Juegos Macabros

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Sunny desapareció en la noche lluviosa junto con una extraña e imposible parte de mí. Justo después de aquello acontecido no tuve deseos de volver a la fiesta, pasé caminando por la anterior mencionada tienda y entré para comprar algunos cigarrillos, necesitaba calmar los nervios, aunque sabía que no eran la mejor manera. Aquel día opté por utilizar el transporte público para ahorrar en gasolina, lo que me llevó a abordar el último autobús en servicio para mi traslado, tuve la suerte de encontrar un par de monedas en mi bolsillo, era lo único de valor que me quedaba. Llegué a mi hogar alrededor de la medianoche, mi cabeza palpitaba de dolor y mi cuerpo entero se embargaba en una sensación de malestar. No era a causa de la lluvia, sino algo completamente distinto, algo que me resultaba incomprensible. Caminé en círculos por toda la sala, intentando desviar un poco el dolor, tomé una pastilla e intenté entretenerme con algo, pero no me apetecía nada en ese instante más que descansar. Me di una ducha caliente y me recosté pensando en las cosas que había hecho, en las cosas que sentí, cosas que no comprendí en ese momento. Apenas logré dormir durante cuatro horas seguidas. En la madrugada experimenté un extraño sueño, como una visión fugaz de algo que perseguía incansablemente; mis recuerdos de ese sueño son borrosos, pero lo que permanece es la sensación de vacío que me acompañó durante toda la mañana tras despertar, salí a desayunar rato después, me obligué a comer algo, puesto que iba a necesitar fuerzas para poder sobrellevar el día. Después de eso hice una visita al banco de la ciudad, bloquee mis tarjetas y consulté por gastos efectuados entre esos dos días, nadie había movido ni un centavo de mis cuentas bancarias, sentí alivio.

Mientras preparaba el café por la mañana numero seis, mis pensamientos vagaron hacia Sunny de manera inevitable. No importaba cuán ocupado estuviera con la rutina diaria, su imagen encontraba una manera de infiltrarse en mi mente. Sacudí la cabeza para despejar mis pensamientos y me concentré en el vapor que se elevaba de la taza gris azulada. Aquella taza fue alguna vez de mi padre, él decía que la mejor compañía de una mañana fresca era el café negro con una pizca de canela y vainilla; yo estaba de acuerdo con aquello, era un sentimiento de nostalgia el que se presentaba cuando mi paladar degustaba el hirviente contenido de aquella triste taza.

El día había comenzado como cualquier otro en la oficina, debe haber sido martes. El fluorescente parpadeante sobre mi escritorio proyectaba sombras inquietantes sobre la pantalla de la computadora.

Miré el reloj en la esquina de la pantalla y vi cómo las agujas avanzaban lentamente. Cada minuto parecía una eternidad. Me preguntaba cuánto tiempo más podría soportar este aburrimiento interminable. ¿Acaso este era mi destino, pasar mis días atrapado en esta oficina gris, haciendo tareas que no me importaban en lo más mínimo? Mis ojos vagaron por la oficina, observando a mis compañeros de trabajo absortos en sus propias actividades monótonas. Me pregunté si alguno de ellos compartía mis pensamientos, si anhelaban algo más allá de estas cuatro paredes grises y el murmullo constante de las conversaciones telefónicas.

Día número quince, me sentía incoherente, anhelaba volver a sentir el miedo de adentrarme en un mundo que desconocía. A medida que avanzaban los días, extrañaba la emoción de enfrentar lo inesperado. El sentimiento comenzaba a pesar sobre mis hombros. ¿Dónde había quedado la emoción de lo desconocido? ¿Dónde estaba la aventura que me hacía sentir vivo?. Para la vigésima noche había empezado a buscar posibles indicios de la presencia de Sunny en otros eventos similares, algo que me pudiera dar una pista sobre su posible paradero o próximo destino, comencé a interactuar más con la gente en los eventos, con la esperanza de captar cualquier información que pudiera surgir de aquella figura que danzaba despreocupadamente entre la irrelevancia, pero no tenía muchas referencias sobre él, solo que era escurridizo, y como a un animal nocturno, ni siquiera sabía cómo describir sus rasgos más notables, algo me decía que si empezaba a hablar de él no podría detenerme, no querría detenerme, tuve un conflicto interno por eso las siguientes cinco noches mientras seguía asistiendo a cada reunión en la que pudiera colarme.

Lovers Waits in the Corner Donde viven las historias. Descúbrelo ahora