La Revelación de la Diosa

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Capítulo 3: La Revelación de la Diosa

Bell y el hombre se quedaron petrificados ante la presencia de Artemis, la diosa del laberinto. No podían creer lo que veían sus ojos. Estaban frente a una de las divinidades más antiguas y poderosas del mundo, una que rara vez se mostraba ante los mortales.

Artemis los miró con severidad, y les habló con autoridad:

- ¿Qué significa este alboroto? ¿Por qué os atrevéis a perturbar la paz de mi dominio? ¿No sabéis que este es un lugar sagrado, donde solo los dignos pueden entrar?

- Perdónanos, Artemis. No queríamos ofenderte. - dijo el hombre con temor.

- No me pidas perdón a mí. Pídeselo a él. - dijo Artemis señalando a Bell.

- ¿A él? ¿Por qué? - preguntó el hombre con confusión.

- Porque él es el elegido. El que ha despertado el eco del silencio. El que ha llamado mi atención. El que tiene un destino especial. - dijo Artemis con solemnidad.

- ¿El elegido? ¿El eco del silencio? ¿De qué hablas? - preguntó el hombre con incredulidad.

- Hablo de la verdad. Hablo de lo que he visto en su corazón. Hablo de lo que he sentido en su alma. Hablo de lo que he escuchado en su mente. - dijo Artemis con emoción.

- No entiendo nada. Explícate mejor. - dijo el hombre con impaciencia.

- Te lo explicaré, pero no para ti, sino para él. Él merece saberlo. Él merece entenderlo. Él merece aceptarlo. - dijo Artemis con dulzura.

Artemis se acercó a Bell y le tomó la mano, mirándolo a los ojos con una mirada profunda y penetrante.

Bell se sintió nervioso y avergonzado ante el contacto de la diosa, pero también curioso y fascinado por sus palabras.

Artemis le sonrió y le dijo:

- Bell, tienes algo especial en ti. Algo que te hace diferente a los demás. Algo que te hace único y valioso. Algo que yo he reconocido y valorado desde el primer momento en que te vi.

Bell se sonrojó y bajó la vista, sin saber qué decir.

Artemis le acarició el rostro y le dijo:

- Bell, tienes un eco silencioso en ti. Un eco que resuena en tu interior, y que refleja tu verdadero ser. Un eco que expresa tus pensamientos, tus sentimientos y tus deseos más íntimos. Un eco que solo yo puedo escuchar, y que me cautiva y me enamora.

Bell se sorprendió y levantó la vista, mirando a la diosa con asombro.

Artemis le besó la frente y le dijo:

- Bell, tienes un destino especial para ti. Un destino que te espera en lo más profundo del laberinto, donde se encuentra el secreto más grande y maravilloso de este mundo. Un destino que solo tú puedes alcanzar, y que te hará feliz y dichoso.

Bell se quedó sin palabras, sin poder creer lo que escuchaba.

Artemis le abrazó y le dijo:

- Bell, eres el elegido para mí. El elegido para ser mi compañero, mi amante, mi héroe. El elegido para compartir mi vida, mi amor, mi poder. El elegido para cumplir mi sueño, mi anhelo, mi voluntad.

Bell se sintió abrumado por las emociones, sin saber cómo reaccionar.

Artemis le susurró al oído:

- Bell, te quiero. Te quiero más que a nada en este mundo. Te quiero más que a mí misma. Te quiero más que a nadie.

Bell sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, sin saber qué pensar.

Artemis se separó de él y lo miró con ternura, esperando su respuesta.

Bell la miró con duda, sin saber qué hacer.

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