Capítulo 1

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El campo, un lugar tranquilo, solitario y cálido, en el que pasaba mi tiempo frecuentemente.

No podía decir que era malo, me gustaba estar sola, y eso era suficiente júbilo para mi buen animo. Los claveles rojos que a mi lado reposaban, me sumergían en su apacible olor y me hacían recordar aquellos momentos en los que caminaba junto a mi padre para recoger algunas y llevárselas a mi madre, eran sus favoritas.

Después de su muerte, no podía aplacar aquel sentimiento de tristeza hacía mi padre, que se había vuelto más íngrimo y opaco. Se veía desamparado, y no encontraba alguna solución para mejorar su dolor, sin embargo me dí cuenta que él vivía su dolor de manera diferente. Sentí que si decía o hacia algo lo lastimaría, pero también que si no, sería una inútil. 

Mi hermana Lea un poco terca y ávida, tenía solo 5 años cuando mi madre murió, le dolió pero supo seguir adelante aún siendo tan solo una niña. No me permitía pensar en lo valiente que fue al crecer sin su madre, no sabía tampoco como hacía para ser tan indiferente, aunque en el fondo sabía que le dolía. 

Quería ser racional pero mi mente divagaba en aquellos recuerdos que solo me traían dolor y sentimiento de culpa al ser una mala hermana, por no haber sido la mejor influencia en Lea, por no haber sido su compañera cuando más lo necesitaba, por ser tan reacia a dar la cara cuando sabía que en el fondo estaba rota y que necesitaba apoyo, por ser tan obstinada y no mostrar mis sentimientos. Por ver llorar a mi padre y no consolarlo, cuando lo que más necesitaba era mi apoyo, que estuviera a su lado y que sintiera que seguía con él a pesar de las adversidades.

 Con el paso de tiempo empecé a sanar heridas y a dejar atrás aquellos recuerdos que me traían repulsión, no me importaba lo que había pasado antes, podía ser insolente para el ojo de muchas personas, pero eso solo me hacia sentir peor, reprimí mis pensamientos y deje que el tiempo que pasaba con mi familia tuviera mas cabida en mi vida.

Lo que más me gustaba de descansar en el campo era poder divisar aquel cielo que se cernía sobre mí y me anunciaba la llegada de la noche, me levante y camine hacia mi hogar. Lo único que me volvía feliz era pasar el tiempo leyendo libros, recostada en el campo, divisando el horizonte. No me gustaba estar en otro lugar, puesto que para mi gusto, Baskerville no me ofrecía nada lindo, el pueblo era solitario, tenía apariencia de ser el último lugar al que cualquiera querría ir, no sin antes decir que  mucha gente pensaba que era tosca y fría por hablar así de mi propio hogar, pero no les daría la razón sobre aquello, puesto que sus risibles pensamientos me eran inútiles e insignificantes, sin embargo los pocos que tenían la coyuntura de conocerme decían que era una joven amable, bondadosa y humilde. 

La verdad es que los reyes de Baskerville habían estado en el trono por más de 35 años, el rey Antonio II Baskerville era amargado y grosero, no lo conocía my bien, pues no venía de la alta alcurnia, ni tenía algún titulo que me representara como tal, pero la forma en que trataba a los ciudadanos que tenían poca capital y que mendigaban dejaba mucho que decir, los trataba de cuatreros y en muchas ocasiones les imponía castigos, hasta podría enviarlos a la horca. Su esposa la reina Letizia era todo lo contario, su amor por el pueblo la hacía una candidata más idolatrada que su propio cónyuge. Ella era la que tomaba partidario en los eventos y festividades que se preparaban para compartir con el pueblo, aunque fuera todo lo contrario a los principios que se le habían inculcado para ser una reina ejemplar, antes así era más querida y más amada, mostraba mi total acuerdo para con ella, aunque solo fuera una pueblerina común. 

Por último y no menos importante el príncipe y futuro heredero al trono Felipe Baskerville, sus hermosos ojos azules atraparían a cualquiera, su postura y su hermoso cuerpo decían mucho, sin embargo no era de las muchas que caían rendidas a sus pies, por lo tanto me era irrelevante. Era responsable y creativo según las indiscretas de mis vecinas, y de las chicas con las que comparto clase, se le veía muy seguido en  la plazoleta del pueblo, ya que debía reafirmar su puesto como próximo gobernante y tener el completo apoyo del pueblo, pero para mí solo era otro hombre al igual que los muchos otros que buscaban apoyo y que decían estar comprometidos con su pueblo para sacarlo adelante, esas palabras ya no valían para mí. Eran mentiras vagas para que la gente les creyera y tuviera su voto asegurado, pensaba esto pues creía que el no veía realmente  lo que tenían que pasar algunos de los pueblerinos para encontrar algo de comer, o como trabajar para mantener a sus familias.

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