JULIET
—HOLA, Juliet —dijo Frank, el barista de turno. Era alto, delgado y con un tenue bigote emo no tan atractivo como él se pensaba.—¿Te apetece el americano de siempre?
—Sí, pero más cargado.
—¿Tuviste una larga noche de fiesta?—me pregunta.
Solo si discutir con mi novio hasta altas horas de la madrugada contaba como una.
—¿Has visto a Ana? —le pregunto mientras doy un vistazo alrededor de la bonita cafetería sin encontrarla. Vengo a menudo a estudiar para las clases en línea que estoy tomando mientras in- tento por fin culminar mi carrera—. Nos envió un mensaje de texto a Giselle y a mí para que nos encontrásemos acá. Dijo que era urgente. Pensé que ya estaría aquí. Las tres hemos sido amigas desde pequeñas y, de algún modo, nos hemos mantenido en contacto luego del instituto, de nuestros novios y relaciones, y la universidad. Algunas veces no hemos estado tan unidas, pero desde que Giselle regresó hace poco a Sacramento por un nuevo trabajo nos hemos vuelto inseparables.
Bueno, al menos ellas dos se han vuelto inseparables. A veces me siento como un florero, pero sé que todo es mi culpa. Yo soy quien se ha distanciado estos últimos años.
—No he visto a nadie más que a ti, cariño. —Frank apoya los codos en el mostrador y me sonríe.
-¿Estás suplicando por propinas otra vez, Frank? Sabes que siempre te doy una mano.
Agrego la propina a la compra y paso mi tarjeta. Estoy a punto de volverme para buscar a Ana con la vista cuando de repente tropiezo.
¡Ay!
No era una pared, sino un hombre. Un hombre enorme. Parecía un jugador de la NFL. Levanto la mirada para verle el ros- tro y enseguida me incorporo.
Era un magnífico hombre fuerte.
-Hola le digo, más como un chi- llido que un saludo normal.
Él se me queda mirando. Sus ojos son de un color ámbar tan claro que parecen dorados. No dice ni una palabra, pero frunce ligeramente el ceño, como si estuviese a punto de decir algo. Luego, se lame los labios, algo que por lo general no me parecería sensual, pero cuando lo hace, se ve increíblemente atractivo. ¡El que sigue! —exclama Frank en
voz alta.
-Lo siento -murmuro, bajando la mirada y apartándome del camino del grandullón.
Me ardían las mejillas. Demonios, ¿cuánto tiempo estuve mirándolo boquiabierta? Tengo novio y Dios sabe que mi vida ya es lo suficientemente complicada. No necesito más drama.
Luego de colocarle crema y azúcar al americano, me dirijo a mi mesa favorita junto al ventanal del frente. Miro hacia la puerta de entrada y Ana y Giselle siguen sin aparecer. ¿Dónde diablos están? Reviso mi teléfono nuevamente para asegu- rarme de que estoy en el lugar indicado.
Ana: SOS. NOS VEMOS EN LA CA- FETERÍA DE LA 3RA. AHORA. ¡ES URGENTE!
Asumí que el SOS era tan exagerado como la mayoría de sus mensajes de extrema urgencia, pero ¿y si estoy equivocada esta vez? ¿Y si algo ha salido mal mientras yo estoy comiéndome con los ojos al hombre apuesto de la cafetería?
Solo tiene 10 minutos de retraso. Sé que estoy exagerando. Es una mala costumbre que tengo por todos los secretos que guardo.
Desvío la mirada nuevamente hacia el hombre de enormes hombros y buen culo mientras camina casualmente con un contoneo y se sienta en una mesa cercana con el diario de San Francisco en mano. Vaya, ¿un hombre que lee las noticias en lugar de estar sumergido en el teléfono o en el ordenador? ¿Cómo es que no tiene un anillo en el dedo? Lo comprobé porque, al igual que mi novio Robbie, soy una persona terrible, incluso peor.
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Mi Obsesion extraterrestre +21. (Extraterrestres Darci 1)
FantascienzaDesde el momento en que inhalo su aroma necesito tenerla en mis brazos. La hembra humana no sale de mis pensamientos. -¡Oh! -dice, pero luego se detiene y se queda mirándome, congelada―. Hola. Yo tampoco puedo moverme. Esta hembra no se parece a nad...