El foco blanco del negocio parpadea cuando me impulso hacia adelante a través del frío de la noche. Está por quemarse y sé que eso me dará el pase para robar cuánto quiera en la soledad de la madrugada, sin embargo, no es una deseable cajetilla de cigarros o unas latas de cerveza lo que espero obtener en base a mis malas acciones: allí, frente a la ventanilla y tras los barrotes de acero, se encuentra el joven dueño del negocio que suelo frecuentar diariamente.
Me encamino con velocidad hacia ahí, ocultando mis manos en el bolsillo delantero de mi buzo oscuro y con un mechón de flequillo cubriéndome la visión derecha. En algún momento, deseé verme como el protagonista de una película romántica y de fantasía, el príncipe azul que busca llegar como un caballero ante la princesa y salvarla de la torre y la madrastra malvada. ¿La situación podría siquiera asimilarse? Quizás.
La diferencia estaba, en que yo no era un petulante caballero de brillante armadura. Aquella pequeña y descolorida despensa no era una torre y, Kim Yeonjun no era una princesa. Más bien, un príncipe. Rubio y con los ojos azules más hermosos que haya visto en toda mi vida. Por demás, su padre tampoco era la madrastra malvada, si no, el ogro que oculta al príncipe dentro de un oscuro y lúgubre calabozo para que fuera su tesoro para siempre. Era pertinente decir que no existía un hada de los deseos, porque para eso estaba yo.
Yo sería quien lucharía contra el dragón.
Subí el cordón de la acera, rodeando el travesaño que sostenía la chapa del pequeño techo que protegía la ventanilla de atención al cliente, llegando hasta ella y observando a través de los gruesos barrotes que me impedían alcanzarle. Estaba de espaldas, contando las monedas que había recolectado esa jornada. Podía oírlas caer dentro de la caja de cartón donde ponía el efectivo, llevando una meticulosa cuenta de las ganancias. Posiblemente, todo aquel dinero provenía de la señora Jung, quien vivía en la esquina de la manzana; una anciana decrépita y malhumorada que solía acudir al local para adquirir tres cápsulas de valium y así conciliar el sueño. Era de las pocas personas que hacía compras de forma constante, y lo sabía porque era testigo de ello.
Mi agudo espionaje daba sus frutos cuando ningún otro chico podía posar sus ojos en Kim Yeonjun. Sólo yo, esa mujer, y algún que otro cliente inofensivo teníamos el derecho de verlo a la cara. De apreciar sus finos rasgos y desear sacarlo de la torre embrujada. De soltar las cadenas que lo apresaban en lo más profundo del calabozo. Desear, porque quien lo haría, sólo podía ser el valiente caballero oculto en las sombras, y estaba hablando de mí, por si no se comprendió.
—Oh. —se sobresaltó al voltear, encontrándose con mi atento escrutinio desde el otro lado de los barrotes. Llevó una mano a su pecho, soltando una exhalación. —Me asustaste, Soobin.
—Esta es la hora en la que vengo, creí que me esperabas.
Asintió, y su remarcada nuez de Adán se movió cuando tragó saliva con dureza. Me encontré mordisqueando mi labio inferior cuando los deseos atados en mi corazón burbujearon por todo mi pecho, expandiéndose hasta la punta de mis dedos. El calor abrasador del querer tenerlo entre mis brazos, sentir el aroma de su cabello y besar la piel de su garganta. Estaba carcomiéndome de manera tortuosa.
—Sí... —se acercó, abriendo la gaveta bajo el andrajoso mostrador junto a la ventana. Sacó el paquete de cigarrillos mentolados que solía llevar. Una satisfactoria sensación me surcó el sistema al saber que, por lo menos, era consciente de eso y lo recordaba. —No tuve un buen día y lo olvidé.
—¿En algún momento tienes buenos días? —traté de que mi tono fuera neutral, como siempre.
Y por ello, lo más probable era que él no supiese de mi vigilancia a su persona, o del amor avasallante que me carcome, o incluso del deseo de poseerlo en su totalidad. Siempre actué como uno más, como cualquier cliente que pasaba de su presencia y sonrisa encantadora. Pero no era así. Cuando me mostró la hilera blanca de sus dientes, mi corazón dió un vuelco estrepitoso; creí que se me saldría por la boca.
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El auxiliar | soojun.
Random수준 | Choi Soobin cuidaba a Kim Yeonjun desde las tinieblas, pasando desapercibido mientras su corazón anhelaba lo inalcanzable: sacar al príncipe del calabozo, cometiendo cualquier delito en el proceso. Esta historia contiene escenas violentas con u...