Único

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Lo único que podía escucharse eran los cantos de los pájaros que Francis podía visualizar con facilidad a través de la única ventana de la cocina, además del ruido que hacian los huevos al freirse sobre el sartén.

Miro el reloj que colgaba de la pared, justo al lado de la entrada, ya pasaban de las siete y su amado inglés no había bajado a desayunar.

Por supuesto, se le hizo bastante extraño que no lo hubiera hecho, sabía cuanto amaba Arthur la puntualidad, aunque a Francis no le importaba demasiado hacerlo, Arthur era siempre quien lo despertaba demasiado temprano.

Pero eso había dejado de ocurrir hace algunos meses...

Desde entonces, es Francis quien ha tomado la iniciativa para levantarse y alistarse, a la vez que también cocinaba los alimentos para ambos, pues Arthur había estado argumentando encontrarse muy cansado para ello.

Sin más, apagó la estufa, se quitó los guantes de cocina, tomo dos platos limpios del fregadero donde sirvió lo que recientemente había preparado y dos vasos donde vertió el té que tanto le gustaba a Arthur y por el que, sin percatarse, también había agarrado el gusto tras convivir tanto con él.

Justo en ese momento, escucho los pasos de Arthur acercándose a la cocina. Pensó que ya estaría totalmente vestido, listo para que ambos se fueran a la oficina.

Sin embargo, esto no era así, además de sus prominentes ojeras, el menor solo llevaba la misma pijama verde con la había dormido la noche anterior, y una expresión miserable en su rostro.

—No iré hoy — Expresó Arthur con desgana, sentándose frente a Francis, quién seguía de pie.

—¿Porqué? Ayer tampoco quisiste, mon chéri, ¿Te sucede algo?

—Uhm, no, no es nada, amor. —Dijo después de dar un sorbo al té, sonriendo hacia Francis, quién le devolvió el gesto y se sentó frente a él, no muy convencido de sus palabras.

El tiempo transcurrió sin demasiada conversación, pues por más que el francés tratara de incentivarla, Arthur respondía muy poco, ni siquiera parecía escuchar.

Francis terminó antes, mientras Arthur a penas parecía haber tocado su comida. Se despidieron con un beso en los labios, un abrazo que el francés sintió un tanto diferente y unas cuantas palabras dulces por parte del inglés.

Algo bastante extraño en él.

El día también parecía bastante diferente, más sombrío, a comparación de otros. Y aunque no le tomó demasiada importancia si fue una sorpresa para él que de pronto las gotas de lluvia se hicieran presentes también. Ni siquiera llevaba paraguas o algo con lo que cubrirse, y para su mala suerte el coche se había descompuesto el día anterior.

Llegó a la oficina y su secretario, una chica de aspecto elegante, y con bastantes similitudes con Arthur, lo saludó como de costumbre.

El día transcurrió con normalidad, más allá del extraño presentimiento de Francis, y mantuvo una conversación amena con Alfred Jones, su amigo de la infancia.

—¿Sabes? Hace un año un sobrino mío, hijo de mi hermano Matthew, se colgó —Francis frunció un poco el ceño.

—¿Cómo?

—Se mató, Francis. Desde ese entonces mi casa no ha sido la misma. Matthew ha regresado a vivir con nosotros, pero no sale demasiado de su habitación, a penas come.

Francis no supo que más decir, sintió como el estómago se le hundió ante las palabras de su amigo y no pudo ni terminar su comida.

Justo a las ocho en punto salió de la oficina, despidiéndose de Alice y de Kiku, un compañero suyo de rasgos asiáticos con quién había entablado una estrecha amistad meses antes.

Llegó a casa con el traje empapado, dejando el abrigo sobre el perchero antes de subir por las escaleras que lo llevarían a la habitación que compartía con Arthur.

Y sus ojos se horrorizaron al presenciar tal  escena.

Y todo lo que recuerda son escenas al azar donde sostiene el cuerpo de aquel hombre con quién estuvo casado.

Sabe que se sentirá culpable, sin tener realmente la culpa, hasta el final de sus días. Que verá a Arthur en todos sus sueños, en los más dulces y en las pesadillas.

Asleep [One Shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora