▄︻デ 𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐈 ══━一

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La joven despertó en una habitación con dos hombres en la puerta y uno sentado frente a ella; el que estaba en la silla tenía la piel morena y los ojos verdosos además de cabello negro y espeso que le caia sobre el rostro en mechas.
Miro a la chica que yacía en el suelo con el cabello algo revuelto.

—Mírame— demandó el hombre. —¿Qué no me oyes?—

La joven lo miró; el chico se topó con unos grandes y asustados ojos pardos, casi amarillos.

—¿Quién eres?— se dio cuenta que no era quien buscaba. —No importa, viste cosas que no debías...—

Sabía que tenía que matarla por eso, sin embargo esos ojos le ablandaban el corazón. La veía tan asustada, tan indefensa que hasta ternura le daba.

—Por favor, yo no hice nada... No me lastimes— la pobre apenas y podía hablar.

—Lárgate, pero rapidito... Como vas— trataba de no gritar para no espantarla más.

La chica se puso de pie y salió corriendo por un callejón y llegó a la avenida principal; su corazón latía muy rápido, demasiadas emociones juntas al mismo tiempo, era como estar frente a un demonio. Le tenía miedo y deseaba no verlo de nuevo.
Caminó pesadamente hasta casa de sus padres a quienes no dijo nada, a pesar de que la bombardearon de preguntas no respondió nada ese día.
Ya en la noche, recostada en su cama, repasaba una y otra vez lo que había pasado ese día. Pero lo que no podía sacarse de la cabeza era el rostro de aquel hombre; sus ojos verdosos, su cabello negro y su piel morena se quedaron marcados en lo más hondo de su mente.

—Ojalá nunca lo vuelva a ver...— se decía a si misma mientras se hacía bolita.

Se quedó dormida con trabajos; mientras que ya en la capital, en la casa del líder del cártel de los Ángeles de la muerte el joven ojiverde estaba tumbado en su cama pensando en la muchacha. Tan bonita que se veía aún asustada y con los ojos llorosos, que lo miraba con tanto miedo. Pero una cosa era segura, le había gustado y bastante; se le ocurrió una idea.

Al día siguiente, Romina fue a la escuela como todos los días. Llevaba a sus hermanas menores a la primaria mientras que se cuidaba las espaldas para evitar sustos.
Se oían los murmullos de la gente a sus espaldas, todo mundo la consideraba una maldición. La chica había nacido con dos marcas se nacimiento bastante curiosas, tenía un lunar con la forma de una estrella invertida, y tenía un lunar blanco en la cabeza causando que su cabello fuera de ese color en esa zona.
La creían maldita pues siempre pasaban cosas malas a su alrededor, su secuestro era una de las más sonadas. Trataba de ignorarlo mientras llegaba a la escuela.

Una vez dejando a sus hermanas se dirigió a la preparatoria, donde sus compañeros le hacían burla y murmuraban sobre ella. Suspiro y se sentó en su mesabanco a esperar a la maestra. Miraba al reloj en la pared, así pasaron dos semanas. El tiempo era tan monótono, día tras día todo era igual; hasta que una tarde después de que volvió de la escuela su madre la sorprendió.

—Itzel, mira que te llego— la mujer emocionada salió con un ramo de Rosas.

—Pero yo no...— estaba confundida.

—Creímos que eran de tu hermana pero no— se acercó a la chica y le dio el ramo —Definitivamente son para ti, eres la única de ojos pardos—

Tomó el ramo entre sus manos y hundió su rostro en él. El aroma de las rosas le hacían sonreír, ¿quien le habría mandado semejante regalo? No sabía y no importaba, aunque aún le faltaba leer la carta.
A toda prisa y emocionada se encerró en su habitación y abrió cuidadosamente el sobre que decía algo así

"Hola bombón, se que me conoces pero no sabes quien soy. Solo quiero decirte que quede encantado con tu belleza aunque no lo sepas.
Te mando este ramo de rosas por que eres tan bella como una; espero no asustarte pero te llegaran más. Me gustaría saber cuál es tu flor favorita, pero como no se te enviaré un ramo distinto hasta dar con las correctas.

Con cariño A. E.

Con una sonrisa bobalicona se tumbo en la cama con la carta en el pecho, al fin alguien pensaba que era linda; no más bien, hermosa.
Colocó las rosas en un florero y la carta en un libro mientras salía a cenar con sus padres en el comedor.
Mientras comían llegó su hermana mayor, Macarena. Era una joven bajita de ojos negros y cabello rizado y marrón, la cual presumía el hecho de tener novio frente a su hermana menor. Si bien Romina lo odiaba, ahora no tenía por que tenerle envidia.

—Al fin, apareció el roto para ésta descosida— el tono de burla lastimó a Romina.

—Maca, no seas grosera con tu hermana— la madre de ambas intervino —Deberías estar feliz por ella—

—Pues si, estoy feliz, pero te diré la verdad y es que el chavo que haya hecho eso debe estar bromeando—

Romina sabia que diría a continuación, usaba su condición de nacimiento para hacerla sentir mal.
La chica había nacido con labio leporino y tenía una notoria cicatriz que quedó después de su operación; de hecho, había sido su hermana quien había divulgado el hecho de que tenía una marca de nacimiento de una estrella invertida. Ella había creado tantas inseguridades en Romina que la chica se sentía el patito feo de su familia. Ya a este punto ignoraba a su hermana y terminó de cenar en silencio, recogió su plato y lo lavo antes de despedirse de su madre para ir a dormir.

En sus sueños veía a su admirador, ¿Seria alto o bajo? ¿ojos azules o verdes? ¿Tal vez marrones o ámbar? ¿Moreno o blanco? No lo sabía pero esperaba, como toda joven, que fuera atractivo.

Por su parte, aquel supuesto admirador ya tenía preparado el siguiente ramo de flores para la chica junto con su carta. Era raro que el joven Esquivel actuara de esa forma, era conocido por ser un mujeriego que solo buscaba sexo y nada más, nunca lo verían llevándole rosas a una chica y menos escribirle una carta a puño y letra.
La joven le había calado profundo en el corazón, era... Era como un Ángel.

Un angel para un demonio.

Ángel con alas de demonio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora