STOP TRUE LOVE [+18] ©

Parte 1

"STOP TRUE LOVE"

La lluvia provocaba que nuestros calzados se estropearan en el pasto cubierto de lodo. Nunca había visto llover tanto como ahora. Era como si hasta el cielo llorara también por ellos.

A mi alrededor solo veía gris.

Por primera vez conocía el otro lado del mundo, la oscuridad.

Lali me abrazaba por los hombros, consolándome junto con su madre. Toda la familia Hart me acompañaba, y yo no podía sentirme mucho más agradecida. No solo ellos estaban aquí, también habían venido algunos familiares de mis padres, entre hermanos, tíos, sobrinos, conocidos.

Y todos me dieron el pésame.

—¡Por la memoria de los señores Lewis! —dijo el sacerdote.

—¡Amén! —siguieron los demás.

Entonces, el momento había llegado. La vista se me volvió a poner borrosa, la calma que mantenía se iba desapareciendo y el camino se me hacía largo.

Seis hombres cargaron el ataúd de mi padre y otros seis el de mi madre. Esos doce hombres se las apañaron para inducir los ataúdes dentro de los nichos de cemento y desaparecerlos delante de todos nosotros. Se habían llevado mi vida con ellos, me habían dejado sola y a la deriva.

No pude contener las lágrimas, quise gritar allí mismo, pero recordé que debía mantener la compostura. Miré a mi derecha y observé a la niña de cinco años viendo la escena una tanto cohibida. Ella no entendía nada.

(...)

Dos meses después...

Roma, entendemos que hiciste mucho para conservar este empleo, pero hemos quebrado y si continuamos contratándote, no te podremos asegurar de que te pagaremos en un futuro. - explicó mi exjefa.

—¿No hay otra manera? —insistí.

—Lamento decepcionarte.

Suspiré derrotada.

Me puse de pie, resignada y volví a casa.

Fueron dos años de full esfuerzo allí, donde no paraba de leer y editar los manuscritos de los escritores novatos. Supe desenvolverme tanto allí que no quise ir ninguna otra parte. Ahora esa editorial estaba quebrando porque habían vendido el edificio, por lo tanto, pronto sería un gran restaurante o un hotel, yo qué sé. Se había invertido mucho en la editorial, iba a ser un buen negocio. Lástima que terminase así.

—Buenas tardes, cielo. —saludó Reyna.

—Hola. —intenté que el tono de mi voz no me delatara, pero fue en vano.

—¿Sucedió algo? —preocupada observó el reloj en su muñeca— Es muy pronto para que estés en casa.

—Me han despedido.

—¡Cielo! —corrió a abrazarme, yo hice lo mismo. Acarició mi cabello y trató de despreocuparme— Tú sabes que todo sucede por una razón, así que, no estés triste. Verás que encontrarás otra editorial.

—Gracias, Reyna. —dije mientras cortábamos el abrazo— Aunque estoy pensando cambiar de rubro. Tal vez ser secretaria o asistenta, lo que encuentre.

—¡Claro! —gritó con euforia— Podemos recomendarte con Maison...

¡Malísima idea!

No veía a Maison hace años. Creía que éramos amigos. Aunque, solamente me alcanzó la pelota cuando cayó justo a sus pies, pero fue un tanto incómodo. El hermano de mi mejor amiga era extraño, su mundo era solo su habitación. Crecí creyendo que tenía trastorno de personalidad, como ser antisocial, por ejemplo. Sin embargo, dejé de creer en ello cuando se convirtió en un hombre y creó un imperio de coches.