Llegó la hora. Hay que trabajar.
Y lo sabes.
Tu cuerpo, casi cadáver, títere, lo sabe.
Vas a tomar la bici. Antes cogías el metro o el bus. Pero ya no. Va demasiado abarrotado. Demasiado contacto físico. Huele a sudor, y el autobusero suele ser grosero al verte (a ti y a cualquiera). Siempre que pillas el sitio de la ventana, llega algún turista sudoso y no te deja salir.
Se suele dormir.No tienes ganas de trabajar. Nadie, nadie, nadie que trabaje de un simple currante con un sueldo mediocre sin pasión quiere trabajar. Pero no te queda otra. De algo hay que vivir.
No es un trabajo excelente, ni horroroso. Ni estás triste, ni feliz. Ni te mueres de hambre ni te montas en el dólar. Desde, luego de hambre, no te mueres. Trabajas en una hamburguesería. Al menos, no tienes que darte el viaje de ir a la mesa y volver. Y aguantas unos minutos menos al cliente que a pesar de estar comiendo, generalmente tranquilo, sin estar trabajando, se queja. Da igual casi siempre lo que hagas. Eres un perrito apaleado. Y lo sabes. Un eslabón de la cadena.
Sin exagerar, sin dramatizar.
Sin llorar ni reír.
Sin gritar ni callar.
Eres un eslabón. Sin exagerar. Sin dramatizar. Precisamente esa es la única atención y aprendizaje que te dieron al llegar. Una cadena, coordinada, fuerte. Cuanto menos fricción, mejor. Bien engrasada.
Mensaje simple. Sin vueltas ni para nenes.
Factible, creíble, legible.
Como un pictograma, pero sin imagen.
Una sola regla. Un solo límite, una sola base.
Bien informado. No debes salir del muro. Simple, sin recovecos ni para tontos.
Buen compañero. Sin fricción (sigue la cadena).
Buen empleado. Sin gritos, ni silencios incómodos (obedecer como perro).
Libre, pero limitado. Puedes irte, pero allá tú (responsable de uno mismo).
Sencillo, sin locura. Sin paranoia. Parece serlo.
Precisamente hoy la bici parece ser la mejor opción. Hace día de sol. No porque te guste o te alegre. Simplemente todos lo hacen. Hay quien dice que es bueno. Será verdad. Nunca has probado a estar solo en casa más de dos días. La bici es definitivamente la mejor opción. Pero te encanta el olor a gasolina, a fuego (sin llama pero cálido).
El sol no alumbra. Sólo calienta. Un astro lejano, perdido. Apático, ausente. No cede al que lo pasa mal. El arte de la sugestión hace que llueva cuando se está verdaderamente mal. Mentira. Hoy el día está soleado. Y alguien está mal, seguro. Uno, seguro. ¿Aciertas quién es, aunque no lo reconozca, aunque no lo sepa?
Tu día aún no ha empezado. El sol no empieza tus días. Jamás. El día nunca empieza hasta que te vuelves a acostar.
Trabaste la primera marcha. Ni para montar una dichosa bici sirves. Eres tonto.
Trabaste la segunda. ¡Tonto, pero tonto!
Y ahora... la cuarta. Qué poco satisfactorio, qué poco predecible. Te asquea. No te enfada que seas tan rematadamente tonto como para no saber montar en bici, solo estás triste porque no se te caló la tercera... Qué deprimente. Casi lloras.
Llegas al trabajo.
Enorme monstruo de hormigón. Titán de acero, ridículamente alto. Paredes estrechas reducidas a nada, y ventanas lo suficientemente pequeñas como para que quepan más. Una colmena, desnaturalizada, inhumanamente humana. En la puerta, justo antes de entrar, miras arriba. Las ventanas están, tintadas, tan oscuras que no reflejan el sol. El edificio mismo parece ser el ocaso del mundo, un final inminente, el fin de la vida causado por la propia vida, es inhumanamente humano. ¿Lo habías pensado ya?
Subes 20 plantas, el fin no llega. Trabajas en la planta media, la 25. Los demás rascacielos cercanos te tapan la vista, pero alcanzas a ver un lejano y delgado anillo de bosque que rodea la ciudad. Había que ponerlo, dicen que para proteger el medio ambiente. La ciudad no es tan grande como parece al verla desde ahí. Simplemente, es cuestión de perspectiva. El tumor de las púas y antenas aún no ha llegado a la tierra sana. Pero todo se andará.
El funeral llegará. Pronto.
Tu trabajo es insoportablemente fácil. Ordenar documentos. Rellenar documentos. Firmar, y entregar. Tablas repetitivas. Casi algorítmico.
Demenciales. Ordenar documentos.
Es un veneno. Rellenar documentos. Lentamente te corroe, te mata.
Mismo mensaje siempre. Una simple -Firmar, y entregar- tramitación. Con un número -Ordenar documentos-
[La cifra es un dato confidencial], mayor o menor.El boli, a veces, se queda -Rellenar documentos- seco. Pero pasa muy poco.
-Firmar y entregar-.
Casi ni puedes
-Ordenar documentos-
-Rellenar documentos-
pensar. Es mejor
-Firmar y entregar-
no hacerlo.
-Ordenar documentos-
-Rellenar documentos-
-Firmar y entregar-
-Ordenar documentos-
-Rellenar documentos-
-Firmar y entregar-
-Ordenar documentos-
-Rellenar documentos-
-Firmar y entregar-
-Ordenar documentos-
-Rellenar documentos-
-Firmar y entregar-
-Ordenar documentos-
-Rellenar documentos-
-Firmar y entregar-
-Ordenar documentos-
-Rellenar documentos-
-Firmar y entregar-
Al fin se acabó. Solo queda la noche. Y ver a Ana. Y mañana, levantarse, desayunar, pastillas, comprar, trabajar, Ana, dormir, levantarse, desayunar, pastillas...
Eres un eslabón. Repetido. De serie. Reemplezable. Recuérdalo. Nunca lo olvides.
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Memento Mori...Carpe Diem?
Non-FictionMira, si estás aquí es porque no tienes nada mejor que hacer, así que, ¡carajo, entra y lee!