Carolina cerró la puerta del apartamento y arrojó su bolso al suelo, se quitó los zapatos y caminó con la escasa luz que entraba por las ventanas, tomó un vaso de agua y fue hasta su habitación, se quitó la ropa formando una pequeña montaña con ella en el suelo y se acomodó el pijama antes de meterse a la cama, cerró los ojos adoloridos por la falta de sueño de las últimas noches y se rindió al cansancio, eran apenas las nueve de la noche pero le parecía que era de madrugada. Sobre la una despertó con el sonido de la notificación en su teléfono, abrió los ojos y estiró el brazo a la mesa de noche sobre la cual lo había dejado, el número desconocido de siempre le decía que le extrañaba, lo borró como solía hacerlo cada vez que llegaban y se preguntó brevemente por que aún no lo bloqueaba, esos mensajes solían llegar una vez por mes desde hacía seis meses, el tiempo en el cual había cambiado su número de teléfono tras salir de la clínica, pensaba que seguramente era un ex arrepentido intentando recuperar a alguien, se giró en la cama, ya lo bloquearía cuando llegase otro mensaje en ese momento solo quería dormir.
Cuando se levantó al día siguiente y se alistó para una nueva jornada de la rutina de siempre se olvidó del misterio del número, y se mantuvo así por un mes hasta que entró el siguiente mensaje, estaba sentada frente al televisor comiendo una bolsa de frituras con una lata de cerveza en la mano y Rómulo acostado a su lado cuando su teléfono sonó, se limpió los dedos con la lengua y abrió el mensaje.
“Hola… perdón por escribirte aún, sé que ha pasado mucho tiempo. Se que ya no debería hacerlo, sobre todo porque sé que no vas a contestar. Pero aunque lo sepa hay una parte de mí que se siente mejor cuando te escribo, tal vez solo es mi melancolía evocando aquellos días en que contestabas tan rápido, sin importar el día o la hora, siempre podía contar con tu respuesta inmediata, mi error estuvo en no poder verlo hasta ahora, no poder ver lo importante que era eso para mí, lo importante que eras en mi vida porque yo era importante en la tuya y siempre me lo hiciste saber… me gustaría haber logrado hacer que te sintieras igual, mi error estuvo en no haberlo hecho y ahora no tengo otra oportunidad. Eras importante, aún lo eres, y no tienes idea de lo mucho que me arrepiento de no haberte dicho más veces lo mucho que te quiero. Espero que estés descansando, que ahora puedas sonreír, que los fantasmas que te acosaban al fin te hayan dejado en paz, esa esperanza es lo único que me ayuda a sobrellevar esto. Descansa, buenas noches, te quiero”
Carolina frunció el ceño, era el mensaje más largo de los que había recibido hasta el momento y era algo confuso, pensó en finalmente bloquear el número pero una nueva idea apareció en su cabeza, avergonzaría al “ex” arrepentido haciéndole saber que un extraño acababa de leer su discurso.
“Disculpa, hace meses me están llegando estos mensajes y no soy quien buscas, este es mi número ahora, supongo que la persona a la que acosas se hartó de tu lloradera y ha pedido el cambio de número, he tenido la desgracia de recibirlo yo. Por favor ten dignidad y deja de molestar”
Carolina dejó de lado el teléfono y terminó de ver la película que acababa de poner, luego arrojó la basura en su lugar, se lavó los dientes y se fue a dormir ignorando por completo el efecto de sus palabras en una persona desconocida que lloró por horas tras leer su mensaje. Al levantarse el día siguiente se metió a la ducha y se vistió para una nueva jornada de trabajo, cuando estaba a punto de salir del apartamento tomó su teléfono para buscar su lista de reproducción, en ese momento notó la respuesta que había entrado sobre las cinco de la mañana y que no había oído por estar profundamente dormida cortesía de la cerveza.
