[01] ; La aguja en la rueca

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La noche pasa fresca y despreocupada como hojas otoñales en el viento. La luna desliza el manto blanco, empañando el pueblo solitario y pacífico, como un lugar de ensueño en las orillas del mar y la calma antes de la tormenta. Sí, porque la tranquilidad tiene un fin; al igual que el sol asomándose por el horizonte, los secretos se descubren cuando la luz ilumina el pavimento.

Fue la mañana del día miércoles cuando el cuerpo de Kim JongSoo apareció descuartizado en un contenedor de basura a tres manzanas de su casa. Los vecinos se encontraban estupefactos ante el insólito hecho en una zona tan pacífica como aquella en la que residían, y no era para menos: por lejos, el hallazgo fue tan macabro como jamás creyeron que ocurriría en una región cercana.

Quien lo asesinó, siquiera se molestó en ocultar el cuerpo debidamente para evitar ser descubierto, si no, todo lo contrario. Las bolsas de consorcio con los restos estaban abiertas, con los insectos rondándolas y a la vista de todo el mundo al estar sobre el asfalto, junto al enorme container de plástico azul. La policía llegó, criminalística fue citada y se buscaron huellas del perpetrador, quien se había colado a la pequeña casa de la familia Kim durante la fría madrugada.

Ni la esposa, ni el único hijo del hombre se dieron por aludidos cuando el padre de familia fue asesinado. La hazaña se llevó a cabo con tanta dedicación, que apenas se encontró una pequeña gota de sangre junto a la cama. La autopsia y la investigación determinaría si había sido noqueado antes de ser arrastrado fuera de la vivienda y hasta la calle, donde fue brutalmente asesinado por el agresor y sin ser visto por algún testigo, como los peritos anticipan.

Sigiloso y audaz, el acusado, quien aún no se pudo encontrar ni hallar rastro alguno, podría enfrentar una grave acusación por homicidio en primer grado. La alta condena rozaría la alabada pena de muerte establecida en la constitución desde varios meses atrás luego del arduo debate en las cámaras.

Pena de muerte.

La risa nasal que solté se perdió en una evaporación por el frío que ingresaba de la ventana abierta. Afuera había movimiento, y llanto. Mucho llanto. No podía concebir que un hombre como ese fuera tan alabado por la gente ajena a la realidad de esa familia. A los maltratos sobre su esposa e hijo, y la sobreexplotación de éste aún siendo menor de edad. Quemándose en el infierno estaría mejor, en las fauces del dragón que lo envió desde la cueva para hacer tanto daño.

La bruja que acechó desde su nacimiento a un ángel como Kim Yeonjun. Benditos los cielos y el infierno donde las almas reposaban con pesadas cadenas, aún más gruesas y aprehensivas que las de un calabozo. Si nuestras acciones definen el destino que tendremos luego de la muerte, el suyo debió ser entre las llamas ardientes que JongSoo mismo encendió con combustible para él. Cosechas lo que siembras, golpeando y sobrepasándose con el príncipe, como si no tuviera consecuencia alguna.

La voz de la reportera en la televisión ya no es audible para mí. Sólo lo es quien toca la puerta con insistencia y por un momento creo que podría ser la policía; arribar al lugar para pedir las declaraciones de los vecinos, sería uno de los primeros pasos. Lo sabía. Sin embargo, algo me aferraba al sillón masacrado y me impedía ir a atenderles. Quizás, el inminente miedo de lo inevitable o los ánimos por el suelo que me habían quedado desde ayer cuando hablé con Yeonjun.

Me la había pasado entre divagaciones, y llegué a la conclusión certera: el príncipe sufría por mi culpa. Yo era quien lo privaba de ganar más en su negocio con mi posesión y hábito implacable de cuidar lo que me pertenece. Sí. Yo controlaba el efectivo que llegaba a su amojosada caja de cartón a través de amenazas a quien osaba mirarlo más de una vez. Era una fuerza que me surgía desde el corazón, como una programación automática, y no podía controlarla... Tampoco quería hacerlo.

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⏰ Última actualización: Sep 30, 2023 ⏰

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El auxiliar | soojun.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora