-Bro, creo que me duele demasiado todo esto. Duele al punto en el que me odio.
- ¿Te odias?
- Sí, desde el principio supe que no debí dejarme llevar... pero perdí. – me dice, con sus ojos al borde de las lágrimas.
- No sabías que esto podía terminar así; no te condenes de esa forma.
- Lo sé, no soy quien para condenarme. Sé que, si ni el mismísimo Jesús no me condenó, sino que eligió venir en mi lugar, ¿Quién soy yo para condenarme? Dios, teniendo todo el derecho a condenarme al olvido eterno... no lo hizo. No tengo derecho a condenarme. – nos quedamos en silencio, no sé qué decir en estas situaciones. Cuando meten a Dios en el medio, prefiero no comentar; no quiero ofender a nadie, o decir algo equivocado. Mamá sabría que decir en esta ocasión. Ella sabe de todo este asunto de Dios y todo eso.
- Entonces... - intento acabar con el silencio incómodo, o al menos para mí es incómodo – no te condenes, bro. No tiene nada de malo.
- No estás entendiendo. La veo siempre que vengo a la iglesia, vive cerca de mi casa y, aun así, ya no me habla, no me dirige la palabra, no nos miramos igual... al menos ella ya ni me mira.
- ¿Y tú si la sigues mirando?
- No, ya no la veo como antes. – lo miro, sabiendo que me está tomando el pelo – O... bueno, sí. De vez en cuando, mis ojos se escapan, la miran... me siguen brillando los ojos cuando la veo. Pero... eso me enoja, demasiado.
- ¿Por qué?
- Porque yo la sigo mirando, cuando sé que esa etapa ya acabó. Sigue en mí esa ilusión de poder volver a ese día en el que ella fue a casa y comió en mi mesa con mi familia.
- ¿Crees que ya no puede volver a pasar?
- ¿Tú crees que pueda pasar de nuevo?
- Y... no hay que perder la esperanza. – él me mira, como si le estuviera contando un chiste muy fuera de lugar. - ¿Qué?
- Bro, es obvio que no superó al otro idiota, y nunca va a superarlo.
- ¿La crees incapaz de sanar y superar?
- No, para nada.
- ¿Entonces?
- Siento que... - se le cae una lágrima – cuando logre sanar y superar... va a darse cuenta que no estoy a la altura, se va a ir por completo de mi vida.
- Hey... no digas eso.
- ¿Cómo pretendes que no piense eso? Ya dejó de hablarme, apenas me saluda por puro compromiso, y es obvio que no le caigo bien, me odia.
- ¿Por qué te odiaría?
- Porque me gusta.
- Pero... tú siempre fuiste claro. Nunca le faltaste el respeto, ¿Verdad?
- No, jamás. Todo fue como te lo conté: un sábado cobré valor y le dije que me gustaría llegar a algo más que solo una amistad. Ella me dijo que, por el momento, prefería no pensar en otra cosa, pues estaba sanando su corazón de una decepción.
- Es digno de admirar esa... responsabilidad afectiva que tiene.
- Claro que si... es una de las cosas que más me gusta de ella: su madurez, inteligencia, su dominio propio, el amor que tiene...
- Nunca quiso lastimarte.
- Sé que no, ni que yo fuera tan especial para ella, como para ella planear una jugada para lastimarme.
- Jamás buscaría eso, ella es una buena chica. Obviamente, no será perfecta, pero tampoco es mala.
- Es la persona más buena que jamás he conocido en mi corta vida. Y si hay alguien más bueno... siempre la voy a elegir a ella.
- Que galán. – nos reímos.
- Eso me enoja, yo sigo completamente enamorado... pero ella no. Aunque, siendo realista, nunca estuvo enamorada de mí.
- Pero algo de interés hubo.
- Pues... no sabría decirte.
- Bro, comió en tu casa, con tu familia, estaban todo el tiempo juntos. Siempre vi cómo se miraban... había algo ahí.
- No sigas... no me estás ayudando. – se ríe.
- ¿Tú crees que ella te dejó atrás, como si nada?
- No lo sé... pero me hizo sentir que sí. Sentí que no signifiqué nada para ella. Y, más allá de que ella me guste, teníamos una hermosa amistad. Era muy lindo coincidir con alguien, pensar muy parecidos, aspirar a lo mismo, compartir visiones sobre la vida, Dios, la iglesia... sentía que con ella estaba creciendo. Ella es de las personas que suman a tu vida, nunca resta.
- Oh...
- Claro, yo veía una gran amistad... pero de la nada, se alejó. – pasan unos segundos en un profundo silencio - ¿Hice algo mal?
- Pues... creería que no. Simplemente, las cosas a veces no se dan como queremos.
- Sí, en eso tienes razón.
- Pero..., no es necesario quedarte con un "no" como respuesta siempre. Sabes, lo que es muy valioso, tiene un alto costo. Si ella no es tan fácil de conquistar, quiere decir que se hace valer. Eso suma bastantes puntos.
- Tienes razón. Pero...
- ¿Pero?
- No lo sé... siento que, si me dejo ilusionar, voy a acabar por perder.
- ¿Tienes el presentimiento?
- Más que presentimiento... es lo que veo.
- ¿No dicen que no se trata de lo que ves, sino de la fe que tienes? – él sonríe - ¿Ves? Algo estoy aprendiendo aquí.
- Sí, muy bien. Me enorgulleces.
- Gracias. – se siente bien haber dicho algo acertado. Aunque la he escuchado aquí en la iglesia, siempre escucho hablar a mamá sobre el término "Fe": la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. – Ten un poco de fe. Fe en ti mismo, fe en que puede darse, fe en... ¿Dios?
- Sí, tienes razón. Dios no va a dejar que caiga.
- Claro... sí, eso dije.
- Aunque, prefiero depositar toda mi fe en Dios, antes que en mi o en ella. Somos seres humanos, y depositar toda tu fe en un ser humano, es una mala idea: tarde o temprano fallan; en cambio, Dios no falla.
- Claro, Dios no falla. – esa es otra cosa que mamá siempre repite.
- Creo que... debo dejar de reprimir y odiar esta sensación.
- ¿De qué la sigues amando?
- Sí. Es algo así como Dios con nosotros: ella de repente, dejó de hablarme, como si se olvidara de mi existencia, y aunque a mí me dolió, la sigo amando. ¿Cuántas veces paso por alto hablar con Dios?
- Wow... suenas como el pastor. – nos reímos.
- Me estás poniendo en un lugar que no me corresponde. – sigue riendo.
- Tienes esas vibras de pastor de iglesia. ¿Te imaginas? Tú y ella, siendo los futuros pastores. – comienza a reír.
- Ni yo soñé tanto. Tienes mucha imaginación. – nos reímos.
Nos quedamos unos segundos en silencio, observando el atardecer en el patio trasero de la iglesia.
- ¿Sabes? – le digo – Deberíamos ir a hablar con mi abuelo. Puede darte buenos consejos amorosos.
- Me gusta la idea. Si a él no le molesta, podemos ir a verlo.
- Le va a encantar nuestra visita.
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ESCLAVO
RomanceNo existen los clichés cuando se trata de dolor en el corazón. Una conversación liberadora...