Greedy Prey [USAMEX, OMEGAVERSE]

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México: Omega, USA: Alfred.

Nota: Temas sugestivos más no smut explicito.

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Alfred contuvo sus ganas de ensanchar su sonrisa con satisfacción, pero era muy difícil cuando Eduardo fruncía el ceño y giraba ligeramente el rostro para disimular el sonrojo que le provocaba que se anunciara a todo pulmón cuando venía a su casa. ¡Y es que el americano no podía evitarlo! Con su efusiva energía natural y lo contento que le ponía venir a ver a Eduardo le provocaban querer saludarle de la forma más cursi posible (según el hosco de su querido Omega, pero eso también era parte del encanto de México).

Y percibir cómo se endulzaba la esencia del otro cuando escuchaba su «Hey, Sweetheart!» al otro lado de su puerta era todo un premio. Alfred no podría ser discreto con sus afectos ni aunque lo intentara; los Alfas ya de por eran sí asiduos naturalmente a lucirse y dejar en claro cuando alguien era su compañero.

—¡Molestas a los vecinos, Alfredo! —gruñó cuando abrió la puerta y pudo recuperarse de su vergüenza. Afortunadamente nada más estaba su vecina, aquella señora metiche que encontraba casi siempre observando la calle desde la venta.

—Pero si te encanta que te luzca, Darling —Rió con su usual algarabía, y abrazó con fuerza a México, acercando su nariz al cuello ajeno y disfrutando la esencia con ese deje siempre presente de canela del Omega.

—¡Ora, gringo loco, que estamos en la calle! —reclamó Eduardo sonrojándose aún más, aunque sin hacer real esfuerzo de separarse. Alfred sabía que el mexicano no detestaba tanto como decía esas muestras de afecto, conocía bastante bien a su vecino.

—No me digas «gringo» —refunfuñó y lo deja de abrazar de mala gana, aunque su molestia era más fingida que otra cosa—. Yo que vine hasta tu casa para pasar unos días contigo.

—Viniste porque mi celo viene pronto y no podrás estar por aquí sin que mi jefe se ponga histérico porque intentes usarlo a tu favor —dijo con un suspiro Eduardo ya dentro de la casa. Alfred veía de lo más curioso cómo el Omega habla de esos días en los que se encontraba indispuesto sin pena ni pudor, pero se alteraba si decidía besarlo en alguna calle concurrida.

Estados Unidos, sin embargo, sabía a lo que se refería México. Entre las naciones lo de Alfa, Beta y Omega, siempre había sido una característica presente; muchas veces formando (o forzando) lazos por fines políticos y dinámicas de poder. Hoy en día eso era inusual, y el lazo podía romperse si así disponían ambas partes (aunque no era un proceso rápido ni sencillo si el Alfa se negaba). Lo de las castas no apareció en los humanos hasta probablemente principios del siglo XIV.

Y la cuestión de concebir un hijo era mucho más complicado qué solo compartir un celo; formar una nueva nación derivada de otras requería un proceso demográfico y cultural muy complejo. Pero, los regentes suponían querían ser extra cuidadosos con sus naciones, en particular con las que tenían el designio de Omega. Alfred no sabía si el término «trauma heredado» podría aplicarse a lo paranoicos que se ponían con la sola mención de que dos naciones compartieran el celo.

Así que cómo una clase de acuerdo privado (aunque no menos oficial, pues hasta se había aceptado en una reunión con todas las naciones), lo de compartir un celo estaba prohibido. El Alfa de Alfred siempre lo ponía sumamente irritable durante los días del celo de México estando cas vigilado en casa para que no decidiera escapar en busca de su pareja. No poder marcar a su compañero era un disgusto que había aprendido a llevar, más no que olvidara del todo.

Love, and everything else [Hetalia Oneshots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora