Capítulo 1

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Sentí el familiar aumento de pulso en cuanto escuché el pitido que indicaba el inicio del round. Al momento que sonó la sirena, di una última palmada de consuelo en la verja del octógono en el que nos encontrábamos mi rival y yo y caminé hacia él con paso firme pero cauto. El imitó mi acción y caminó subiendo las manos hasta que nos encontramos en el centro de la jaula. Habíamos acordado que no utilizaríamos casco en este sparring, pero él llevaba el resto de las impolutas protecciones, unas guantillas negras y rojas a juego con su short de los mismos colores. Dibujó un amago de sonrisa bastante siniestra, más para dejarme ver su bucal manchado de sangre en gesto de amenaza que para sonreírme. Como siempre, Dani no llevaba camiseta. Disfrutaba fardando de sus cada vez más abundantes tatuajes y de los cardenales que le dejaban los entrenamientos. Siempre le gustó enseñar.

Extendió la mano hacia mi y le choqué la guantilla en señal de respeto antes de empezar el asalto. Dio un par de saltos en el sitio y al momento lanzó el primer golpe. Lo lanzó únicamente para marcar la distancia, sin intención de alcanzarme. A este le siguieron uno, dos, hasta tres golpes idénticos, cada uno acercándose más a mi cabeza. Decidí empezar fuerte y el siguiente golpe que lanzó lo respondí desviándolo hacia un lado y contragolpeando con una patada a la pierna. Dani la encajó como pudo y vi un atisbo de gesto de dolor en su cara en cuanto apoyó la pierna afectada. Su punto débil. Miré hacia un lado y pude ver a mi entrenador asintiendo ante tal gesto, todos mis compañeros estaban apoyados en el exterior de la verja presenciando el combate de entrenamiento. 

Dani lanzó una combinación, un directo con la mano de adelante, otro con la de atrás, y un gancho alternando de nuevo la mano. Como pude, bloqueé los tres para responder con un amago de golpe únicamente para volver a patear su pierna afectada. No lo vio venir y esta vez sí dejó ver un claro gesto de dolor acompañado de un gruñido. No le di oportunidad a recomponerse, y al momento que dio un paso, volví a atacar esa pierna, y otra vez, y otra vez, y otra hasta que empezó a leer mis movimientos y a bloquear la mayoría de ellos. Fue aquí cuando supe que tenía que cambiar de estrategia. Lanzó dos golpes como los de antes, los cuales aproveché para esquivar y agacharme mientras extendía los brazos hacia sus piernas , cosa que tampoco vio venir, por lo que no pudo defenderse del derribo. Rápidamente lo levanté tirando de él hacia mi, y cayó con todo su peso sobre su espalda. Antes de que mi rival pudiese reaccionar, desvié sus piernas posicionándome a horcajadas encima suya y empecé a descargar una cadena de golpes sobre él. Volqué toda mi rabia sobre Dani, descargando un puño tras otro sobre su cara. Él se defendió como pudo, cubriendo su rostro con ambas manos, pero cometí el error de dejarme llevar demasiado, pues olvidé que aquello era un combate y a quien estaba golpeando no era un saco de boxeo, si no otro luchador entrenado. Antes de que me diese cuenta, consiguió pegarse a mi y rodearme con los brazos, y por mucho que empujase no era capaz de soltarme. Mierda, otra vez. Intenté zafarme como pude pero solo lo hizo peor. Cada movimiento que hice en un intento desesperado de escape, pudo ser aprovechado por Dani para acabar a mi espalda cerrándome un mataleón. Esa llave era mi perdición, siempre acababa con mi compañero ahogándome por el cuello con un brazo y sosteniéndome con el otro, y siempre acababa rindiéndome también. Pero aquella vez no, estaba decidido a escabullirme como fuese de aquella situación. Tenía que darme prisa, ya que estaba empezando a sentir como se me cerraba la tráquea y se me nublaba la visión. Con todas las fuerzas que me quedaban, conseguí dar un tirón hacia atrás y invertir la posición, pero en contra de la ayuda que pensaba que esta postura me brindaría, solo conseguí que Dani se aferrase más a mi cuello y apretase cada vez más. Alcancé a girar la vista a un lateral de la jaula y pude ver a mi entrenador y a algunos de mis compañeros gritarme algo, pero no les escuchaba. Creo que decían que palmease. Otra vez los puntos azules invadieron mi visión. Otra vez dejé de escuchar. Otra vez todo negro. El silencio nunca me había parecido tan ensordecedor.

La tercera nubeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora