que había intentado razonar con ella algunas de las cosas que tenía en mente. Claro que Denisse sentía un odio hacia su propia madre imposible de disimular, así que cada palabra que le dirigía era a regañadientes, y siempre tenía un deje de desgana y resentimiento, de lo que cualquiera que escuchase se podía dar cuenta.

-Habia pensado que ir de compras podía estar bien -Le dijo, intentando ser consciente de cada cosa que decía, de controlarlo. -, sabes que he estado baja de ánimos últimamente.
-No es razón para gastar un dinero que no es tuyo -A veces sus respuestas eran tan obvias... -, y no tengo porque coger el coche porque la niña se halla cogido una rabieta.

La madre, como la hija, y demostrando una falta de madurez de la que ella no era consciente, hablaba con ella como si estuviera escupiendo veneno. Sólo que ella lo hacía adrede, confiada de su criterio, el cual le decía que debía responder el odio de su hija con más odio. Aunque estaba obviamente equivocada; ahora vivía en un círculo vicioso.

-No hace falta que seas así siempre, pero como quieras. Sólo te digo que no voy a permitir que arruines esto también. (Denisse tenía la costumbre de comentar datos sueltos de algún tema en concreto, que habrían tenido sentido completo si el receptor conociera ese tema, pero que al no conocerlo sólo provocaba preguntas y confusión.)

Se fue corriendo a su habitación con lágrimas en los ojos, dando la razón a su madre. Puede que no tuviera pies ni cabeza, pero esto era muy importante para ella. A veces, simplemente, no soportaba vivir dentro se su piel, dentro de la cárcel de músculo y hueso. Tenía que intentar creerse que no eran barrotes, tenía que visualizarlo como un mero envoltorio. Pero primero, tendría que estar satisfecha con la fachada. Y no lo estaba.
De todos modos, no podía permitir que fuese ella, su madre, un partícipe activo en el transcurso de sus problemas, quien la parase. Así que, si el problema crecía, la solución tendría que radicalizarse. Tenía que demostrar de lo que era capaz.
Su madre era peluquera, y en todo lo referente al aspecto de los miembros de la casa tenía un orgullo muy fácil de dañar. Así que ella ya sabía donde atacarla.

Aprovechándose de que había subido con la rabieta como excusa, cogió unas tijeras y ese encerró en el baño. Pensaba en los últimos meses, en todo lo que la animaba a hacer esto. Cosas como que había tenido que dejarse crecer el flequillo, porque su madre se negaba a hacer cualquier esfuerzo por ella, y repudian el contacto físico entre ellas. Que se negó a tocarle el pelo en meses, porque, según ella había dicho "habrá un momento en el que tendrás el pelo tan mal que simplemente dejarás de poder controlarlo, y es lo que mereces".

Entonces abrió las tijeras y las acercó a sus bonitos mechones color caoba, que ya habían crecido más allá de su cintura.
Tardó un tiempo en reflexionar, mientras miraba ceñuda la imagen que el espejo le devolvía. Se hizo muy complicado hasta que cerró los ojos y cortó un gran mechón por encima de la oreja.
A ella, lo que más le gustaba era ver caer los mechones al suelo. Era un espectáculo ciertamente bonito, y desgarrador al mismo tiempo.
Una vez hubo acabado, se ató un pañuelo alrededor de la cabeza y se acostó para evitar el fatal pero inesperado encuentro con su madre.