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Win contempló el rostro de Jesucristo en un retrato que ocupaba buena parte de una pared. El hijo de Dios aquel que había muerto en la cruz para expiar todos los pecados de la humanidad. Tenía un rostro gentil y sereno y una mirada que parecía leer los pensamientos de quien le contemplaba. Y Win solo tenía una pregunta para él: ¿por qué eso tan maravilloso que había experimentado había de ser un pecado? ¿No se suponía que Dios les había puesto en el mundo para que fuesen felices y dichosos? ¿Para que disfrutasen de las maravillas de su Creación? ¿Y qué había más maravilloso que el ser humano? Al fin y al cabo, no estaba ofendiendo a Dios de ninguna manera. Bueno, tal vez había roto algunos de sus mandamientos, pero, ¿por qué habían de ser tan estrictos? ¿Por qué tenía que ser la vida tan sobria para poder salvarse? ¿Acaso merecería la pena el Cielo?

Y luego estaba el tema de la sodomía. Cierto, los habitantes de Sodoma y Gomorra se merecían lo que les sucedió, pero porque ellos habían sido perversos. Win no era así, no se sentía mala persona y Brigth tampoco. ¿Por qué tenía que pagar por los crímenes que otros cometieron? Cierto, los actos de Adán y Eva habían condenado a toda la humanidad, pero eso era distinto, pues ellos fueron los primeros humanos. Pero la pregunta seguía en el aire. ¿Por qué tenía que ser él el encargado de purgar los delitos que otras personas habían cometido tantos milenios atrás? Si era así, ¿también tendría que expiar los pecados de todos los que les habían sucedido? ¿Qué culpa tenía él de que ellos fueran malas personas?

Win empezaba a poner en duda los dogmas que tantas veces le habían repetido. Que sus padres, que su comunidad, que su catequista le habían implantado en su mente. Y cuidado con ponerlas en duda, ya que había algunas admisibles, otras pasables y otras completamente blasfemas. Bright solo había sido una pequeña chispa que había encendido una mecha muy larga. Y aunque no se atrevía a manifestar sus ideas entre los de su comunidad, sí que empezaba a replantearse su papel allí. Se suponía que Dios les concedió el libre albedrío, pero eran tantas y tan férreas sus prohibiciones y sus mandatos que apenas había margen de libertad si se quería subir al Cielo y conseguir la prometida salvación eterna.

Por otro lado, sus padres empezaban a sospechar de él. Lo veían distante y distraído durante las oraciones y las ceremonias. Durante la semana siguiente a la que estuvo hablando con Bright, lo llevaron a hablar varias veces con el líder de su comunidad. Este le dio varias charlas sobre la mentira, el pecado, el amor de Dios y otros tantos temas parecidos, en busca de la raíz del problema que le aquejaba. Pero Win permanecía impávido, sin revelar su secreto, su pecado inconfesable, que estaba escalando poco a poco. Asentía de manera mecánica y daba respuestas vagas para eludir su escrutinio. Nunca hasta entonces se había dado cuenta de lo tedioso que podía llegar a ser ese hombre, con su hablar lento y su tono pausado. Parecía un disco que tocase siempre la misma nota durante un largo intervalo de tiempo. Win prefería mil veces hablar con Bright, que por lo menos era más entusiasta y vivaz.

Algunas noches, Win todavía experimentaba con su cuerpo. La primera vez le satisfizo enormemente, pero poco a poco le iba invadiendo la necesidad de ir más lejos, de conocer más. Mirar en Internet no era una opción viable, ya que sus padres mantenían un estricto control de todo lo que buscaba y tenían instalado un control parental que solo admitía algunas páginas de contenido cristiano. Si quería saber algo más, tenía que acudir a Bright de nuevo. El primer domingo tras esa crucial conversación en el parque no pudo ser. Mientras predicaba, vio el coche de sus padres por la calle, y notó que le estaban siguiendo y vigilando. Fue un fastidio enorme y, cuando por fin vio a Bright volver de su actividad, tuvo que cruzar a la otra acera, tal y como le habían ordenado que hiciese. Sin embargo, consiguió aliviar la vigilancia sobre él y, para la semana siguiente, por fin pudo verlo. Siempre se le encontraba por el mismo camino, así que fue por allí a propósito para poder encontrarse con él.

PECADOS INCONFESABLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora