Leonardo dormía en una cama de dos plazas (bastante grande para una persona que duerme sin acompañante por las noches). Aunque si de acompañante se hablara, a su lado dormía su abuela. En una cama individual. Ella era una anciana de ochenta años, que era ama de casa, y su principal ingreso de dinero era su jubilación. Pero no estamamos para hablar de su abuela y su ingreso economico, si no de Leonardo, y de la obra de arte que creó. Suficiente para llegarle a los oidos de los dos grandes colosos universales. Ambos estaban en camino, pero mientras tanto, Leonardo estaba sentado en su silla programando un sitio web. ¿Para quien lo diseñaba? Para el mismo. ¿Por que lo hacía? Lamentablemente eso no lo sé, pero si sé que pretende ganar dinero en un futuro creando sitios web.
—¿Ahre? —dijo Leonardo mirando a su pantalla, con el ceño fruncido—. Pantallazo azul che.
Tomó su celular, que lo tenía particularmente pegado al cuerpo, y abrió su camara de fotos. Sacó unas cuantas, y las mandó a un grupo que compartía con otros programadores de su indole. «Me acaba de dar un pantallazo azul, cualquiera». !Pero que recontra pelotudo!, tenía que reiniciar la computadora y en menos de lo que canta un gallo se habría solucionado. Pero no, el necesitaba admirar que comentaban los demas, para refutarlos en un principio y luego quedarse con el credito de la resolución del hecho. «Ya esta. Se arreglo reiniciandola». Que maestro. Se levantó de la silla, y la tela que la recubría se le quedo temporalmente pegada al pantalon, hasta que se irguió completamente. Había estado sentado ahí hacía exactamente tres horas. Caminó hasta uno de los estantes que habían en la cocina, y de el sacó una gran tableta de chocolate. Medía lo mismo que todo su torso. Lo admiraba con los ojos brillantes. Abrió el paquete sin vacilar, y se mando un trozo a la boca. Lo masticó, y luego lo tragó. Sus papilas gustativas se deleitaron con el mejor sabor del chocolate argento.
—Que bueno que está... la concha de la gorra —se dijo a si mismo.
Siguió asi hasta terminarse el chocolate entero, luego tiró el envoltorio al suelo. Ya lo va a levantar mi abuela, pensó, de ultima despues limpio. Que hijo de puta. Volvió a sentarse en la silla, y la computadora estaba apagada. Le pego una patada con su pierna derecha, y no sucedió nada. (¿Que iba a pasar?) Tocó el boton de encendido, y nada. Probó revisando si había luz en su casa, pero no era ese el problema. Su ritmo cardiaco se acelero bastante. Comenzó a transpirar por su cabello grasiento. Negro opaco. Se acomodó el flequillo, y llevó su mano a su celular. Cuando intento encenderlo, notó que este tampoco funcionaba. Que lo parió, pensó, lo que me faltaba. La computadora era nueva, pero inmediatamente recordó que tenía garantía. (Que boludo) Se volvió a levantar de la silla, esta vez para ir a llamar a su abuela. Seguramente tendría el numero de Megatone, o de donde sea que hayan comprado la computadora, y solicitar el reclamo.
—Che... —Leonardo se quedo postrado viendo el piso. La ropa de su abuela estaba tirada, junto con un monton de polvo.
Volvió sobre sus pasos, confundido, y subió las escaleras hacía el segundo piso.
—!Ma! —anunció Leonardo, pero nadie respondió—. !Ey!
Miro a su alrededor, y había ropa tirada en el suelo, junto con montones de polvo. Ahora parecía que esto iba en serio. Bajo las escaleras, caminó hasta el estante donde guardaban los dulces y tomó un par de merengadas. Las comenzó a comer, ansiosamente, y con su otra mano reposando en la mesada se percató de que ahora era de noche. Afuera había oscuridad, pero oscuridad que no dejaba ver nada en lo absoluto. Como si ademas hubiese niebla. Dejo las merengadas en la mesada, y caminó de nuevo al living. Abrió la puerta de su casa, y una noble voz susurró:—Hola, Leonardo. Vinimos a visitarte, yo soy la Luna. —Era una forma perfecta. Algo difuminada, pero se notaba a leguas su contorno—. Y el es mi amigo, El sol.
Leonardo se cago hasta las patas, y se cayó hacia atras. El dolor que sintió al caer le palpitó hasta el alma.
—Q... ¿Que?
—No te asustes, vinimos por tu cancion —anunció el Sol.
—Si, si. Aviones vuelan flyy —dijo la Luna.
Leonardo se tomó la cara, no podía creer lo que estaba pasando. Se levantó y intento pasar su mano atravez de la Luna. Esta paso al otro lado. Lo mismo hizo con el sol, y obtuvo el mismo resultado. Las figuras entraron en su casa sin preguntar, atravesando su mortal cuerpo de carne y hueso. Encendieron la computadora con solo mirarla, y pusieron la cancion con solo pensar en ella.
(Aviones vuelan fly en dubai toy bien rich, cuanto gana...)
Las figuras explotaron en placer. Se reían a carcajadas, y un caracteristico brillo cegaba a Leonardo. Una vez que terminó, las figuras apagaron la computadora, y guardaron la cancion en sus adentros.
—¿Cuanto nos cobrarías por esto, Leonardo? —anunció el Sol, con una expresión mas relajada.
—¿Cobrar?
—Si, tonto. —interrumpió la Luna—. Nos la llevamos, ¿Estas algo atontado, no?
—Se la pueden llevar gratis —dijo Leonardo tembloroso.
—!Oh!, pero que magnifico —dijo la Luna—. ¿Lo ves, Sol? Te dije que era magnifico.
—Y en verdad lo es —respondió el Sol.
Sus figuras comenzarón a elevarse, y sus voces se alejaban a medida que también todo volvía a la normalidad; Afuera volvió a ser de día, los familiares de Leonardo volvieron a la vida, y su computadora y celular volvieron a encenderse. Leonardo miraba atónito a la nada. Su abuela entró en el living y lo vió pálido.
—¿Que pasa, Leo? —dijo su abuela, con la caracteristica voz que tienen los ancianos.
Leonardo no estaba en condiciones de responder. Se sentó en su computadora, y la encendió. Se limpió la cara, como si estuviera cubierta de tierra, y siguió programando como si nada hubiese sucedido.
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CHINATOWN
SpiritualitéUn joven del interior de Cordoba escribe la mejor cancion de todos los tiempos.