—¿Moderar? ¿Yume? —a Horacio se le estaban aclarando las ideas.
—Sí. Aún falta una hora para que empiece el directo, pero ya debemos estar ahí. Vamos —Acto seguido, este moderador se dio la vuelta y se dirigió por el mismo camino por el cual habían ido los demás.
Horacio ya lo estaba entendiendo y la situación ya le parecía extrañamente familiar. "Moderadores, un cuarto oscuro y tenebroso, probablemente bajo tierra... era como las bromas que solían hacer en la comunidad de Yume... pero esto no es ningún meme ¡Es real!", concluyó Horacio. La situación no era nada divertida, como las "bromas" que hacían. Tenía que salir de allí como sea. Se puso de pie otra vez, pero con un poco menos de dificultad que la primera vez. Caminó lentamente hasta la puerta y miró hacia afuera. En frente había una pared de piedra, y hacia un lado, un pasillo oscuro con varias puertas abiertas, desde las cuales escapaba un poco de la luz de aquellas salas de donde habrían salido los otros; probablemente sean salas como en la que él estaba. No se veía una posible salida al final de ese pasillo. Ni siquiera se podía ver su final, pues parecía que se lo tragaba la oscuridad. Miró hacia el otro lado, hacia donde se dirigieron las pisadas. Era otro pasillo oscuro, pero sin puertas a los lados. Este terminaba en una sala que parecía estar mejor iluminada y donde se veían sombras moverse. Razonó que ahí debía ser la sala de moderación, pero "¿debería ir por allí?", se preguntaba. Pero ¿A dónde más ir? Además, allí debería haber acceso a internet para poder moderar, así que podría intentar contactarse con Yume para pedirle explicaciones.
Por fin salió de su habitación, y caminó por el pasillo rumbo a aquella sala donde estaban los demás moderadores. A medida que se iba acercando, se le hacía más difícil seguir avanzando. Aún tenía miedo. La imagen de aquel tipo que abrió su puerta fue espantosa; y allí estaría él, junto con otros iguales. No quería estar cerca de ellos, y le aterraba acabar así él también. Pero no veía otra opción, así que no se detuvo. Mientras avanzaba, le extrañó tanta quietud en esa sala. ¿Había alguien allí? Deberían estar. Sin embargo, no se escuchaban voces ni tampoco percibía algún movimiento allí dentro. Ahora todo parecía muy tranquilo, pero esto no le calmó ni un poco.
Ya había llegado. Estaba ahí, pero aún no había entrado. Se mantenía en el umbral observando la escena. Sí estaban todos allí, cada uno sentado casi inmóvil dentro de un cubículo con un monitor y un teclado. Las paredes no eran de piedra como las demás que había visto. Estas eran de frío metal. Presentaban manchas de color verdoso donde antes brillaba el típico color del cobre. El techo estaba mucho más alto y de este también colgaban cadenas, pero estas tenían en su extremo calaveras que miraba hacia abajo. Era muy distinta a la sala en la que había estado, pero trasmitía la misma atmósfera incómoda. Sentía el olor de comida rancia junto con algo quemado que no podía identificar. Desde luego, no quería entrar y sumergirse en ese ambiente; pero cerró los ojos, tragó saliva y dio un paso adelante. Al instante, unos barrotes puntiagudos cayeron emitiendo un fuerte ruido metálico desde unos agujeros situados en el dintel de la puerta, y se clavaron en unas hendiduras en el piso, culminando con fuertes golpes. Al sentirlo, no pudo evitar soltar un grito a la vez que se dio la vuelta de un salto. Esos barrotes lo habían aprisionado en esa sala. Ya no había vuelta atrás. Se volteó para ver la reacción de sus "compañeros". Ninguno se movió de su silla ni emitieron sonido alguno. Permanecían inmóviles, cada uno en su cubículo, sin despegar la vista de su monitor.
Caminó despacio hasta estar en el centro de la sala. De nuevo, no vio ninguna otra puerta o ventanas. La única salida era el mismo lugar por el que había entrado, pero había sido bloqueado. Vio un cubículo vacío y se dirigió hacia él. En el respaldo de la silla estaba escrito su nombre. Arrastró la pesada silla de metal hacia atrás para sentarse, emitiendo un ruido estridente que hizo eco por toda la sala. Horacio paró de inmediato y se puso alerta por la posible reacción de los otros; pero, de nuevo, ninguno le prestó atención. Suspiró algo aliviado y se sentó. El monitor ya estaba encendido y mostraba el directo programado de ese día. Aún faltaba una hora para que empiece. Notó que en el borde superior de su monitor también estaba escrito su nombre. Estaba escrito en tinta roja, pero estaba desgastado y borroso, como si se hubiese escrito hace mucho tiempo. Era la primera vez que se sentaba allí, de eso estaba seguro. El teclado también se veía muy desgastado y con bastante polvo entre las teclas, además de que las letras se estaban borrando. Eso le hizo pensar en la posibilidad de que alguien haya estado ahí antes que él, y que fue reemplazado. Pero no podía ser. Seguía a Yume desde hacía mucho tiempo, y ningún moderador había sido dado de baja. Todos los que empezaban a moderar lo seguían haciendo después... No era tiempo de ponerse a pensar en esas cosas. Debía intentar contactar con alguien para que lo ayude, o con Yume para pedir alguna explicación.
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Moderando Desde La Oscuridad
FanfictionLa normal y apacible vida de Horacio Daniel Fernández De La Cruz da un brusco y sinestro giro cuando se le asigna la tarea que tanto deseaba: ser moderador de la streamer Yume Kali, su VTuber favorita.