“Siento mucho la molestia. Este era el número de una buena amiga, falleció hace un par de años, a veces me hace sentir bien dejar un mensaje aunque sé que ya no está. No volverá a ocurrir”
Carolina se golpeó la frente contra la puerta “bravo, bravo, la peor metida de pata que has dado este año” se dijo guardando el teléfono en el bolsillo de su chaqueta de cuero antes de salir del apartamento a prisa para ir a cubrir su puesto como vendedora en un centro comercial. Pasó el día tras el mostrador reprochándose su actitud infantil y al terminar su jornada se dirigió al apartamento, vio a Rómulo esperándole como cada día y tomó la correa para sacarle a pasear, recorrieron las calles y el parque de enfrente por cuarenta minutos antes de regresar, ingresó al apartamento y limpió el baño de Rómulo ubicado en el pequeño balcón para luego rellenarle el plato de croquetas y abrir una cerveza para ella, le observó comer mientras daba un trago y sonrío amargamente.
- No sé que haría sin ti- murmuró dando un segundo trago- eres mi mejor amigo y si te pasa algo me sentiría como un culo… y hoy he actuado como una cretina con la persona de los mensajes ignorando como se debe estar sintiendo… - la mujer dio el último trago largo a la botella y tras lavarse los dientes se metió a la cama, tomó un libro y después de leer un par de capítulos tomó su teléfono móvil que estaba cargándose en la mesita de noche, abrió la aplicación de mensajería instantánea y comenzó a escribir
“Por favor perdóname, suelo ser un poco torpe, lamento tu pérdida no quise faltar el respeto de esa forma. Si es algo que te sirve de alguna manera puedes seguir enviando esos mensajes, yo los ignoraré claro no es que quiera ser chismosa. Nuevamente lo siento mucho”
Carolina envío el mensaje y vio la foto de perfil del destinatario, era una mujer joven, de hermosa cabellera azabache, rostro alargado y ojos grises, aunque solo estaba viendo una foto sintió que podía ver una profunda tristeza en ella y se sintió aún más culpable de su actitud. Dejó el teléfono a un lado y se dispuso a dormir.
Amanda cerró las cortinas de su habitación, apenas una semana atrás se había cumplido el segundo aniversario luctuoso de Lorena y no se sentía bien, pese a que el último año había conseguido recuperar en parte su vida, consiguió un trabajo y estaba decidiendo si volvería a retomar la carrera que congeló o tomaría otro rumbo, su vida social volvía lentamente a ser la misma de antes, las sonrisas eran sinceras, a pesar de todo eso el aniversario de la muerte de Lorena seguía siendo pesado, tomó la vieja fotografía que se mantenía en su escritorio y se tumbó en la cama observándola, el marco tenía manchas de antiguas lágrimas contrastando esas sonrisas eternas en la imagen.
- Perdóname por no haber visto que me necesitabas- le susurró a la fotografía posando sus dedos sobre la imagen sonriente de Lorena- perdóname si aún no puedo dejarte ir… soy yo la que te necesita ahora aunque sé que nunca más te tendré, y sé que debería haberte cuidado un poco más cuando estabas… como tú lo hacías conmigo…
Amanda escuchó entonces el sonido de la notificación personalizada en su teléfono y sintió su piel erizarse mientras su estómago se volvía un nudo, ese era su tono, el tono de Lorena y pesé a que sabía lo que significaba, otra persona tenía su número, la persona que le había escrito la noche anterior, aunque lo sabía no podía evitar sentir esa extraña melancolía, leyó el mensaje y dejó su teléfono y la fotografía enmarcada a un lado, entonces pensó en como reaccionaría Lorena a una situación como esa, la molestaría por meses, al pensar en eso rompió a llorar, extrañaba demasiado sus bromas, sus carcajadas estridentes, la forma suave de su voz, extrañaba todo lo que su amistad significaba y todo lo que no había podido significar por falta de tiempo, todo lo que no habían podido hacer, los lugares por conocer, los chismes por contarse, para esas alturas tal vez Lorena ya le hubiese presentado a un novio, ella tal vez estaría con alguien mejor que Mónica, ¿ hubiesen tenido citas dobles?, todas esas dudas le golpeaban y no poder llamarla para hablar sobre como se sentía… pero ¿Cómo se sentía? Se sentía dolida por no tenerla, dolida por no haber hecho más cosas cuando aún la tenía, y de vez en cuando… de vez en cuando los “que hubiera pasado sí…” aun le atacaban, esa era una de esas noches y se durmió imaginando que hubiese pasado si ella hubiera visto a tiempo el estado en el que Lorena se encontraba.
