Queensley Nova
Siempre llegaba tarde ¿por qué? Ni puta idea, pero por alguna extraña razón, siempre llegaba tarde a mi trabajo durante los últimos tres meses ¿Lo peor? Solo tenía que ir un día y aun así me las ingeniaba para llegar entre diez y quince minutos tarde.
Por eso iba tan apresurada ese día, era la primera vez que llegaba a tiempo, o más o menos, considerando que tenía que entregar los informes a las cinco treinta y eran las cinco veinticinco y apenas entraba en el museo para ir a la oficina del señor Fitzgerald.
Mi trabajo consistía en hacer informes de obras para un señor que se dedicaba a encontrarlas en mal estado y luego restaurarlas para subastarlas a un precio mayor.
Me pagaban bien, por eso había sido tan insistente en llegar temprano considerando que la semana pasada había recibido una advertencia por mis llegadas tardías.
Pero al entrar al museo y ver lo que caminaba con paso seguro hacia mí, me dije a mí misma que no llegaría temprano a mi cita de hoy.
Mis pasos se detuvieron por inercia y él del otro lado del enorme salón con concepto abierto él hizo lo mismo.
Llevaba un traje negro echo a medida y ambas de sus manos estaban dentro de sus bolsillos mientras que un enorme perro negro de raza desconocida para mí se detenía a su lado, sin la puta correa.
¿Acaso se permitían los animales dentro de este lugar? No tenía idea, pero él parecía muy cómodo con su terrorífico perro a su lado.
¿Si pasaba junto a él me atacaría?
—Puedes pasar, no te hará daño —yo enarqué una ceja en dirección al hombre de voz ronca mientras todo mi cuerpo reaccionaba a su mirada gris que me repasaba con cierto interés.
—Me va a morder —dije en apenas un susurro, pero el eco del lugar ayudó a que él me escuchara.
—Tiene mejor educación que tú —aseguró —no va a morderte si no se lo ordeno.
Mis dedos se restregaron unos a los otros y ladeé la cabeza de un lado a otro antes de empezar a caminar.
—Es alarmante que tengan una señal para cuando pueda morder a alguien o no —él se encogió de hombros.
Yo por mi parte me pegué hasta la pared para dejarles el centro del salón para ellos y continué mi paso hasta el pasillo corriendo la última parte como si el perro estuviera detrás de mí.
No miré hacia atrás nuevamente, solo seguí mi camino hasta la oficina del señor Fitzgerald y entré en el lugar sabiendo que solo me esperaba a mí.
—¿Los perros están permitidos aquí dentro? —cuestioné con el ceño fruncido.
—Oh, te topaste con Magno.
—¿Magno? ¿Así se llama ese tipo tan grosero? —cuestioné dejando los informes sobre su escritorio.
—No, así se llama el perro.
—Ah, mira tú —susurré acomodándome en mi lugar al ver que él no daría mas detalles.
El señor Fitzgerald me miró por largos segundos antes de tomar los informes y comenzar a revisarlos hoja por hoja como siempre hacía y yo por mi parte me quedaba durante media hora sentada en mi lugar. Por lo general peinaba mi cabello rubio, arreglaba mis cejas, me sacaba las pestañas sueltas para que no cayeran sobre mis ojos, me sacaba la mugre de la uña y todo mientras él leía unos informes en los cuales estaba segura no encontraría nada mal.
Igual esperaba mi media hora sabiendo que esto solo era un día a la semana y la paga era demasiado buena.
—Están muy bien hechos —un asentimiento de mi parte fue todo lo que recibió antes de que me levantara y saliera de su oficina sabiendo que no volvería hasta la siguiente semana, y mientras pasaba por el enorme salón de antes, solo pude recordar al perro sin correa y su dueño.
Nota
Si, es corto, pero prometo que poco a poco eso irá cambiando. Diosmio que nerviosss.
Gracias por leer, en los próximos capítulos ya veré como empiezo a contar pequeños pedacitos para que vayan sabiendo que pasó con mi existencia.
Besitosss.
¿Puntito?
Darkness fuera.
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Ruthless Souls
RomanceEra una ciudad nueva, donde no conocía a nadie y a donde solo había ido para conseguir algo por lo que había estado preparándome toda mi vida. Al empezar a trabajar como asistente de un restaurador de piezas de arte, pensé, esta es mi oportunidad d...