VII

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La piscina

Pablo
Cuando me desperté pude ver a cierta rubia encima mía, nuestros cuerpos encajaban perfectamente como dos piezas de puzle. Estos días han sido muy intensos para mí, y una vez más Lucía me demostró que era mi debilidad. La tenía ahí, dormida y relajada encima de mi pecho, y yo solo podía pensar en lo afortunado que era.
Lucia tenia pequeñas pecas alrededor de su cara, unos labios gruesos que me volvían loco , la nariz pequeña, llena de pecas, unas pestañas largas y rizadas naturales y mi parte favorita, los ojos verdes que cuando te miraban lo hacían con el alma a mi parecer Lucía era un ángel caído del cielo, y yo era el mayor suertudo al tenerla entre mis brazos.

–¿Puedes dejar de mirarme?, no puedo dormir tranquila.– hablo con voz suave la persona que se encontraba encima mío, aún con los ojos cerrados.

–Perdón, es que estás preciosa.– contesté acariciando su cara.

Abrió los ojos y me miró con una sonrisa que iluminaría un país entero.

–Tu si que estás guapo pablito.– dejó un beso en mi mejilla y se tumbó a mi lado.

–¿Cómo has dormido?– me levanté de la cama y fui hacia mi armario a sacar ropa ya que tenía que ir a entrenar.

–Muy bien, digamos que eres cómodo.– se puso enfrente mía y me abrazó por el cuello tirándome a la cama con ella.– Pablo, necesito que me des cariño.

Me puse ahora yo encima de ella y le dejé un rastro de besos en su cuello hasta llegar a su mejilla, metí mi mano por dentro de su camiseta y pude notar como se le erizaba la piel ante mi tacto. Coloque mi mano en el filo de su pequeño pantalón.

–¿Y qué recibo yo a cambio?– subí mi boca hasta su oído y después de susurrar esto la miré a la cara. Tenía la boca abierta y los ojos cerrados.– Abre los ojos.– ordené

–No te equivoques, el premio es poder tocarme.– Dijo esto y dio vuelta la situación.

Ahora estaba ella encima mía a horcajadas y yo apoyado en el cabecero. Empezó a dar besos en mis pectorales. Chupaba, succionaba, mordía, jugaba. Subió hasta mi cuello donde se esmeró un rato y seguramente dejó alguna marca, al igual que yo le había dejado a ella, seguía jugando con mi cuello cuando empezó a rozar nuestras intimidades cada vez más deseosa, incluso dejaba escapar algún gemido en mi oreja. Mi pene iba a explotar, de repente sube su cara y la pone frente a la mía.

–Ahora, todos van a saber que eres mío.– dejó un beso rápido en mis labios y volvió a bajar a mi cuello, lo chupó entero y subió a mi oído.–  Suerte en el entreno, piensa mucho en mi.

Dejó un pico en mis labios se levantó y se fue, dejándome con el mayor calentón de mi vida. Desde luego que iba a pensar en ella.

Lucía
Realmente no quería salir de aquella habitación, pero tenía miedo de que todo fuese como el año pasado, entonces me tuve que despegar un poco, había pensado en ir a la piscina, pero tal vez debería esperar a que concurra un poco la mañana. Decidí ir a la cocina a desayunar algo ya que me rugía la barriga. Me hice una tostada con aceite, tomate y sal y un café con hielo.

–Lucía, me voy a entrenar.– Gavi habló bajando las escaleras y rodeándome con sus brazos el cuello.

–¿no vas a desayunar?– le pregunté dándome la vuelta y quedando cara a cara.

–No me da tiempo, alguien me ha entretenido mucho en la cama.– me empezó a dar besos por el cuello, mi mano ascendió hasta su nuca.

–Bueno, solo un bocadito.– le separé de mí y le ofrecí mi tostada.

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⏰ Última actualización: Aug 06 ⏰

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Tiempo//Pablo gaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora