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Capítulo 1: El día de la boda

¿Qué es lo primero que les viene a la mente cuando piensan en el mundo moderno? Tecnología, edificios, autos... pero también antiguas costumbres que persisten. Así es, hablo de nuestro querido Japón, un país donde el pasado y el presente coexisten en un delicado equilibrio.

En esta era, las personas nacen con la oportunidad de ser clase baja, media o alta. Los pobres, los ricos y los millonarios. Triste, pero esa es la cruda realidad. Y entre todas estas realidades, existen familias que literalmente manejan el mundo a su antojo.

Déjenme contarles la historia de una de esas familias. La familia Taisho.

Conocidos por su inmensa fortuna y poder, los Taisho eran respetados y temidos. El patriarca, Inu no Taisho, era un alfa dominante. Famoso por su presencia imponente y su cabello plateado como la luna, era el líder de una empresa multimillonaria que abarcaba desde tecnología hasta moda de lujo. Productos de alta calidad que solo los más privilegiados podían permitirse.

No sorprende que un alfa tan poderoso como él tuviera descendencia digna de su legado.

Su hijo mayor, Sesshomaru, a sus 24 años ya había forjado su propio camino como un renombrado actor de cine, un símbolo de belleza y estatus. Cada paso que daba, cada mirada que lanzaba, atraía la atención de los medios y del público. Sesshomaru era una estrella. Frío, calculador, pero magnético.

Y luego estaba Inuyasha, su hijo menor. A diferencia de su hermano, Inuyasha era un omega masculino, un modelo internacionalmente famoso desde los cuatro años, conocido entonces como "La Pequeña Belleza". Su largo cabello negro y su aspecto delicado lo habían convertido en una sensación, y aunque el apodo de "pequeño" le molestaba, era algo que no podía evitar.

Ahora, a sus 18 años recién cumplidos, **Inuyasha estaba a punto de casarse**. ¿Quién lo diría? El "pequeño" Taisho dando ese gran paso.

La escena en la habitación era caótica. Inuyasha estaba sentado frente a un espejo de cuerpo entero, su largo cabello negro cayendo por su espalda como un río de tinta. Sus dos amigas más cercanas, Aome y Sango, estaban en pleno debate, una discusión que se intensificaba cada segundo.

—¡Su cabello debería ir suelto! —insistió Aome, con las manos en la cintura.

—¡No! Recojido se verá mucho mejor, más elegante —respondió Sango, cruzando los brazos.

—Si lo recoges, no se verá tan bien —replicó Aome, más convencida que nunca.

—¡¿Qué sabes tú de elegancia?! —se defendió Sango, inclinándose hacia ella.

Y así seguían. Inuyasha, con los brazos cruzados, suspiró pesadamente. ¡Ni siquiera en su propia boda tenía voz en su aspecto! A sus amigas les encantaba discutir sobre detalles que, francamente, no le importaban tanto.

Finalmente, cansado de verlas a punto de arrancarse el cabello entre ellas, decidió intervenir.

—¿Qué tal si lo dejamos en una cola de caballo? —sugirió Inuyasha, mirando a ambas con exasperación.

Aome fue la primera en responder, asintiendo de inmediato. —¡Por supuesto! Destacarás sin perder esa naturalidad.

Sango, a regañadientes, también cedió. —Sí, será más práctico. No sé por qué no lo pensamos antes... ¡Rápido, Inuyasha, tu cabello siempre ha sido un caos para peinar!

—¡Oye! Mi cabello no es así —protestó Inuyasha, frunciendo el ceño.

Después de un par de horas y muchas risas, finalmente estaba listo. Se veía espectacular. Sus amigas se quedaron sin palabras al verlo terminado; su belleza era impresionante, incluso más de lo que los rumores solían sugerir.

la promesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora