sobrevivir

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Amanda pasó seis meses buscando a Monigote, puso carteles, anuncios en redes sociales, recorrió los peligrosos suburbios donde Lorena había pasado los últimos meses de su vida, sin embargo no obtuvo resultados positivos, lo único que conseguía con cada búsqueda eran discusiones con Mónica.
- Han pasado semanas y seguimos perdiendo el tiempo- se quejó la mujer de cabellera rizada y piel bronceada
- No es perder el tiempo-. Contestó Amanda cerrando la puerta del vehículo luego de bajarse a reemplazar algunos carteles rotos
- Si estuviera por aquí ya lo hubieses encontrado, además, ¿Qué harás si lo encontramos?, sabes que tengo alergia
- Lo llevaré a casa, el patio es amplio y estará bien allí- Mónica que había comenzado a conducir apretó los puños en el volante hasta que sus nudillos tomaron un tono pálido
- ¿lo dices enserio?, ¿Cómo se supone que te visite?
- El patio es grande y al interior no tendremos problemas- contestó Amanda con gesto tranquilo
- ¿Por qué ese estúpido perro es tan importante? – señaló Mónica elevando el tono de su voz – ¿no te basta con hacerme perder el tiempo con estas búsquedas? ¿llevarlo a tu casa? Hubo un motivo por el cual lo rechazaste en primera instancia, mis alergias.
- Y tal vez no debí hacerlo, tal vez Lorena lo sintió como un rechazo- contestó Amanda sintiendo sus ojos humedecerse ante esa idea - yo… es importante, encontrarlo y cuidarlo es lo último que puedo hacer por ella.
- ¿Por qué lo harías? - se quejó Mónica- si ella no quiso hacer algo por si misma no es tú culpa
- ¿Qué estás diciendo? - preguntó Amanda sintiendo sus pulsaciones acelerarse ante el comentario.
- Lo que escuchaste, estoy comenzando a aburrirme de verte así, llevas semanas, no, meses sintiéndote culpable por que ella no quiso ayudarse, fue su maldita decisión no la tuya y tengo que soportar que no quieras darme las cosas que me corresponden por estar tirada en tu cama llorando o que solo quieras salir para buscar ese estúpido perro.
- No puedo creer que estes diciéndome todo eso- señaló Amanda dejando escapar las lágrimas
- La que no puede creer esto soy yo, he intentado ser paciente, pero no quieres salir si no es a estas estúpidas búsquedas, solo hablas de ella, nos ha arruinado las fiestas, las actividades con amigos, tus calificaciones, hasta el sexo, no quieres estar conmigo por que estas triste, no puedo seguir soportando esto, era tú amiga y lo sé pero no puedes permitir que el hecho de que no tuviera entereza para enfrentar su vida te quite la capacidad de vivir la tuya.
- Detén el auto- ordenó Amanda, Mónica negó con la cabeza
- No, no, no, llevo meses escuchándote llorar, ahora tú vas a oírme a mí- señaló la mujer con las mejillas enrojecidas por la rabia Amanda sacó el seguro y abrió la puerta en movimiento provocando que Mónica frene de golpe- ¿Qué mierda haces?
- Te dije que te detengas- señaló Amanda bajándose del auto- lamento si te hice perder el tiempo, pensé que en verdad podía contar contigo pero me dejas claro que no eres la persona que creía.
- ¿es enserio? - se burló Mónica- yo debería decirte eso, pensé que eras divertida, fuerte y decidida, pero mírate, no eres ni la sombra de la persona que conocí
- Pues entonces ¿Por qué esperaste todo este tiempo para decirlo? - preguntó Amanda secándose las lagrimas antes de cerrar la puerta con fuerza- no te quito más tiempo.

Después de esa discusión Amanda no volvió a ver a quien había creído el amor de su vida meses atrás, tampoco encontró a Monigote. Congeló la carrera y se vio cada día un poco más recluida en sí misma, las noches le parecían demasiado cortas y los días demasiado agotadores, solo quería dormir, mientras dormía no podía pensar, no pensaba en ¿Por qué Lorena no había dejado nada que explicase su decisión? Eso le atormentaba, el pensar ¿que más podría haber hecho?. Pero dormir no siempre era la cura, por que dormir implicaba soñar, y el soñar a veces implicaba el recordar, esos recuerdos de la infancia correteando junto a Lorena por el patio, jugando a que eran un par de exploradoras, esa vez en que habían encontrado unos polluelos de gorrioncillo huérfanos y habían decidido cuidarlos o la vez en que se habían metido en problemas por jugar a cortarse el cabello obligando a Lorena a pasar el verano oculta bajo una gorra de lana. Los recuerdos de la adolescencia, de los primeros amores, y de como había sido Lorena quien la había acompañado el día que decidió salir del closet con sus padres, siempre se reían de como su madre había pensado que la revelación era de ambas y les dio su aprobación provocando un ataque de risa en Lorena. Eran demasiadas cosas porque se sentían como hermanas y asumir que ya no volvería a verla era una carga que no sabía si podía soportar.
Un día mientras bajaba a la primera planta para ir al baño Amanda guardó silencio al escuchar a su madre llorar en la sala, vio a su padre consolarle y pensó en preguntar que ocurría pero al oírles hablar lo entendió
- Ya no sé qué hacer, ¿cómo la sacamos de ahí?
- Dale tiempo
- ¡Han pasado ocho meses!, dejó de salir con sus amigos, dejó a esa chica con la que estaba de novia
- Era una cretina… que la deje es algo que nos alegró- reconoció su padre intentando calmar la situación con algo de humor
- Dejó los estudios, ha dejado de comer, solo me gustaría que me dijera algo para saber que hacer… tenemos que buscarle ayuda…
- Tal vez tengas razón- aceptó el hombre con seriedad- pero tenemos que hablarlo con ella, si la obligamos no conseguiremos nada… solo intentemos entenderla, Lorena era muy importante en su vida, con ella compartía todas las cosas que no nos puede decir a nosotros.
- Eso es lo que más me preocupa… ¿con quien esta hablando esas cosas ahora?, si no dice como se siente ¿Cómo haremos algo?
Amanda se olvidó de las ganas de ir al baño y volvió a su habitación, esa noche no durmió, las ideas en su cabeza eran muchas, sin embargo algo le daba vueltas, ella se sentía mal, tenía muchas dudas pero la que siempre resaltaba era ¿Por qué Lorena no le había dicho la verdad sobre como se sentía?, eso la llevaba a entender a sus padres, ella tampoco les estaba diciendo como se encontraba y ellos solo podían ver como se aislaba cada vez un poco más, esa revelación le dio una segunda luz, ella no quería que sus padres se vieran afectados por como se sentía, no quería sentirse como una carga, que sus problemas les afectaran, que sus sentimientos los dañaran de alguna forma, por eso se había aislado, por eso lloraba en soledad contra la almohada, acaso… ¿Lorena se había sentido así en algún momento? ¿Cómo una carga?, si se lo hubiese dicho ella le hubiese demostrado que no era así, pero no pudo hacerlo. A la mañana siguiente habló con sus padres, se sinceró sobre cómo la vida después de la muerte de su mejor amiga parecía ya no ser lo mismo, vivir ahora consistía en sobrevivir y tras hablar sobre eso con sus padres aceptó buscar ayuda profesional.

Carolina vio pasar un año de su vida con completa apatía, en un cuarto técnicamente vacío, en consultas con un médico de rostro frívolo y voz mecánica, en las duchas compartidas y sin puertas para evitar que puedan hacer algo fuera de la vista de las enfermeras, tomando un cóctel de pastillas que se suponía debían disolver toda la ira contenida pero solo le generaban más, pasó un año pensando en la abuela, en lo triste que la pondría verla en esa situación, ¿se sentiría defraudada?, ella que la había acogido después del rechazo materno y que la había cuidado creyendo en que no se convertiría en un reflejo de su padre, tal vez el hecho de que no pudiera verla era algo bueno después de todo, pero, la extrañaba, la extrañaba tanto, la extrañaba cada vez que ese  cuarto vacío incrementaba su sensación de soledad en el mundo, por que sabía que su vida estaba exactamente igual que las paredes de esa habitación, insípida, sin nadie para decorar sus muros, sin nadie para acompañarle, aun así después de un año en ese lugar consiguió un alta médica  y se vio de vuelta en las calles como una mujer libre, demasiado libre quizá, una mujer sin nada. Bueno tenía algo pero no quería aceptarlo, sus abuelos paternos que habían muerto tres años atrás en un accidente, le habían depositado desde la condena de su padre hasta que fallecieron, una cuota mensual a una cuenta bancaria, ella nunca tuvo contacto con ellos pues estaban avergonzados de la vida de su hijo y desde que ella se había enterado de quien era su padre, tampoco tenía ningún tipo de interés por retirar ese dinero, lo había dejado estar en la cuenta y ni siquiera lo había usado para pagar las cuentas de su abuela, para eso prefería trabajar veinte horas al día. Por lo cual tras salir en libertad tocar ese dinero no era una opción, pasó los dos primeros días en la calle viviendo de la caridad y alojándose en un albergue, al tercer día decidió salir en busca de un empleo, pero lo que encontró fue otra cosa, cerca de unos basureros, con aspecto demacrado y la mirada perdida había un perro, un Golden con el pelo sucio y las costillas sobresaliendo debido a la desnutrición, Carolina lo tomó en brazos y se acercó a tres veterinarias de las cuales salió sin ayuda al no tener con que pagar, al ingresar a la última decidió que el animal no podía ser rechazado en otro sitio y tras dejarlo en urgencias corrió al banco  hacer lo que había jurado no hacer, tocar el dinero de su familia paterna, gracias a eso pudo costear lo que fue técnicamente un mes completo de hospitalización del animal, pero no usó el dinero para nada más, consiguió un empleo gracias a un antiguo jefe que decidió darle una oportunidad y con eso pudo conseguir alojamiento en un sitio barato, cuando el perro salió de la hospitalización debió ceder nuevamente, el cuarto que alquilaba no le permitía tener mascotas y un sitio lo suficientemente amplio para vivir con ese perro le costaría más de lo que podía permitirse, tras un segundo giro se instaló en un edificio un poco mas amplio, nada lujoso pero si podrían vivir ambos allí y tenían un parque en frente. En los meses posteriores a su reinserción en sociedad su vida consistía en ir a su empleo, pasear a “Rómulo” el perro y sentarse en casa a ver televisión bebiendo cerveza, era una vida tranquila, una vida solitaria en medio de un lugar repleto de gente, algo que a veces en mitad de la noche mirándose al espejo con los ojos rojos no podía llamar vivir, era más bien sobrevivir.

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