Carolina vio la colección de frascos de pastillas para dormir y cerró la puerta de su botiquín al tiempo que se tragaba un par de aspirinas, se miró en el espejo y se dedicó una sonrisa falsa.
- Chica te vez fatal- se dijo olfateando la camiseta holgada que no se quitaba desde hacía cuatro días- y hueles fatal- agregó abriendo la ducha, llevaba varios días en casa por vacaciones, el primer día salió por provisiones, los demás solo salía una hora, de noche para pasear a Rómulo, se la pasaba el día completo en cama intentando recuperar energías, unas energías que había perdido hacía demasiado tiempo y que no sabía si en algún momento recuperaría, ciertamente desde la muerte de su abuela no había vuelto a ser la misma, estaba agotada, verdaderamente agotada de tener que levantarse día a día para intentar encajar en una sociedad que le exigía reponerse, “la vida continúa” , pero ¿eso realmente era una vida?, se levantaba y lo primero que sentía era angustia, se sentaba en la cama con un “buenos días” que absolutamente nadie le respondía, cepillaba sus dientes y se duchaba en los días que debía salir a trabajar, los días en casa no se molestaba por esas cosas, apenas y se molestaba por comer y en parte lo hacía gracias a que la compañía de Rómulo le ayudaba a sobreponerse de los recuerdos, la abuela siempre le había regañado por no saber cocinar algo que no fueran pastas o arroz, “así nunca encontrarás a alguien que te aguante” y “no voy a estar toda la vida contigo para cocinarte”, esa última frase era la que más dolía cuando se hartaba de comer lo mismo y extrañaba los guisos de la abuela, extrañaba los regaños, extrañaba los abrazos cuando se sentía decaída por que ciertamente nunca nadie más que ella le había consolado, no por que ella no lo quisiera, solo era difícil… demasiado difícil confiar en los demás, lo había sido cuando extrañaba a mamá a los cuatro años, cuando recibía burlas por no llevar a sus padres a las actividades escolares, esas burlas que le habían hecho dudar de cada movimiento que daba en su etapa escolar generándole un grado de timidez tan alto que solo generaba más burlas, era difícil confiar después de que a los catorce años la única persona a la que consideraba una amiga había llevado un viejo archivo periodístico que hablaba sobre un hombre… un hombre de nombre Fedor Rios acusado de una docena de cargos de violación y dos homicidios, junto al archivo había conseguido una fotocopia de su acta de nacimiento, donde ese hombre figuraba como su padre, un padre que ella sabía estaba en prisión, pero hasta ese momento desconocía la inmensidad de sus crímenes, ese acto no solo había culminado con su única amistad, también con cualquier posibilidad de tener una vida social normal en la escuela de la cual su abuela tuvo que cambiarle por las múltiples amenazas recibidas a causa de los actos de un hombre al cual Carolina no recordaba. En su nueva escuela su perfil fue aún mas bajo y solo quería salir de ese infierno, con tan poca preparación para la vida social y la carga de ayudar a la abuela jamás había conseguido confiar en nadie más, y en esos momentos era cuando más lo notaba, le parecía difícil eso de “amar su propia compañía”, era difícil amarse cuando pensaba en su legado, y cuando lo pensaba detenidamente era lógico que nadie más hiciera un esfuerzo por amarle… a veces se preguntaba si la abuela en realidad le había amado o solo aceptó la carga que le había dejado su hija porque ella también se sentía sola, una madre soltera cuya hija de pronto había desaparecido dejando en el olvido a una niña de tres años, dos almas solitarias acompañándose, pero ahora solo era ella y a veces no quería serlo… por eso había comenzado a coleccionar pastillas para dormir en el botiquín.
Se vistió y miró por la ventana por un instante antes de decidir que era un buen día para ir a ver a la abuela, tomó la correa de paseo y Rómulo corrió a acompañarle, ambos dejaron atrás el apartamento con pasos tranquilos y sin prisa.
Amanda se levantó a medio día, se metió a la ducha y cuando salió vio a su madre acomodándole un lugar en la mesa para asegurarse de que comiera algo, sonrió al ver los wafles con crema y fresas y se sentó alcanzando el envase de leche para llenar su taza.
- Ma no hace falta que te esmeres tanto con mi desayuno- aseguró observando a la mujer que se sentó a su lado con una taza de café
- Te has levantado tan tarde que me has dado tiempo de sobra- señaló la mujer con cautela- ¿Cómo sigues?
- Son días difíciles- aceptó Lorena recordando que tras el primer aniversario Luctuoso había pasado tres meses muy malos- creo que siempre lo serán… solo no puedo creer aún que Lorena hiciera eso y es absurdo… han pasado más de dos años….
- No hay un tiempo estipulado para que dejes de extrañar a quienes amas mija- aseguró la mujer de cabellera corta a su lado- nunca he dejado de extrañar a mis padres, puedes llegar a resignarte pero siempre los recordarás… el amor que nos dieron… solo debes aprender a gestionarlo, sobrellevarlo… las circunstancias de Lorena fueron trágicas, yo también la extraño y también me pregunto si pude hacer más, si cuando su mundo se comenzó a revolver pudimos insistirle en que viniera a vivir con nosotros… - Amanda sonrió con angustia ante las palabras de su madre y se concentró en su desayuno, al terminar se levantó de la mesa y observó por la ventana de la cocina.
- Creo que es un buen día para llevarle flores- señaló de pronto con determinación- te veo luego- Amanda corrió a buscar su chamarra y salió de la casa a prisa con una sonrisa sincera en el rostro, se detuvo en el camino a comprar tulipanes amarillos, los favoritos de Lorena y terminó de hacer el recorrido al cementerio hasta llegar a la tumba de cerámicas oscuras, observó las letras doradas en la lapida y se inclinó a su lado
“Lorena A. Castellón Gática,
1997- 2020
Amada hija y hermana”
- Amada amiga- susurró la joven de cabellera azabache apoyando su mano en la cerámica mientras observaba la pequeña fotografía, nunca le gustó esa foto desde el primer día que visitó la tumba, la habían tomado un par de meses antes de que Lorena tome la decisión de marcharse, Amanda sentía que desde la foto los ojos tristes de Lorena la veían, esa mirada angustiada que ella no había podido ver a tiempo, si tan solo se hubiese detenido a verla a los ojos, tal vez… sacudió la cabeza luchando contra ese tal vez, sus padres, sus tíos, su terapeuta le habían repetido muchas veces que ese tal vez era erróneo, Lorena había tomado su decisión, no era su culpa, pero el tal vez aún la golpeaba, su amiga se había sentido tan agobiada, tan sola, tan acorralada, tan mal que había optado por el suicidio… Amanda recordó la primera vez que había oído esa palabra de boca de un policía en la escena, ella nunca había sentido tanto dolor al escuchar una palabra, “Suicidio”, la palabra sonó en sus oídos como un tambor y se clavó en su pecho como un afilado cuchillo de hielo que se clavó provocándole una herida que se sentía fría y que comenzó a sangrar lentamente mientras el hielo de aquel agudo puñal se derretía con el paso de los días, en esos días cuando la herida sangraba la pregunta más frecuente fue ¿por qué?, Lorena era una chica alegre, tenía ambiciones, sueños, metas, con esas ideas en su cabeza Amanda comenzó su propia lucha, sí, Lorena era todo eso, pero también tenía problemas, miedos, angustia, cosas que había intentado comunicarle y ella… ¿la había ignorado? Amanda creyó descubrir por qué la gente temía a esa palabra, creyó entender por qué la palabra suicidio era un tabú , representaba demasiadas cosas, representaba la angustia y desesperación del suicida, el suicida que en algún punto había sido una persona feliz, llena de vida, llena de ilusiones, pero que también era una persona desesperada, golpeada por la vida de una forma cruel, una persona golpeada de tal manera que sus ojos habían perdido la capacidad de ver la luz, y entonces sumida en las sombras no podía ver nada más que la oscuridad, y el miedo a la oscuridad es algo natural en las personas, ese miedo le susurraba al oído que jamás volvería a ver la luz, ese miedo convirtiéndose en desesperación, latiendo en el pecho con tanta fuerza, volviendo todo más difícil, el miedo y la desesperación son terribles consejeros. Pero para Amanda la palabra suicidio también representaba otra cosa en ese momento, culpa, la gente le temía a la palabra por que quienes sobreviven al suicida deben combatir a la culpa, esa vocecita que dice que deberíamos darnos cuenta de lo que ocurre con la gente a nuestro alrededor cuando muchas veces no somos capaces ni de entender lo que nos ocurre a nosotros mismos, con la culpa vienen los tal vez, lo que pudo ser distinto. Al mismo tiempo tras ver a los padres de Lorena, Amanda entendió que a veces la culpa se le achaca al suicida, como si combatir con el dolor en vida no hubiese sido suficiente, para algunos fue culpable por no ser fuerte, valiente, por no querer ayudarse así mismo, por no querer intentar. Amanda aún combatía sus tal vez pero entendía que la palabra suicidio no debía seguir siendo un tabú, no debía buscar culpables, Lorena había tomado su decisión, quizá por no tener herramientas para pedir ayuda, quizá porque el mundo no tenía herramientas para comprender, para oír los gritos silenciosos de quien se ahoga, Amanda solo sabía que el suicidio de Lorena era una realidad, que aún le dolía y que quizá le dolería por siempre, también sabía que mostrar ese dolor no era algo malo, buscar el apoyo de su familia lo hacía más llevadero, darse tiempo de aceptar la herida le ayudaría a sanar.
- Querida amiga mía- susurró comenzando a acomodar las flores- lamento no venir el día del aniversario… a veces aún me duele recordar ese día… pero no creas que no me importas… espero que donde estás ahora lo sepas… lo importante que fuiste… lo mucho que aún te quiero.
Carolina acabó de limpiar la tumba y de acomodar los claveles blancos que tanto le gustaban a la abuela, observó la hora en su reloj y pensó en que podía pasar por unas hamburguesas al carrito cercano a su apartamento, podía comer con Rómulo en el parque y nadie podría decir que no había salido de casa en sus vacaciones, comenzó a caminar distraída por el panteón, llevando la correa en la mano mientras el Golden paseaba libre por entre las tumbas, de pronto lo vio correr y frunció el ceño
- Rómulo ven acá- gritó pero el animal no obedeció la orden, Carolina comenzó a correr tras el y se detuvo al verlo ladrar en dirección a una joven en una tumba. Amanda se giró al oír los ladridos y extendió los brazos sonriendo
- ¿Monigote? - preguntó antes de que el perro se arrojara a lamerle la cara- dios si eres tú, no puedo creer que seas tú- dijo entre risas mientras Carolina llegaba su lado, observó a la chica que estaba sentada sobre el suelo acariciando al animal y sintió la sangre agolparse en su cara, era la chica del número desconocido, la de los mensajes.
- Rómulo…- dijo viendo al perro moverle la cola- chico ¿Qué haces?
- ¿Rómulo? – preguntó Amanda- ¿así te llamas ahora?
- Ustedes dos… ¿se conocen? – preguntó Carolina viendo a la joven frente a ella levantarse.
- Creo que sí… - ambas observaron al perro echarse sobre la tumba observando la lápida como si pudiera reconocer a la persona en la pequeña fotografía – y creo que el recuerda a Lorena- Carolina leyó el nombre en la lápida y observó a la chica frente a ella, la de la foto en WhatsApp, entonces la chica de la fotografía en la lapida era a la que le escribía los mensajes que ella estaba recibiendo y esa chica ¿había conocido a su perro?, tal vez por eso nunca había encontrado al dueño…
- Yo… yo lo encontré hace meses en mal estado…estuve buscando a sus dueños pero… nadie lo reclamó
- No creo que ella pudiera hacerlo- admitió Amanda con lagrimas en los ojos- estuve buscándolo por meses… por un año entero…
- Yo… yo… lo siento mucho- señaló Carolina con sinceridad observando a su mejor amigo con la cola gacha sobre la tumba- lo siento…- repitió sintiendo sus propias lágrimas amenazando con escapar de sus ojos, si esa chica lo había estado buscando ¿querría llevárselo?
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INMARCESIBLES
RomanceAmanda está luchando contra sus sentimientos de culpa tras la muerte de su mejor amiga, lo cual le ha llevado a un camino difícil que no imaginó para su vida. Carolina lleva toda su vida teniendo problemas de identidad a causa de una infancia marcad...