Capítulo 1. Solo una princesa

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Los cubiertos haciendo contacto con la comida y el plato, era el único sonido en el gran y lujoso comedor del Castillo de Bellver. Los presentes sentados solo comían de sus platos y se lanzaban algunas miradas gélidas, entre ellos los Duques de Angers; que a pesar de la distancia en la mesa aun podían sentir sus miradas de desprecio.

— La comida sabe deliciosa. — Dijo una joven de hermosas ondas castañas con una gran sonrisa. 

Se trataba de la hija mayor de los Duques de Angers, Melisa de Angers.

— Estoy complacido con tu felicidad, hija. — Dijo el Duque Grimaldo de Angers, mientras se limpiaba la boca con su servilleta. Su mirada desagradable cambio a una sonrisa orgullosa.

Padre e hija rieron sin mucho sentido, haciendo que la Duquesa soltará un bufido semejante al de un toro enojado. Este sonido hizo que una tercera persona riera intentando que no fuera escuchado, pero todos lo hicieron.

— Parece que tenemos un payasito en la mesa. — dijo la Duquesa Portia de Auvernia.

La mujer gordinflona observo de reojo a los presentes en la mesa, quienes eran sus hijos.

Los cubiertos se quedaron quietos y parecía que nadie se atrevió ni a respirar ante la mirada de muerte de la matriarca. Pero el sonido de un cuchillo cortando la carne y raspando la porcelana del plato atrajo la atención de los miembros.

— Tu. — señalo la Duquesa. — Louise.

En el tercer asiento de la derecha se encontraba la causante de aquel sonido. Una pequeña dama de rizados cabellos negros y sueltos; con ojos semejantes a la tinta negra. Llevaba un sencillo vestido de color crema casi pasado de moda.

La muchacha de solo trece años levanto la mirada de su plato y frunció el ceño sin reparo, observando a su progenitora por estarla interrumpiendo.

— Louise, fuiste tu ¿La que se río de mi? — Pregunto con una sonrisa falsa.

Sus manos empezaron a temblar y su expresión era de compasión. — No madre, yo no fui. — Limpio su boca con la servilleta. — Creo que fue una de las sirvientas, de verdad no fui yo. — Respondió con una sonrisa lastimera.

La mujer observo de reojo a las sirvientas paradas al costado, nerviosas de su reacción. Sin tragarse el orgullo solo dejo pasar la situación y siguió comiendo de su plato.

La postura temerosa de la muchacha se apago como un interruptor y termino su comida con la misma expresión desinteresada de antes. Ella solo miraba a veces como sus hermanas cuchicheaban levemente; las sonrisas de su padre y Melisa; o las miradas desagradables de su madre que comía como si de un cumpleaños se tratara.

Sin dar ninguna explicación y sin que nadie la buscara, Louise se retiro del comedor y camino sola por los pasillos del gran castillo. 

Cuando llego a su cuarto, siendo el único distintivo elegante en su vida, se sentó en el sillón de tercio pelo rojo que apuntaba a una copia de este.

Louise de Angers, la cuarta de los seis hijos que tuvieron los Duques de Angers. Una muchachita que había heredado la belleza natural de su ascendencia, pero que era ignorada a mas no poder.

Siendo la cuarta hija apenas era vista por los demás. Sus padres ya habían tenido tres hijas mas y no era tan emocionante tener otra.
Cuando su único hermano llego al mundo, apenas pudo tener su ceremonia de bautizo por que era mas importante celebrar el nacimiento de un bebé, que si tenia pene.

Su padre había sido el compañero de juegos del príncipe heredero de Aurvenia y miembro de una familia que siempre estuvo presente en la politica del gobierno.

Los ropajes impuros de la princesa locaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora