Parte 4

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Su cabeza dolía, era el mayor dolor que había experimentado en sus cortos 17 años de vida, su espalda y cuello también dolían al igual que sus rodillas. Como si hubiera estado en una pose incómoda por demasiado tiempo.

—¿Qué haremos con él? No podemos dejar que nuestro superior se entere, Menos el Jefe, nos mataría al enterarse que hubieron testigos.— Su escuchó susurros cerca suyo, quiso habría sus ojos, pero rápidamente se dio cuenta de que los tenía vendados.

Sus manos estaban amarradas, al igual que sus piernas, intentó gritar pero la cinta que tenía en su boca lo impidió, solo logrando hacer ruidos extraños. Empezando a moverse como un gusano, intentando liberarse.

Los hombres que lo rodeaban voltearon a verlo, entre ellos estaba el líder de esa pandilla, el cual solo lo miraba pensativo al pequeño, no tenía idea qué hacer con el menor, pero debía pensarlo rápido.

—Oww, ternurita, cree que puede escapar. —
Un joven peligris sonrió, viendo enternecido como Kim Su intentaba liberarse.

—¿Podemos sacarle la venda, Jooin?— el pelirosa escucho otra voz, la cual dijo aquella pregunta con mucha emoción.

—Haz lo que quieras, pero apúrate, Nuestro superior llegará luego, y tenemos que pensar que hacer con el problema— Jooin se retiro de ahí junto con los demás .

—El peligris asistió repentinas veces con emoción, dando pequeños pasos hacia el pelirosa, el cual estaba tirado en el piso, sonrió al ver como el chico intentaba liberarse, de las sogas que poseían sus manos.

—Hola bombóncito, sabes tienes un aroma delicioso. ¿Alguna vez te lo dijeron?— Woojin sonrió, antes de quitarle la venda de los ojos a Su.

El pelirosa tuvo que parpadear varias veces seguidas para poder acostumbrarse a la luz, y cuando eso pasó, se sentó de golpe al ver el peligris enfrente suyo, mareándose un poco en el proceso, pero aún así logrando llegar al rincón de la pared.

Observando todo el lugar donde se encontraba, no sabía bien que era, estaba en lo que parecía un sótano pero a lo  lejos se miraban unas jaulas
Algo grandes, por otro lado el peligris observaba la belleza del pequeño, parecía un cachorro muy asustado, mientras mordía sus labios, era claro que por su mente corría la idea de pasar una buena noche con el pequeño asustado.

—¿Te gusta este lugar? Tienes curiosidad por que las jaulas son tan grandes no?,— pregunto el peligris mientras de dirijáis hacia el pequeño, que solamente intentaba alejarse más  aunque el dolor que provenía de sus tobillos lo estaban matando.—Veras las Jaulas son para las personas que meten sus narizitas donde no les importa como tú, y las habitaciones son nuestras cada uno tiene una, nos gusta la privacidad, ¿sabes? Es útil cuando queremos traer pequeños omegas, y pasar.... tiempo a solas, ya sabes. —el peligris sonrió, se había agachado hasta estar cerca del Omega, avanzando con cada palabra, poniendo cada vez más incómoda al Pelirosa.

Quiso gritarle al tipo que se alejara, pero aún tenía la cinta en la boca, así sólo logrando patalear, no logrando nada teniendo sus pies atados.

—Cariño, quédate quieto, no quiero que lastimes tu ermosa hermosa piel.— Woojin sonrió, acariciando la mejilla del chico, el cual se apartó rápidamente, mirando con el ceño fruncido al contrario.

Su balbuceo algo, poniendo curioso al peligris, mientras tanto el pequeño estaba asustado e incomodo, no quería estar ahí no podía morir, su abuela lo necesitaba, menos quería estar con ese tipo.

—¿ algo quiere decirme lindo?— el mayor quito la cinta de la boca de él Omega, con brusquedad y rapidez haciendo que Su se quejara ante el repentino ardor que le había  provocado.

—¡Suéltame, idiota! —gritó Su, intentando no largarse a llorar, en realidad estaba tan asustado, pero todo lo que quería hacer era gritarle aquel hombre.

My pequeño OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora