La monja y la joven caminaron los largos pasillos del instituto, hasta llegar al despacho general de la madre superiora. Pasaron, y la mujer le pidió a Verónica que tomara asiento.
Pocas veces Verónica había pisado el despacho de la madre superiora, pero cada vez que lo hacía un escalofrío le recorria todo el cuerpo. La escasa decoración era lúgubre, y aunque el psiquiátrico era prácticamente igual a aquella habitación, se le veía bastante siniestra y vacía, como una mazmorra.
-Espero que hayas mejorado del ataque del señor Berrycloth- Comenzó a hablar la madre, mientras carraspeaba un poco su garganta con dureza.
Verónica observó todo a su alrededor a detalle. La habitación no tenía muchas cosas y hasta llegaba a sentirse vacía. Solo el escritorio con sus sillas, un armario al lado de éste y una cruz detrás de la silla donde se suponía era el asiento de la madre superiora. La mujer se mantenía rígida y con expresión seria, no quería causar escándalos más allá de lo que no le convenía ni a ella, ni a la institución, y mucho menos con un representante como lo era el padre de Verónica.
-No ha sido nada- Respondió Verónica, aún engatusada por las viejas paredes.
-Mil disculpas, de verdad. Créame, señorita Beaumont, que nos estamos encargando de darle un castigo ejemplar al chico.
El ceño de Verónica se frunció al escuchar aquellas palabras tan frías. Él la había intentado asustar, si. Pero Verónica perfectamente fue la que lo provocó al propósito desconociendo su nivel de riesgo.
-No creo que haga falta, madre- Dijo la chica, tratando de enmendar su error.
La mujer frente a ella negó con la cabeza repetidas veces.
-Esas actitudes no serán permitidas en nuestro establecimiento. Merece ser castigado por lo que hizo.
La muchacha comenzaba a sentir su sangre arder de la inquietud y rabia que esas palabras le generaban. Ella sabía que los castigos en aquella institución existían, pero no sabía que clase de castigo les daban a los pacientes cuando hacían cosas incorrectas ante los ojos de las hermanas.
-¿Que clase de castigo podrían asignarle a ese chico?- Preguntó la joven, sintiendo sus manos temblar de la rabia.
La madre superiora se encogió de brazos, restándole importancia.
-Esa información es sumamente confidencial, Verónica- Explicó- Y lo mejor será que no husmees en aguas que no debes husmear, porque podrías ahogarte.
Justo esas palabras activaron una alerta en el interior de Verónica. ¿Por qué podría ahogarme? Era la pregunta que más le rondaba la mente.
-Está bien.
-Ahora necesito que vaya a su habitación. Por lo que tengo entendido, le asignan calmantes para las noches, así que ya deberían estar haciendo efecto.
Entonces, ella misma recordó que no había tomado las pildoras y que no podían descubrir que no lo había hecho, porque sino el juego estaría acabado para ella. Así que, asintió y con la bendición de Dios se despidió de la madre superiora, dirigiéndose a su habitación.
Esa noche Verónica guardó las pastillas dentro de un pequeño osito viejo que guardaba de su niñez, como todas las noches anteriores por sí llegaba a necesitar algún día de aquellos fármacos letales. El oso era una de la pocas cosas que le dejaron quedarse cuando su madre murió, ya que les pareció inofensivo para una niña con problemas de conducta. Tampoco pudo descansar muy bien, y aunque fuera difícil, no probó ni la mitad de alguna de las pildoras para el sueño que le recetaban. Lo único que pasaba por su cabeza eran los ojos cansados de Dante, y que quizás, justo ahora lo estaban castigando por su culpa.
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Secretos de Gasteiz ©
Mystery / ThrillerEl internado Gasteiz es uno de los mejores centros psiquiátricos para jóvenes de todo Vitoria-Gasteiz. Es un instituto que predica la perfección y sanación en sus pacientes junto con el fanatismo religioso, pero su reputación y prestigio se verán en...