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Capítulo 2: La Marca del Alfa (continuación)

Inuyasha permaneció en la cama, mirando fijamente el techo mientras la luz del sol se desvanecía por completo, sumiendo la habitación en una penumbra azulada. El dolor en su cuello era una constante recordatorio de lo que Koga había hecho, pero más allá del dolor físico, lo que más lo perturbaba era la sensación de haber perdido el control de su propia vida. Todo lo que había planeado, todo lo que había imaginado, se había desmoronado en un solo día.

No era que Inuyasha hubiera amado a Bankotsu profundamente, pero al menos con él había tenido una vida estable y segura. Ahora, todo parecía incierto, y esa incertidumbre lo hacía sentirse vulnerable, algo que siempre había odiado. Él no era un Omega débil. Había luchado desde pequeño por ser visto más allá de su género y su belleza, y no iba a permitir que un alfa, incluso uno tan poderoso como Koga, lo redujera a una simple posesión.

Pero a pesar de su furia, había algo que no podía negar: la promesa. Ese día en su adolescencia, cuando Koga le había hecho jurar ser suyo, había sido un momento que, por más que intentara reprimir, no podía olvidar. Recordaba claramente cómo había sentido algo especial por ese alfa, aunque nunca lo hubiera admitido en voz alta. Pero esos eran tiempos diferentes, antes de que su vida se volviera tan complicada, antes de que las expectativas de su familia lo empujaran a un matrimonio arreglado.

Un susurro de duda comenzó a crecer en su mente. ¿Y si Koga no era simplemente un intruso? ¿Y si, de alguna forma retorcida, estaba cumpliendo lo que siempre había sido su destino? Sacudió la cabeza, tratando de despejar esos pensamientos. 

No, no podía dejarse llevar por esas ideas. Koga lo había secuestrado, lo había apartado de su vida. Eso no podía ser amor.

El sonido de la puerta abriéndose lentamente lo sacó de sus pensamientos. Koga entró de nuevo en la habitación, esta vez con una bandeja de comida. La luz suave del exterior iluminaba su figura robusta, pero había algo en su expresión que había cambiado. No parecía el mismo alfa dominante y frío de antes. Había una cierta preocupación en su mirada.

—Tienes que comer algo, Inuyasha —dijo con voz firme, pero sin el tono autoritario de antes. Inuyasha lo miró con desdén, apartando la mirada hacia la ventana. No iba a ser tan fácil.

—No quiero nada de ti —respondió con frialdad, cruzando los brazos sobre su pecho, en un claro acto de desafío.

Koga dejó la bandeja en una mesa cercana, sin molestarse en insistir.

—Lo entiendo —dijo, sorprendentemente tranquilo—. Estás enfadado, y tienes derecho a estarlo. No esperaba que esto fuera fácil.

Inuyasha soltó una risa amarga.

—¿En serio? ¿Eso es lo que entiendes? Me secuestras el día de mi boda, me marcas sin mi consentimiento y crees que puedo simplemente... ¿entenderlo?

Koga se quedó en silencio por un momento, su mandíbula apretada, pero no respondió de inmediato. En lugar de discutir, caminó hacia la ventana, mirando el exterior.

—No lo hago por maldad, Inuyasha. Lo hago porque sé que estamos destinados a estar juntos. La promesa que hicimos no fue solo un juego de niños para mí. He pasado años esperando este momento. ¿Acaso nunca pensaste en mí?

Inuyasha sintió un nudo formarse en su garganta, pero lo reprimió rápidamente. No iba a dejar que Koga lo manipulara emocionalmente.

—Era un niño, Koga. No sabía lo que estaba haciendo. Y si alguna vez pensé en ti, fue solo como un recuerdo lejano, algo que ya no tenía importancia.

El alfa apretó los puños, claramente frustrado, pero su control sobre sus emociones era admirable. Sabía que si reaccionaba mal, solo alejaría más a Inuyasha, y eso era lo último que quería.

—Tal vez para ti fue un simple recuerdo, pero para mí fue todo. Pasé años buscándote, esperando que nuestro destino nos volviera a unir. Y cuando descubrí que te ibas a casar con otro... no podía quedarme de brazos cruzados.

Inuyasha lo miró, sorprendido por la intensidad en las palabras de Koga. Podía sentir la verdad en ellas, aunque no quería admitirlo. ¿Realmente había sido tan importante para él durante todos estos años?

—¿Y qué esperas que haga ahora? —preguntó finalmente, su voz menos afilada, pero aún llena de resistencia—. ¿Qué acepte todo esto sin más? ¿Qué simplemente sea tuyo porque tú lo decidiste?

Koga caminó hacia la cama y se agachó hasta quedar a la altura de Inuyasha, sus ojos azules fijos en los oscuros de él.

—No espero que lo aceptes ahora. Pero quiero que lo pienses. Sé que te he arrebatado algo importante, y no puedo cambiar lo que hice. Pero lo único que quiero es que entiendas que lo hice porque te amo, Inuyasha. Siempre lo he hecho.

Las palabras resonaron en la mente del Omega como un eco. ¿Amor? No estaba preparado para escuchar eso. No ahora, no después de todo lo que había pasado.

—Esto no es amor, Koga —respondió, aunque su voz había perdido algo de su fuerza inicial—. El amor no funciona de esta manera.

Koga asintió lentamente, sus ojos nunca apartándose de los de Inuyasha.

—Lo sé. Pero tengo tiempo. No espero que me perdones hoy. Solo quiero que, algún día, puedas verlo desde mi perspectiva.

Inuyasha desvió la mirada, incapaz de sostener la intensidad en los ojos del alfa. Su mente estaba llena de contradicciones. Parte de él quería escapar, pero otra parte, más profunda y enterrada, no podía evitar recordar los sentimientos que una vez tuvo por Koga, antes de que todo esto se volviera tan complicado.

Koga se puso de pie, alejándose de la cama.

—Descansa, Inuyasha. Hablaremos más tarde —dijo antes de salir de la habitación, cerrando la puerta suavemente detrás de él.

Inuyasha se quedó solo nuevamente, sus emociones en un torbellino. ¿Qué iba a hacer ahora?

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⏰ Última actualización: Sep 28 ⏰

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