Capítulo 2. Los consejos del abuelo

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Sus peores presagios se confirmaron cuando recogió el teléfono del suelo y le dio la vuelta para comprobar el estado de la pantalla. Una línea tan delgada como un cabello la recorría en diagonal, ramificándose y dividiéndose a la vez en otras mil en dirección a las esquinas inferiores, como si una araña aburrida hubiera dedicado toda la noche a dibujar una tela, dejándose al final el trabajo a medias.

—¡Joooo, tío! —protestó. Llevaba apenas un par de meses con el móvil, y en cuanto descubrieran en casa el estropicio, le esperaba una buena. A través de la telaraña de grietas en el cristal pudo ver que la llamada, que seguía insistente a pesar del tiempo transcurrido, pertenecía a su abuelo. Tomó aire profundamente antes de contestar.

—¡Eh, abuelo! ¿Qué pasa?

—¿Qué te pasa a ti? —respondió una voz firme a la vez que amable al otro lado de la línea. A veces no le cabía la menor duda de que su abuelo tenía poderes.

No podía imaginar lo cerca que estaba de la verdad.

—¿Qué me va a pasar? —contestó en tono jovial—. ¿Ya estás con las paranoias? —bromeó—. Quítate la gabardina de Colombo, que estás hablando con tu nieto.

Estaba convencido de que ninguno de sus amigos ni de sus compañeros de clase conocía al personaje de la mítica serie de televisión. Él, sin embargo, casi aprendió a hablar viendo un capítulo tras otro sentado en el regazo de su abuelo. Tan convencido estaba de eso como de que su afición a los detectives y los casos sin resolver venía precisamente de aquella época.

—Vale, aceptamos pulpo —dijo en tono sarcástico—. No estarás por el Parque del Oeste, ¿verdad?

—Ni se me pasa por la cabeza —mintió—. Ya me advertiste que no me acercara...

—Pues me quedo más tranquilo. Estaba viendo a un apuesto joven en la distancia y por un instante temí que pudieras ser tú...

—¿Cómo...? —empezó a preguntar CJ, pero no fue necesario que terminara la frase. A escasos quince metros por delante de él, su abuelo lo saludaba moviendo la mano con una sonrisa burlona.

Vaaaaale —canturreó a la vez que apagaba el móvil, y corrió hacia él con un trote ligero—. ¡El mejor abuelo del mundo! —gritó mientras le daba un abrazo con tal fuerza que casi le crujieron las costillas.

—¡Eh, si aprietas un poco más te acuso de agresión a la autoridad! —soltó casi sin aliento—. ¿No te dije que evitaras está zona hasta nuevo aviso?

—Ya, abuelo, pero es que... ¿cuántas veces voy a tener la posibilidad de estudiar en vivo la escena de un crimen?

—Bueno, eso de que sea un crimen aún está por ver...

—¿Hay algo nuevo? Algo que me puedas decir, claro...

Ambos caminaron con paso relajado hacia un banco cercano. Al llegar, tomaron asiento.

—No, nada de momento. Ocho personas, de distintas edades, sin nada que ver unas con otras, están en coma. Un coma inexplicable, porque no hay nada que lo haya podido provocar. No hay golpes en la cabeza, más allá de una chica que se rompió la nariz al caer, no comieron nada que pudiera haber sido envenenado... Tienen las constantes vitales de personas sanas, pero están en coma, sin más.

—Jó —dijo CJ. Evidentemente, estaba preocupado por el bienestar de aquella gente, pero a la vez tenía frente a sus narices aquello con lo que siempre había soñado: un enigma en apariencia irresoluble—. ¿Y no hay nada que hicieran en común, que pueda relacionarlos de algún modo?

El inspector jefe Ramirez lo miró tratando de ocultar la llamita de orgullo que se le acababa de encender en mitad del pecho. La cabeza de su nieto empezaba a funcionar como la de un detective. En pañales aún, pero ya hacía preguntas interesantes que seguramente a otro chico de su edad no se le hubieran ocurrido.

¿Era posible que su nieto hubiese heredado algo de esa capacidad que nadie, ni siquiera su esposa, conocía?
Su hijo, el padre de CJ, era normal, de eso estaba totalmente seguro. Pero había oído de caracteres hereditarios que se saltaban una generación, de abuelos a nietos. Como el color de ojos, por ejemplo. Decidió no dar más vueltas al asunto, pero lo marcó con un post-it imaginario por si tenía que volver a pensar en ello.

—No hay absolutamente nada en común, más allá del hecho de que se encontraban todos en esta calle, a la misma hora —respondió, encogiéndose de hombros. Le gustaba hablar con su nieto de los casos en los que se encontraba inmerso. A veces, sus comentarios lo dirigían hacia nuevos caminos que a él no se le habían pasado por la imaginación.

—Ya, pero... ¿por qué loquequieraquesea no afectó a todos, sólo a ocho... entre cuántos?

—Treinta y cinco personas —respondió el inspector jefe—. Antes de que me preguntes, las veintisiete restantes están en perfecto estado de salud.

—Vaya locura... Oye, el insti empieza la semana que viene... ¿Si esto no se soluciona antes, tendremos más vacaciones? Por nuestra seguridad, ya sabes... —preguntó, con una sonrisa encantadora.

—Qué cara más dura tienes —respondió el inspector jefe riendo entre dientes. Iba a añadir algo más cuando sonó el teléfono. Tras echar un vistazo rápido a la pantalla, le hizo un gesto a su nieto para que guardara silencio y contestó de inmediato.

CJ supo al instante que se trataba de algo importante por la seriedad que se dibujó en su rostro.

—¿Qué pasa, abuelo? —preguntó en cuanto lo vio apartarse el móvil del oído, pero el inspector jefe no le dio oportunidad de decir nada más. Se levantó de un salto con una agilidad sorprendente para su edad y corrió hacia la puerta que daba acceso a la calle en la que había ocurrido el suceso, que ahora estaba custodiada por un agente.

—¡Espérame ahí! ¡Ni se te ocurra acercarte! ¡Es una orden! —añadió justo antes de perderse tras el agente.

—Abuelo —balbuceó. Lo que hubiese pasado era grave, de eso no tenía duda. Tan solo rogaba en silencio por que él no se pusiera en peligro.

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NOTA DEL AUTOR:

No sé por qué este capítulo se carga los guiones de diálogo y los pone en pequeñito. Los voy a volver a cambiar, pero te pido disculpas por si están otra vez mal.

Acabamos de conocer al inspector jefe Ramírez, quien será uno de los puntales de la historia junto a su nieto CJ.

El inspector jefe ya ha aparecido en dos de mis libros... ¿lo sabías?

En el siguiente capítulo te cuento un poco más. Voy a ver si soy capaz de subir un par de capítulos por semana (si la inspiración me lo permite 😅)

¡Seguimos!

Detective Bogart. El caso de las personas desconectadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora