Fundada por los fenicios, mercaderes de la antigüedad que dominaron el mediterráneo de punta a punta, estableciendo una sucesión de ciudades basadas en la economía y el comercio marítimo, su origen se remonta al cerro sobre el que actualmente se encuentra la Alcazaba.
Los romanos conquistaron la ciudad y establecieron una ciudad con cierta importancia debido a su puerto, desde el que exportaban vino, aceite y el garum, muy codiciado en toda Roma.
Los árabes dotaron de máximo esplendor a la ciudad, con la construcción de baños árabes, comercios, mercados o atarazanas por toda la ciudad y la Alcazaba como enclave defensivo principal de la ciudad, además de un importante sistema defensivo de murallas.
los cristianos toman la ciudad en el año 1487, tras la victoria de los Reyes Católicos iniciando así la conversión cristiana de la ciudad de forma pacífica y paulatina.
Se inician la construcción de Gibralfaro como fortaleza y de la Catedral.
Tras las iniciativas reformistas del siglo XVIII, como la creación del Consulado, del Colegio de San Telmo, de la Sociedad Económica, de la actual Alameda, Málaga vive durante los años centrales del XIX una etapa de auge económico con la creación de numerosas industrias, sobre todo siderúrgicas y textiles (La Constancia. La Industria Malagueña…), de la mano de familias como Larios, Heredia y Loring.
A fines del XIX y principios del XX, Málaga vive una profunda crisis social y económica con la llegada de la Filoxera y el colapso de su industria. Tras la cruenta Guerra Civil y la dura posguerra, Málaga se volcará en el fomento del turismo, primero con el desarrollo de la Costa del Sol y, recientemente, con la apuesta por un turismo cultural como ciudad de museos. Grandes y ambiciosas infraestructuras de todo tipo logradas en los últimos decenios como la Universidad, el Parque Tecnológico, el AVE y museos internacionales como el Tyssen o el Pompidou, situándola entre una de las ciudades más cotizadas del mundo para vivir.