Mi ángel

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Roier era un manojo de nervios, caminaba de un lado a otro, mientras observaba un bar al frente de la calle.

Eran alrededor de las nueve, el cielo estaba ya oscuro, solo siendo iluminado por los faroles y las luces de los locales cercanos.

—Vamos —dijo una voz femenina, era su mejor amiga Jaiden.

—No puedo —susurró el de cabellos castaños oscuros— se darán cuenta, lo sabrán.

—Claro que no, te ves como una chica —dijo está mientras se acercaba y ponía hacia atrás los mechones largos de la peluca que el chico llevaba puesta en ese momento.

—¿Y mi voz?, ¿qué haré si se dan cuenta? —preguntó demasiado asustado.

—Lo practicamos mucho, haz esperado por esto bastante tiempo, no puedes echarte para atrás, Roier —la chica hablaba con mucha seguridad— además, estaré a unas mesas de ti, si algún idiota se te acerca entro en acción, ya sabes cuál es la señal.

Vio como Roier suspiraba y sabía que estaba convenciéndose poco a poco.

—Tengo miedo —volvió a hablar el contrario— tengo mucho miedo.

—Lo sé —sonrió— ¿Pero no crees que es emocionante?

—Insensato, quizá —contestó con una sonrisa de lado— ¿Me veo bien?

La chica se hizo un poco para atrás y su mirada barrió de pies a cabeza a Roier.

Llevaba un vestido un poco antes de las rodillas, este era rojo, su amiga le había dicho que resaltaba mucho con su tono de piel, llevaba unos tacones algo bajos, ya que a este le costaba caminar por ellos, llevaba pendientes, aunque eso no había sido un problema porque Roier ya tenía las perforaciones hechas, la peluca que llevaba era del mismo tono de su cabello, le llegaba hasta un poco más abajo de los omóplatos, tenía maquillaje, pero muy mínimo, lo que resaltaba más eran sus labios rojos, tenía uñas postizas de color negro, aunque le incomodaban un poco.

Gracias a su contextura delgada realmente parecía una chica, aunque la voz se le había complicado mucho y era un poco alto, lo cual era algo raro, pero no estaba nada mal.

—Te ves increíble —contestó ella de manera sincera— todos caerán a tus pies —su amiga le guiñó un ojo.

—Espero que no —susurró Roier sosteniendo con más fuerza su pequeño bolso que llevaba cargando en su hombro.

—Hey, para eso estamos aquí —ella dio una palmadita en uno de los glúteos de Roier y este dio un salto— ¿Listo?

—Creo —contestó aún nervioso.

—Con eso basta —dio unos saltitos de emoción— Ve tú primero o creerán que llegamos juntos. Suerte, Melissa —usó el nombre que habían estado pensando durante semanas.

Roier no dijo más, a paso lento y titubeante empezó a caminar hacia el otro lado de la calle, sentía que sus piernas temblaban como gelatina y sus manos sudaban, sus dedos estaban fríos, podía sentirlo en sus palmas, a pesar de las uñas molestas.

Estaba seguro que su expresión era de inseguridad, pero trataba de relajarse lo más que pudiera, aunque quizá no estuviera consiguiéndolo.

Se detuvo en frente de la puerta, tomó una bocanada de aire, sabía que aquella era una mala idea, que era una pésima idea, ni siquiera recordaba cómo se le había ocurrido o cuando.

Roier cómo chico gay a sus veinte años nunca había conseguido pareja y realmente le aterraba coquetear con hombres a la ligera, creyó que vistiéndose de mujer sería más fácil conocer a un hombre y quizá perder su virginidad, pero ahora que lo pensaba mejor, sabía que era una terrible idea.

Ángel - GuapoduoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora