¡Alerta: Omega En Apuros! [ BakuTodo ]

1.

Cuando Katsuki llegó a casa después de pasar por el mercado, sus brazos cargaban con numerosas bolsas llenas de ingredientes frescos y otros productos. Las depositó sobre la encimera de la cocina, y el sonido de las bolsas chocando suavemente contra la superficie reverberó en el espacio silencioso.

Sin perder tiempo, Katsuki comenzó a desempaquetar los ingredientes, ordenándolos meticulosamente en filas. La organización era clave para él, cada cosa en su lugar, todo preparado para el proceso que seguiría. Una vez que las bolsas quedaron vacías y los ingredientes dispuestos en perfecta simetría sobre la encimera, se tomó un momento para inspeccionar su entorno. Siempre consciente de la importancia de la limpieza, se dirigió al fregadero, para lavarse las manos, luego, lavar cada uno de los productos que había comprado.

Satisfecho con su rigurosa higiene, puso agua a hervir en una olla grande. Minutos depués, el suave murmullo del agua calentándose comenzó a llenar la cocina, y luego, tomó el paquete de fideos ramen, lo abrió y le pusó en la olla.

Mientras el agua alcanzaba su punto de ebullición, Katsuki se concentró en preparar las verduras. Colocó una tabla de cortar frente a él, su lienzo, y empuñó el cuchillo como si fuera una extensión de su mano. Cortó las espinacas en trozos pequeños y las cebolletas en rodajas finas.

Una vez que las verduras estuvieron perfectamente preparadas, centró su atención en la panceta de cerdo, el corazón del Tsukemen. Desempaquetó la carne y la sazonó. La panceta de cerdo comenzó a chisporrotear al hacer contacto con la sartén caliente, llenando la cocina con un aroma tentador que prometía un festín para los sentidos.

Mientras la panceta se doraba, su atención nunca se apartó de los fideos, que burbujeaban suavemente en la olla, cocinándose hasta alcanzar la textura perfecta.

Con todo listo, comenzó a montar su comida. Colocó los fideos cocidos en un cuenco grande y profundo, las verduras las dispuso cuidadosamente a un lado, creando un contraste de colores y texturas. Luego, cortó la panceta en finas lonchas, revelando su interior jugoso y lleno de sabor.

Satisfecho con su obra, vertió el caldo caliente sobre los fideos, permitiendo que los sabores se mezclaran. El vapor que ascendía llevaba consigo el aroma embriagador del Tsukemen recién preparado.

Katsuki llevó el cuenco a la mesa, colocándolo frente a él con un golpe suave y controlado. Antes de sentarse, volvió a lavarse las manos, un gesto habitual que reflejaba su obsesión con la limpieza. Solo cuando estuvo completamente satisfecho con su higiene, regresó a la mesa y se acomodó en su silla, listo para disfrutar de su comida.

Justo cuando estaba a punto de tomar los palillos y sumergirse en el delicioso plato que había preparado con tanto esmero, un sonido insistente resonó desde la puerta principal. Un golpeteo suave que interrumpió el momento de tranquilidad que tanto había esperado. Katsuki frunció el ceño, sus cejas se unieron en una expresión de irritación mientras soltaba un suspiro exasperado. ¿Quién podría ser en ese preciso momento, cuando lo único que deseaba era disfrutar de su Tsukemen en paz?

La irritación creció en su interior.

― ¿Ahora quién carajos debe ser? ― masculló Katsuki entre dientes, su boca se torció en una mueca de frustración que acentuaba las líneas tensas en su rostro. Se levantó de mala gana, sus movimientos rígidos reflejaban la irritación que lo dominaba. Mientras se dirigía hacia la puerta, sus pasos resonaban pesadamente en el suelo, y no pudo evitar murmurar para sí mismo, sus palabras impregnadas de una molestia palpable:

― ¿Acaso no puedo disfrutar de un puto momento de paz y tranquilidad sin que me interrumpan?

El tono de su voz era bajo, pero cargado de un enojo latente, como si cada palabra que pronunciaba intensificara su deseo de mantener su preciada soledad intacta. La distancia entre la cocina y la puerta parecía estirarse en su mente, aumentando su exasperación con cada paso.