Prologo.

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Un suspiro se escapó de los labios de la chica, cada par de segundos salía algún pequeño sonido de su boca en un intento de recuperar el aire y poder acabar con el infierno en el cuarto, pero estaba tan dormida que no funcionaba pues su cuerpo estaba tan exhausto por el calor que aún no reunía la suficiente fuerza para hacer algo.
Un par de grados después por fin los ojos de la joven se abrieron. Su vista estaba borrosa y aguada por las lágrimas, su cuerpo estaba casi igual de húmedo por todo el sudor que había estado desprendiendo desde que fue llevada a esa habitación.
Ella intentó levantarse pero no lo logró del todo. Sus brazos se tomaron de las delgadas y pálidas sábanas que había a su alrededor pero su agarre era tan débil que solo pudo inclinar su torso hacia arriba. Todo su ser temblaba al igual que su vista, limitándole considerablemente el campo de visión.
Su cabeza se movía de un lado al otro, confundida, tratando de comprender la forma tan extraña de despertar. Primero se percató que la alcoba resultaba ser mucho más grande que la suya, las paredes eran blancas con decorados dorados mientras que las que le pertenecían tenían un tono gris tapado mayoritariamente por diferentes dibujos y posters. Su segunda observación fueron los muebles a su alrededor, a simple vista se notaba que eran de madera refinada y cara, completamente contrarios a los suyos.
Su preocupación aumentó con eso. Adentrada en el pánico palpo su cuerpo por sobre las telas en busca de alguna herida o malestar, pero sorprendentemente estaba bien, ni siquiera su camisón estaba rasgado. Dejo salir, aliviada, el aire que tenía retenido en sus pulmones pero su respiración volvió a cortarse cuando encontró algo más en el lugar.

Psicopatía (Aubery Kung y tú) EL DESPIADADO CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora