๑Capítulo trece.

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—Eres el ser más despreciable que conocí —susurró Kenai. —Finges ser un ángel, pero eres un monstruo.

Estaba tendido sobre la cama, no podía moverse y pensó lo peor, aunque su mente lo regaño por si quiera tener ese leve pensamiento que lastimaba su cabeza, pero en cambió, Orion beso sus labios para luego dirigirse al closet, sacó esta vez su ropa, había muy poca dentro porque al parecer ya había empacado el resto, baso su vista se podía ver un poco del closet que Orion le había designado a él. Estaba casi vacía.

—Creo que podemos llevar el resto, estaremos mucho tiempo fuera, tu necesitaras muchas de tus cosas. No te gusta que te compre más cosas, así que esta bien. No te preocupes por Charlotte, ella estará bien, llegara un poco de tiempo antes, pero la mantendrán entretenida lo suficiente, no creo que se asuste.

A la mierda, pensó Kenai.

—Estas loco —dijo el ojiazul. —Hay muy poco que sabes. Eres igual a tu padre.

Esta vez fue Orion quien sintió lo que jamás creyó sentir. Había poco rastro de como era que Kenai a veces lo marcaba con sus feromonas, pero eran tan poco perceptibles que cada que pasaba era como drogarse, incluso como si sus propias feromonas se estabilizaran.

Las feromonas de Kenai se sentían diferentes esta vez, muy potentes y de alguna manera lo acorralaban, se sentía acorralado. Alcanzo a voltear hacia Kenai y el omega ya se encontraba de pie junto a la cama, parado tranquilamente, pero había algo diferente en él. Esta vez sus ojos no eran azules, eran... ¿Dorados?

—Kenai... —fue lo ultimó que alcanzo a decir antes de que el omega que sus ojos añoraban, se acercaba a paso lento hacía él. —No...

—Si —dijo Kenai.

—Voy a protegerte, no tienes que molestarte, todo esta bien. No importa lo que sepas, esta bien. Podemos escapar de todo esto.

Dos pares de lagrimas salieron de los ojos de Kenai, cayeron tan lento que Orion pudo sentir ese dolor que silenciaba al omega, como si fuera parte de él. Las feromonas siguieron rodeándolo como choques de electricidad y cables que envolvían sus extremidades.

—Kenai...

—Orion —habló el omega. —No puedo con esto, no siempre. Lo sabes y yo lo sé, no hay donde podamos escondernos aunque lo quisiéramos. Yo no puedo... La organización...

La organización. Escuchar ese nombre fue como una puñalada a su cuerpo. Orion reunió todas sus fuerzas, quería acercarse a Kenai, necesitaba hacerlo... sabía a donde iba el estado del ojiazul, lo conocía bastante bien en esos momentos, aunque la ocasión decía lo contrario. Sabía que su respiración no estaba bien y mucho menos sus estado. Un omega liberando feromonas con tanta potencia significaba cansancio luego del ciclo de liberación, lo había visto en su madre una vez y ya sabía como acabaría esto si Kenai no se detenía en ese momento.

—Si tu lo sabes, significa que Damond lo sabe.

El nombre de su padre...

—Si él lo sabe, estoy arruinado y todo por lo le mi padre ha estado luchando se fue a la mierda.

—Puedo solucionarlo —ahora también había lagrimas en las mejillas de Orion. —Haré lo posible.

—No... Orion.

Kenia estaba justo frente suyo. Tomo las mejillas de Orion sobre sus manos y miro hacía arriba mientras soltaba muchas más feromonas. El cuerpo de Orion temblaba como si estuviera bajo la lluvia, como si fuera un alfa común frente a un peligro...

—Lo siento, pero me cansé.

Kenai beso sus labios, fue tan lento y casi pudo desaparecer todo lo que los rodeaba, pero la realidad era esa y ahí estaban. No podían negarlo, habían llegado muy lejos y era hora de caer. Kenai lo supo desde siempre y sabía que debía prepararse con antelación, pero incluso él se negó a esa realidad.

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