💙 Capítulo 2 💙

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La nueva Duquesa.

Mientras tanto, Pervin, que había llegado primero al comedor, dobló los papeles en su mano y los dejó a un lado. Cuando llamó al mayordomo, Alfred, para preguntarle qué ocurría, éste le dio una noticia sorprendente.

-La señora dice que cenará con usted. ¿Por qué no espera un poco más?

-Tonterías, ¿por qué alguien que nunca ha comido conmigo...

Antes de darse cuenta de lo que estaba pasando, la puerta del comedor se abrió de golpe. Irwen, vestida con un vaporoso vestido rojo, un alborotado cabello largo y rizado. Después de ser guiada por la criada, se sentó en la mesa frente a él y pronto levantó la cabeza. Una voz sonora salió de su boca.

-Me gustaría cenar con usted, si no le importa.

En lugar de responder, Pervin se quedó mirándola. Estaba asombrado, tan asombrado, como si alguien le hubiera golpeado en la cabeza. Ella, que solía maquillarse como un huevo fantasma con maquillaje espeso, apareció frente a él con su rostro desnudo. La sonrisa fresca en su rostro inmaculado, era hermosa, y esa sonrisa que parecía estar dirigida a él se le quedó grabada en el corazón. El cerrojo, que había estado firmemente cerrado durante los últimos cuatro años, se retorció salvajemente como si estuviera a punto de soltarse.

«Debes de estar loco».

Apenas apartó la mirada del rostro de Irwen y enterró el rostro entre las manos. Frotándose los ojos con cansancio, ordenó rápidamente sus pensamientos. El repentino cambio en su mujer, que nunca se había preocupado por él, que sólo lo odiaba, sólo podía interpretarse así:

-¿Sigues enferma? Creía que el doctor Dumfries había dicho que estabas bien...

Irwen dio una expresión confusa a la pregunta seria de Pervin.

-Ya no estoy enferma, sólo me he sacudido el polvo.

-Pero ¿por qué haces algo que no haces, por qué no vas maquillada?

-Creo que mi piel se ve mal porque el maquillaje es demasiado espeso, ¿por qué, es raro?

El tono franco de sus palabras sin ningún tipo de veneno hizo cosquillas en él. Pervin miró a Irwen. Era la primera vez que veía el rostro desnudo de Irwen desde que se casaron. Su rostro, siempre cubierto por una gruesa capa de maquillaje que era peor que maquillaje, era deslumbrantemente bello, y aunque ella ladeó ligeramente la cabeza como preguntándole por qué la miraba, él no podía dejar de mirar a su esposa.

 Su rostro, siempre cubierto por una gruesa capa de maquillaje que era peor que maquillaje, era deslumbrantemente bello, y aunque ella ladeó ligeramente la cabeza como preguntándole por qué la miraba, él no podía dejar de mirar a su esposa

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Pégame pero no me dejesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora